Nuestra educación empieza —¡debe empezar!— en nuestra familia. Ya hay muchos que piensan que lo referente a la cultura general debe ser enseñado en la familia por los propios padres, amorosamente, en vez de ser delegado en la escuela.
Y son ya muchos los padres que han optado por la educación hogareña —home education ó home schooling— en países como Estados Unidos y Chile.
Independientemente de adoptar o no la educación hogareña, aquí puede apreciarse el debido ensamblaje que debe haber entre la familia y la educación. El sistema escolar de exámenes y calificaciones ha sido muy desfavorable al debido ensamblaje entre familia y escuela. Los niños y adolescentes, que a la vez son hijos de familia y alumnos escolares, casi siempre se llevan mal con sus padres con motivo de las tareas, los exámenes y las calificaciones.
Y la situación se ha puesto peor debido a la competitividad que últimamente se ha promovido entre los estudiantes, sobre todo a nivel universitario y de estudios superiores. Ya es usual que haya suicidios por este motivo. En tales circunstancias, es muy difícil para la juventud vivir en paz.
En esto resulta igualmente obvia la necesidad de lograr el debido ensamblaje entre la familia y la educación elemental y media, como también entre la educación universitaria y la vida laboral.
Aquí encontramos lo mismo: poco a poco se han venido estableciendo serios errores también en el ámbito de nuestra educación. Es preciso descubrir esos errores y tratar de corregirlos. Hay que hacerlo inicialmente al menos en lo que a nosotros se refiere, pues de lo contrario será difícil realizar el debido ensemble que nos permita lograr la paz general.
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