DESNUDEZ VERGONZOSA

Sexo y paz moral (3)


La desnudez vergonzosa no debe llevar a una moral represiva, pues proviene de circunstancias históricas que exigen distingüir entre sexo y vergüenza.

La sexualidad humana es de una riqueza enorme, como ya hemos visto en artículos anteriores de la presente serie. Basta considerar su variedad, su creatividad, su diversidad, el amor que lleva consigo, lo mismo que la amistad, el noviazgo, el enamoramiento, el matrimonio, la conyugalidad, la procreación, la familia, la educación, etcétera. Todas estas realidades seguramente, o al menos probablemente, hubieran sido mayores sin el pecado original. Pero como no podemos saber con certeza lo que en tal caso habría sido, no trataremos de investigarlo aquí.
Desnudez vergonzosa.
Lo que aquí procuraremos investigar y desarrollar es una moral sexual que se apoye en nuestra realidad actual, que es la de una naturaleza humana caída. Aun en esta situación, desventajosa, la sexualidad humana tiene la riqueza mencionada al inicio del párrafo anterior.


Causa de la desnudez vergonzosa

El pecado original trajo como consecuencia la vergüenza de la desnudez, es decir, de los órganos genitales. Antes del pecado, inmediatamente después de la creación de Eva, Adán y ella no tenían la experiencia de la vergüenza:

  • Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello” (Génesis 2, 24-25).

Como es bien sabido, Dios le había prohibido a Adán comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (cfr. Génesis 2, 16-17). Sin embargo, primero Eva y luego Adán, comieron del fruto del árbol prohibido (cfr. Génesis 3, 1-6). Entonces sucedió lo que sigue:

  • Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones. Oyeron a Yavé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yavé Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del jardín. Pero llamó Yavé Dios al hombre, diciendo: «¿Dónde estás?». Y éste contestó: «Te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo, me escondí». «¿Y quién, le dijo, te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol de que te prohibí comer?». Y dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio de él y comí». Dijo, pues, Yavé Dios a la mujer: «¿Por qué has hecho eso?». Y contestó la mujer: «La serpiente me engañó y comí»” (Génesis 3, 7-13).

En este texto es muy claro que la vergüenza de la desnudez surge como consecuencia del pecado, lo mismo que el temor. Pero lo notable es que la vergüenza de la desnudez ha sido una constante a lo largo de toda la historia de la humanidad; sólo hay contadas excepciones de costumbres logradas a voluntad, como la de los campos nudistas y algunas otras. En el mismo relato, después de reprender a la serpiente, Dios reprende al hombre y a su mujer de la siguiente manera:

  • A la mujer le dijo: «Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor los hijos y buscarás con ardor a tu marido, que te dominará».

    Al hombre le dijo: «Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol de que te prohibí comer, diciéndote: no comas de él: por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo volverás»” (Génesis 3, 16-19).

Algunos de estos datos pudieron ser conocidos por el hagiógrafo como hechos constantes: parir a los hijos con dolor, morir y volver al polvo de la tierra, etcétera. ¿Pero cómo supo el hagiógrafo en aquella época que la mujer sería dominada y sojuzgada por el hombre en el futuro, y que en el futuro la tierra nos sería hostil y el trabajo fatigoso, como constantes históricas de todos los tiempos? Humanamente no podía saberlo; nadie de esa época podía saberlo. Tal conocimiento debió serle revelado. Y en esto tenemos un motivo interno de credibilidad de la Sagrada Escritura.
Desnudez vergonzosa.
Tal motivo interno de credibilidad nos hace pensar que sin el pecado original las cosas podrían haber sido de otra manera: desnudez no vergonzosa, partos sin dolor, mujeres no maltratadas, trabajo sin fatiga, etcétera. Pero lo que aquí nos importa es lo referente a la sexualidad. ¿Por qué la desnudez ha sido siempre vergonzosa? ¿Por qué comenzó a ser vergonzosa inmediatamente después del pecado y, a todas luces, a causa del pecado?
Desnudez vergonzosa.
Podemos encontrar la respuesta en la doctrina del pecado original, pues dice que tal pecado se transmite por generación natural, es decir, por herencia. Los órganos genitales son vergonzosos porque a través de ellos se transmite el pecado original; y de ahí la vergüenza de la desnudez. Es como haber llevado a la realidad humana un “no muestres los genitales en una humanidad caída”, de manera semejante al “no menciones la soga en casa del ahorcado”. Es incluso notable la importancia de los genitales en el pueblo hebreo, donde se prescribió la circuncisión.
Desnudez vergonzosa.
La vergüenza de la desnudez fue llevando poco a poco al desarrollo de un cierto horror al sexo (sexofobia) y a una moral sexual represiva. Lo cual se ha debido a no haber investigado lo suficiente la causa de la vergüenza de los genitales, y en consecuencia a haber pensado que son vergonzosos sin más. Y como lo vergonzoso suele conllevar alguna falta, se ha llegado a pensar que lo sexual es algo sucio, inmoral o pecaminoso, excepto en pocas circunstancias. De hecho, la moral cristiana vigente en la actualidad sólo acepta –¿tolera?– las relaciones sexuales cuando no le queda otro remedio: dentro del matrimonio y con apertura a la procreación, pues de otra manera la humanidad se extinguiría.
Desnudez vergonzosa.

Distinción entre sexo y vergüenza

Es muy importante distinguir adecuadamente entre el sexo como algo bueno y santo –diseñado, querido y creado por Dios–, y la vergüenza de la desnudez como una consecuencia del pecado original. Lo realmente vergonzoso no es el sexo, sino el pecado, cualquiera que éste sea. Se debe incluso notar que el pecado original no fue un pecado de tipo sexual, sino un pecado de desobediencia, que nada tenía qué ver con lo sexual; pero aun así ese pecado, por ser el original, se transmite por herencia, es decir, a través de los órganos genitales, y de ahí que a éstos se les comunique la vergüenza de alguna manera.
Desnudez vergonzosa.
La vergüenza de la desnudez es como un continuo recordatorio –diariamente debemos vestirnos– de que tenemos una naturaleza caída, de que tenemos las consecuencias del pecado original, y de que debemos ser cuidadosos al respecto en toda nuestra vida moral, no sólo en los aspectos sexuales. Sin embargo ese recordatorio es de tipo sexual; mas no por eso la moral debe ser sexualmente represiva, ni rigorista.
Desnudez vergonzosa.
Lo normal no es que el sexo –como si fuera malo– esté prohibido en general, excepto en determiandas circunstancias, como sucede en las sociedades totalitarias, donde lo que no está permitido está prohibido (y haya que hacer listas de permisiones). Lo normal debe ser que el sexo –por ser bueno– esté permitido en general, excepto en determiandas circunstancias, como sucede en las sociedades libres, donde lo que no está prohibido está permitido (y haya que hacer listas de prohibiciones).
Desnudez vergonzosa.
Un hecho de especial importancia es que la vergüenza de la desnudez desaparece ante la inminencia de todo coito deseado –no forzado–, aunque se trate de coitos inmorales. Y aun más, ante la inminencia del coito deseado –no forzado–, moral o inmoral, la vergüenza de la desnudez no sólo desaparece, sino que es buscada, deseada y apetecida. Si la vergüenza de la desnudez fuera signo de inmoralidad, debería aumentar ante la inminencia de los coitos inmorales deseados; pero no sucede así, sino que también en estos casos la vergüenza desaparece ante la inminencia del coito.
Desnudez vergonzosa.
La vergüenza de la desnudez y la moralidad de los actos sexuales son cosas distintas, y deben tratarse como distintas, con la debida separación. Por eso la vergüenza de la desnudez no debe propiciar o favorecer el desarrollo de una moral sexual represiva; eso sería un error; y lamentablemente ese error se ha cometido en el desarrollo de la moral sexual cristiana, que es tremendamente represiva.
Desnudez vergonzosa.

Importante recordatorio del valor del sexo y de la crisis del incumplimiento

A fin de evitar posibles e injustificados “escándalos” de parte de algunos lectores en ciertas partes de estas investigaciones, se debe tener siempre en cuenta el hecho de que el sexo es un maravilloso obsequio divino que debemos apreciar y agradecer, y también el principio del valor del sexo, que debe orientar todo el desarrollo de una adecuada moral sexual cristiana:

  • Valor del sexo: Nunca se debe infravalorar la sexualidad humana. En todas las relaciones sexuales humanas, morales o inmorales, el fuego del amor humano, tanto el espiritual como el carnal, es una participación del fuego de Amor que es el Espíritu Santo. El ser humano, por ser libre, puede apagar el amor espiritual y obrar inmoralmente; pero no puede apagar la pasión carnal, porque no tiene un completo control sobre su cuerpo.

También es importante tener en cuenta el principio del derecho al sexo:

  • Derecho al sexo: Dios nos dio nuestra facultad sexual y tenemos derecho a ejercerla, como sucede con todas las otras facultades que Él nos dio.

Es importante tener siempre presentes estos principios en la revisión y el desarrollo de una adecuada moral sexual cristiana, como vimos en el artículo Sexualidad humana. Y es también conveniente tener presente que tal revisión y desarrollo de la moral sexual se debe a, y se justifica por, el hecho de que nos encontramos en la crisis del incumplimiento: seguimos divididos en católicos, ortodoxos y protestantes; y después de dos milenios sólo hemos logrado el 0.4% de lo que Cristo nos pidió.


El mandamiento del amor

Todos buscamos la felicidad, y casi siempre la buscamos en la fama, el poder o las riquezas, que son causas que ya los antiguos filósofos griegos desenmascararon como falsas causas de felicidad. Pero nos cuesta mucho trabajo escuchar y aprender en cabeza ajena. Es bien sabido que Cristo nos dejó el mandamiento del amor, de amarnos unos a otros, de amar al prójimo como a uno mismo. Y muchos hemos podido experimentar, al menos en algunos momentos de nuestras vidas, que el amor es la verdadera causa de la felicidad.Desnudez vergonzosa.

El mandamiento del amor pide que cada persona ame a todas las personas, sean las personas que sean, humanas o no; es un amor de todos con todos. Por tanto, en toda relacion amorosa, si el amor es autentico, tal relación no es inmoral, sino virtuosa. Claro que en toda relación auténticamente amorosa el amor es auténtico, por definición. Sin embargo, la aclaración anterior se hace necesaria, o al menos muy conveniente, dado que en nuestro mundo llamamos relaciones amorosas a muchas relaciones que son consideradas inmorales. Por tanto, si esas relaciones son inmorales, no deberíamos llamarlas amorosas; y si esas relaciones son auténticamente amorosas, no deberíamos llamarlas inmorales, ya que la realidad es que son virtuosas.

Pero la realidad es que en nuestro mundo no solemos expresarnos con tanta precisión. De hecho, muchos que tienen relaciones a las que ellos llaman amorosas, muchos moralistas llaman inmorales a esas mismas relaciones por considerar que su amor no es auténtico, sino un falso amor. Esto sucede, típicamente en las relaciones sexuales tenidas fuera del matrimonio, a las que muchos moralistas consideran inmorales, mientras que los que se relacionan, incluidos muchos católicos, las consideran morales e incluso virtuosas. Quienes las consideran inmorales, típicamente también, son al menos los moralistas católicos.

En este desarrollo de la moral sexual a partir de cero —como ya se ha dicho—, dados tales hechos es indispensable revisar la consideración de la moralidad de las relaciones sexuales tenidas fuera del matrimonio. Son muchísimas las personas que no están casadas o que incluso no han podido y quizá no podrán casarse por diversas circunstancias. Tales personas tienen que vivir aun décadas con un impulso sexual fuerte y sin poder ejercer su sexualidad. La realidad es que resulta prácticamente imposible evitar el ejercicio físico de la sexualidad. Incluso muchos que afirman la inmoralidad del sexo fuera del matrimonio, lo ejercen clandestinamente, como sucede con muchos sacerdotes pederastas.

Dejar el sexo es tan difícil como dejar de hablar; por eso se le llama el mandamiento difícil. El sexo fuera del matrimonio se ejerce por la inmensa mayoría de la humanidad. La doctrina sexual católica sostiene que en pecados de sexo no hay parvedad de materia. El que se confiesa de pecados de sexo se considera en pecado mortal, y si no lo sabe se le aclara que así es. Y para recibir la absolución debe proponerse la enmienda. Pero lo usual es que tenga más y más pecados de sexo, y que vez tras vez tenga que proponerse la enmienda, hasta que llega a desconfiar de sus propios propósitos de enmienda y de poder acudir a la confesión honestamente. Se trata de un considerable deterioro de la propia personalidad, que muchas veces lleva al abandono del catolicismo.

En estos casos, de relaciones sexuales fuera del matrimonio, puede razonarse de dos formas:

  • Partir de que la relación sexual es inmoral, y concluir que el amor no es auténtico.
  • O partir de que el amor es auténtico, y concluir que la relación sexual no es inmoral.

En efecto, si el amor es auténtico... ¡la relación sexual es virtuosa! El amor prevalece sobre la sexofobia.

Si partimos de que la relación sexual es inmoral, al menos parece que nuestra moralidad es rigorista o represiva, o ambas cosas. Si partimos de que el amor es auténtico, al menos parece que nuestra moralidad es de libertad. ¿Qué será más fácil de averiguar, si la relación sexual es moral o no, o si el amor es auténtico o no?

Parece más fácil justificar que el amor es auténtico. Muchos de los que tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio son felices en el presente y viven como los que se aman: se buscan mutuamente, procuran reunirse y pasar tiempo juntos, disfrutan estando juntos y cada uno procura la felicidad del otro y promete procurarla también en el futuro. Y como amar es querer el bien del otro, y la felicidad es un bien, si en cualquier relación sexual ambos procuran hacer feliz al otro, hay que concluir que en esa relación sexual hay auténtico amor, aunque se tenga fuera del matrimonio. Y en tales casos, en que ambos procuran la felicidad del otro, la relación sexual no es inmoral, sino virtuosa.

A esto se puede objetar que si la relación sexual fuera inmoral, la culpa moral impediría que la felicidad procurada fuera auténtica, sino que sería sólo aparente y fugaz; en realidad no se querría el auténtico bien del otro, ni se procuraría en el futuro, y en consecuencia el amor no sería auténtico. Pero para sostener esta objeción habría que justificar que ellos no procuran su auténtica felicidad en el presente, ya que no la procurarán en el futuro; a no ser que la relación sexual fuera inmoral de suyo. En esto se cometería un círculo vicioso del pensamiento, ya que se afirmaría lo que se quiere probar.

Recordemos que estamos en el supuesto de escribir al principio del cristianismo, antes y sin interferencias del desarrollo de la moral sexual cristiana posterior al siglo primero. En tales circunstancias, ¿cómo poder justificar la premisa de que la relación sexual es inmoral?

Es más factible encontrar motivos que justifiquen la premisa de que en las relaciones sexuales fuera del matrimonio puede haber amor auténtico. Para ello bastaría mostrar que algunas de esas parejas realmente se procuran la felicidad auténtica mutuamente, y que lo logran. Y para mostrarlo es posible preguntárselo a algunas o muchas de esas parejas, oír sus respuestas y tomar postura respecto a su veracidad y honestidad. Pero no es necesario hacerlo, dado que la historia universal y la literatura universal nos responden, con toda claridad y honestidad, que muchas de dichas parejas realmente se procuran la felicidad auténtica mutuamente, y que lo logran.

Aun en el caso de descubrir que la moral exija que la procreación se realice siempre dentro del matrimonio, de ahí no se seguiría que no pudiera haber relaciones sexuales morales fuera del matrimonio, ya que puede haberlas sin que sean fecundas.

Al tratar de desarrollar una moral sexual cristiana desde el principio, o a partir de cero, no encontramos motivos que justifiquen la premisa de que todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio son inmorales; esa premisa fue elaborada y supuestamente justificada por el desarrollo de la moral sexual cristiana posterior. Y esa supuesta justificación se apoyó, en el fondo, en un injustificado apego pasional a la sexofobia.

La conclusión de todo lo anterior es el siguiente principio:

Sexo sin matrimonio: Puede haber relaciones sexuales morales fuera del matrimonio.

Este principio es coherente con el principio del derecho humano al sexo (visto en Sexualidad humana); no así la proposición opuesta. Por tanto, para negar este principio habría que hacerlo contra la historia universal, la literatura universal y los derechos humanos. ¡Nada fácil! Nótese a este respecto la importancia del conocimiento actual de los derechos humanos, entre los que se encuentra el derecho al ejercicio de la sexualidad o derecho al sexo.

esnudez vergonzosa.

Rango temporal del ejercicio físico de nuestra sexualidad

El sexo humano fue diseñado, querido y creado por Dios. Es uno de los mejores obsequios que Dios nos dio; es algo bueno, “muy bueno” (Génesis 1, 31), y para quienes están en gracia es también algo santo. Es una facultad que Dios nos dio, y, en cuanto tal, tenemos derecho a ejercerla, como vimos en el artículo anterior. Y como sucede con todas nuestras facultades, es posible que, debido a nuestra libertad, hagamos mal uso de ella, es decir, que delincamos o pequemos con ella. Será necesario averiguar en qué casos o circunstancias el coito o ejercicio físico de nuestra sexualidad es o puede ser inmoral. Pero antes de eso, y para poder determinarlo mejor, será conveniente analizar el rango temporal del ejercicio físico de nuestra sexualidad.
Desnudez vergonzosa.
El rango temporal del ejercicio físico de nuestra sexualidad en personas normales y sanas, y al margen de alguna muerte repentina, va desde el término de la pubertad hasta algún momento de la vejez; momento que suele estar entre los 60 y los 80 años de edad, dependiendo de las condiciones de cada persona. Se trata, por tanto, de cinco a siete décadas: ¡mucho tiempo! Desglosemos las principales etapas de la vida humana en relación al ejercicio físico de la sexualidad:

  1. Educación sexual práctica –no sólo teórica– hacia el término de la pubertad.
  2. Amistades juveniles.
  3. Búsqueda de pareja estable y noviazgo.
  4. Matrimonio.
  5. Separaciones conyugales.
  6. Amistades maduras.
  7. Viudez.

El impulso sexual es muy fuerte, pues entre otras cosas es el impulso destinado a la conservación de la especie; y es un impulso especialmente intenso durante la adolescencia. En toda la historia de la humanidad, excepto en las pocas décadas que van desde el descubrimiento de las sulfas hasta la aparición del SIDA, el mal uso del sexo ha estado amenazado por muchas enfermedades, incluso mortales, como la sífilis y el SIDA; y siempre ha estado amenazado de muerte por crímenes y suicidios pasionales. Pero aun así, en todos los tiempos el ser humano ha estado dispuesto a correr el riesgo; tan fuerte es el impulso sexual.
Desnudez vergonzosa.
Es un hecho que de todas las relaciones sexuales naturales –sin intervenciones para evitar la concepción– las relaciones fecundas son una escasa minoría. Lo cual pone de manifiesto que el objetivo de las relaciones sexuales no es solamente la procreación, aunque la procreación naturalmente las requiera. Además, en los humanos no hay épocas de celo –como sucede en los animales irracionales–, sino que el poderoso impulso sexual está siempre ahí, dentro o fuera del matrimonio. Por tanto debe haber otros motivos u objetivos que justifiquen la presencia del poderoso impulso sexual en los casos de relaciones sexuales infecundas, que son la inmensa mayoría. Y al menos uno de ellos es el importante motivo del amor entre un hombre y una mujer, ya sea dentro o fuera del matrimonio.
Desnudez vergonzosa.
No es razonable, por tanto, que el sexo esté prohibido en general, y que sólo esté permitido en determinadas circunstancias. Lo debido es lo contrario: que el sexo este permitido en general, y que sólo esté prohibido en determinadas circunstancias. ¿Cuáles serán esas circunstancias, tanto las de prohibición como las de permisión? Dado que la humanidad es una sociedad libre, y no totalitaria, habrá que determinar y listar las circunstancias de prohibición, y luego todo lo demás deberá estar permitido. Son muy claras las siguientes circunstancias de prohibición, sin que pretendan por ahora ser exhaustivas:

  • No cometer adulterio..
  • No traer hijos al mundo fuera del matrimonio.
  • No desresposabilizarse de posibles hijos fuera del matrimonio.
  • No tener sexo de tipo abortivo.
  • No tener sexo contra su propia naturaleza.
  • No tener sexo sin mutuo consentimiento.
  • No exponerse a enfermedades, mortales o no.
  • No usar a la pareja sexual sólo como un objeto de placer.
  • No tener sexo contra el respeto a las personas: violencia, abusos, etc.
  • No tener sexo en total ausencia de amor.

No he mencionado aquí la homosexualidad (masculina o femenina), el divorcio, el incesto, la poligamia y la poliandria porque trataré dichos temas de manera especial en artículos futuros. También trataré en artículos futuros los peculiares temas de la esterilidad, la masturbación y la pornografía.
Desnudez vergonzosa.
Como puede apreciarse, es posible tener sexo fuera del matrimonio en las 7 etapas de la vida, mencionadas arriba, sin violar ninguna de las prohibiciones recién desglosadas, excepto la del adulterio, que tiene lugar en el matrimonio o en las separaciones conyugales (etapas 4 ó 5).
Desnudez vergonzosa.
Tenemos aquí todo un abanico de posibilidades sexuales prácticamente desde el término de la pubertad hasta la muerte, es decir, durante toda la vida sexualmente activa. Y esto con diversos niveles de menor a mayor plenitud sexual. El nivel de menor plenitud es el de la educación sexual práctica –no sólo teórica–, y el de mayor plenitud es el del matrimonio fecundo en hijos. No se trata, pues, de blanco o negro, todo o nada: todo dentro del matrimonio y nada fuera. Hay también una gradual variedad de tonos grises.
Desnudez vergonzosa.
Lo anterior permite que se resepte en todo tiempo el derecho al ejercicio del sexo como una facultad que Dios nos dio. Lo contrario sería como una ley seca respecto al sexo. En Estados Unidos hubo una ley seca respecto al vino a principios del siglo-XX. Y bien sabemos lo que sucedió, lo que se tuvo: vino de mala calidad, mercado negro de vino y abuso del vino. Y lo mismo sucede cuando hay una ley seca respecto a cualquier cosa que el ser humano requiera. Y eso mismo está sucediendo con la tradicional ley seca respecto al sexo: tenemos sexo de mala calidad, mercado negro de sexo y abuso del sexo. Lo que estamos viviendo en la actualidad es un tremendo desenfreno sexual, que en gran parte se debe a la ley seca respecto al sexo, a la represividad de nuestra moral sexual cristiana en vigor.
Desnudez vergonzosa.
En el artículo siguiente veremos el nivel de mayor plenitud de la vida sexual: el del matrimonio fecundo en hijos. En el siguiente veremos la educación sexual infantil, que es sólo teórica. Y en el siguiente veremos el nivel de menor plenitud de la vida sexual: el de la educación sexual práctica –no sólo teórica– al término de la pubertad, a la que también llamamos iniciación sexual. Y así, al conocer los niveles extremos, será más fácil investigar los intermedios.


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