Importa considerar las causas de los grandes escándalos de nuestra Iglesia. Ahora consideraremos las causas de que, en dos milenios, sólo hayamos logrado un bajísimo porcentaje en la propagación del cristianismo en la población mundial: el 0.4 % (aproximadamente).
Después de revisar el tema de nuestros grandes escándalos, conviene que iniciemos este artículo con el siguiente pasaje del Evangelio:
Enseguida Jesús llama a sus doce discípulos, les da poder para arrojar a los espíritus inmundos, y los envía a curar toda enfermedad y toda dolencia.
Aquí aparecen las turbas, los doce discípulos y Jeśus. Las turbas estaban como ovejas sin pastor, y Jesús se enternece de ellos y les predica el evangelio del reino y los cura, es decir, los trata como su pastor. Luego envía a sus doce discipulos a que hagan lo mismo que Él; o sea que los envía como pastores, como obreros de la mies, como obreros de los que hay muy pocos. Y Jesús quiere que haya más obreros, para lo cual pide que roguemos al Señor de la mies que envíe esos obreros.
Los discípulos —once menos Judas— se convertirán en sacerdotes en la Última Cena, y luego se mutiplicarán en sus sucesores. Se sobrentiende, pues, que los obreros de la mies serán principalmente los sacerdotes.
Finalmente Jesús les pide a sus discípulos que difundan el cristianismo a todas las gentes (Cf. Mateo 28, 18-20), con lo cual la mies se extiende a todo el mundo. Y después de Pentecostés la Iglesia comienza a difundirse por todo el mundo. Todos piden al Señor de la mies que envíe más obreros a su mies, y el Señor de la mies los envía. Lo que significó que cada vez hubiera más sacerdotes.
Pero pocos siglos después sucede algo terrible. La jerarquía de la Iglesia —la peregrina— comienza a rechazar a los obreros que el Señor de la mies envía, con lo cual disminuyen tremendamente los nuevos sacerdotes. Este rechazo consiste en imponer el celibato a los nuevos sacerdotes del rito latino.
Las consecuencias son que en cada época tenemos pocos sacerdotes, la Iglesia peregrina crece muy poco, y hoy, dos milenios después, la difusión adecuada del cristianismo abarca sólo un 0.4 % (aproximadamente) de la población mundial. Así se explica la realidad de este gran escándalo.
En el Concilio de Trento (sigo XVI) se pidió que hubiera seminarios para los jóvenes que se interesaran por el sacerdocio, y se estableció de manera definitiva la exigencia del celibato para los sacerdotes del rito latino, lo cual se venía practicando en mayor o menor medida desde siglos atrás. Pero los jóvenes que se interesan por el sacerdocio no suelen aceptar el celibato, con la consecuencia de que tengamos muy pocos nuevos sacerdotes, y muy pocos sacerdotes en la actualidad.
Los jóvenes no quieren renunciar al matrimonio y a tener una familia; y principalmente debido a eso hemos tenido muy pocos sacerdotes desde el Concilio de Trento hasta la fecha. Además, esa renuncia al matrimonio no es exigida por el sacerdocio. La ausencia de sacerdotes no se debe a falta de generosidad de los jóvenes —como suele pensarse— sino sobre todo a su anhelo de formar una familia, como Dios lo pidió desde el principio.
El sacerdocio no exige la renuncia al matrimonio, y tanto menos al tener la consecuencia de que el hombre siga estando humanamente solo, siendo un hombre ¡disminuido!, debido al celibato sacerdotal. ¿Por qué el sacerdote ha de ser un hombre disminuido? Y si así debiera ser, Jesús habría dado mal ejemplo al nombrar a Pedro —un hombre casado— como roca sobre la cual fundar su Iglesia. No tiene sentido. Y claro, Jesús no dio mal ejemplo, ya que el matrimonio no invalida el sacerdocio, y tampoco el papado.
Los jóvenes no hacen mal por no querer renunciar al matrimonio y a formar una familia —supuesta falta de generosidad—; de hecho hacen bien y son generosos, por ser fieles a lo querido por Dios desde el principio. Lo extraño es que la jerarquía haya inventado la exigencia del celibato para los sacerdotes de rito latino. ¿A cuento de qué, o por qué, o para qué? Todo indica que lo hicieron debido a su aversión al sexo —sexofobia—, pensando que el sexo y el matrimonio dificultan la buena relación con Dios; gran error.
El sacerdote debe ser un hombre maduro y bien probado, no un jovencito que sale del seminario con una formación de gabinete, de escritorio, sin haber tenido pruebas en la vida real. Y luego, ya en la vida real, al tener que tratar y atender a mujeres, esos sacerdotes se han encontrado a sí mismos como hombres raros, desconcertados, impedidos, hechos menos, ¡disminuidos! Y muchos han acabado teniendo relaciones sexuales ocultas.
Si se quiso que los sacerdotes iniciaran como jóvenes, y se formaran en seminarios —donde no trataran a mujeres—, fue para que pudieran ser célibes, considerando al celibato por encima de la madurez sacerdotal, y de la multiplicidad de sacerdotes, y de la evangelización del mundo. De hecho, erróneamente se ha tenido como doctrina católica que el celibato (invento humano) es superior al matrimonio (invento divino).
El pasaje referente a los eunucos es muy importante, porque es el pasaje en el que Cristo dice algo que puede ser interpretado como posibilidad e incluso invitación al celibato por amor al reino de los cielos (interpretación de la jerarquía de la Iglesia). Jesús no habla de celibato, sino de eunucos, palabra notablemente metafórica.
El pasaje se encuentra el los evangelios según San Mateo y según San Marcos. Será conveniente presentar el pasaje completo en ambos evangelios, paralelamente.
Evangelio según San Mateo Se le acercaron unos fariseos con propósito de tentarle, y le preguntaron: ¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa? Él respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Y dijo: «Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne». De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. Y ellos le replicaron: Entonces, ¿cómo es que Moisés mandó dar libelo de repudio y despedirla? Díjoles Él: Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moises repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así. Y yo digo que quien repudia a su mujer (salvo caso de adulterio) y se casa con otra, adultera. Dijéronle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse. Él les contestó: No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. Porque (enim) hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda. Entonces le fueron presentados unos niños para que les impusiera las manos y orase; y como los reprendieran los discípulos, díjoles Jesús: Dejad a los niños y no les estorbéis de acercarse a mí, porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiéndoles impuesto las manos, se fue de allí. (19, 3-15). |
Evangelio según San Marcos Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer. Él respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron ellos: Moisés permitió escribir el libelo de repudio y despedirla. Díjoles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley; pero al principio de la creación los hizo Dios varón y hembra; por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Vueltos a casa, de nuevo le preguntaban sobre esto los discípulos; y les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla; y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio. Presentáronle unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían. Viéndolo Jesús, se enfadó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí. No los estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos. Y saliendo al camino... (10, 2-17). |
Como puede verse en las dos columnas anteriores el pasaje al que se refieren ambos evangelistas es el mismo, con pequeñas variantes, excepto por lo que añade San Mateo respecto a los eunucos, que no aparece en el texto paralelo de San Marcos. Pero incluso lo de los eunucos pertenece al mismo y único mensaje, como lo comprueba el texto siguiente referido a los niños que se acercan a Jesús.
El mensaje completo versa sobre una pregunta —con pocas variantes— sobre la pareja conyugal y la familia, y las respuestas dadas por Jesús. La familia aparece al final del mensaje, con la bendición de los niños; después de lo cual termina ese mismo y único mensaje, dado que Jesús se retira a otro lugar, como lo mencionan ambos evangelistas. Jesús aprovecha la pregunta y sus variantes para aclarar que si no nos hacemos como niños no entraremos al reino de Dios.
Todo queda claro, excepto lo de los eunucos. Es importante lograr una interpretación correcta del tema de los eunucos porque la interpretación que ha dado la jerarquía católica es favorable a la incorporación del celibato en la vida cristiana. Más aun, la jerarquía ha impuesto el celibato a los sacerdotes del rito latino. Pero el celibato es directamente contrario al mandato que Dios le dio al hombre desde el momento de su creación. Esta contrariedad justifica el que todos busquemos la forma de resolverla, mediante una correcta interpretación del tema de los eunucos.
Jesús no quiso aclarar la correcta interpretación, sino que la dejó al criterio del que lea y "pueda entender", y a quien le pidió "que entienda". Es claro que Jesús quiso hacernos pensar a fondo sobre el tema, quizá con el objeto de que lleguemos a entenderlo y aceptarlo, y hacerlo vida.
La correcta interpretación pide estar incluida en el tema que se está tratando, que es el de la pregunta inicial —con sus variantes— y las respuestas de Jesús. Jesús responde que no se debe repudiar al cónyuge, ni el esposo a la esposa, ni la esposa al esposo, ya que al casarse él con otra, o ella con otro, se comete adulterio. Y ante lo permitido por Moisés, Jesús responde que Moisés lo permitió debido a la dureza de sus corazones; con lo cual Jesús ofrece una disculpa para Moisés, pero aclara que al principio no fue así, y tampoco hoy es así, y en los tiempos intermedios tampoco fue así.
En el tiempo de Jesús y en adelante no ha sido así: "lo que Dios unió no lo separe el hombre". En los tiempos intermedios tampoco fue asÍ: "que nadie traicione a la mujer de su juvntud" (Malaquías 2, 15).
En el principio tampoco fue así: "Sed fecundos, multiplíquense, llenen la tierra" (Génesis 1, 28); y también: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer, y vendrán a ser una sola carne" (Génesis 2, 24).
Lo dicho por Dios al hombre y a la mujer desde el tiempo de su creación —y en ellos a todos los seres humanos— es un mandato, no una sugerencia ni una invitación: ¡es un mandato! Debido a lo cual se nos pide llenar la tierra. No podemos retorcer las palabras divinas para suavizarlas convirtiéndolas en una expresión suave, débil, acomodaticia. No. ¡Es un mandato!
Claro que este mandato podrá no cumplirse por motivos de incapacidad física, o por motivos de tiempo —no he logrado casarme todavía—, mas no por estos u otros legítimos motivos de incumplimiento deja de tratarse de un auténtico mandato. Y la realidad es que el celibato es contrario a este mandato, además de que el ser humano célibe es alguien humanamente solo y disminuido (convendría releer con calma el artículo Sexofilia y sexofobia).
Vayamos, pues, a buscar la auténtica interpretación del tema referente a los eunucos.
El tema referente a los eunucos se encuentra en el mismo y único pasaje ya mencionado en las dos columnas de arriba. Se trata de una pregunta inicial con algunas variantes y las respuesta dadas por Jesús —incluido el tema de los eunucos—, y luego termina con la bendición de los niños.
Como ya vimos, todo queda claro, excepto lo de los euncos, que Jesús mismo dice que es difícil de entender, e invita a que quien pueda entender... ¡entienda!
Lo de los eunucos surge como respuesta de Jesús al siguiente comentario de los discípulos: "Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse". A lo cual Jesús responde:
¿Qué es "esto" que no todos entienden? Pues la condición del hombre con la mujer, ya aclarada antes, y respecto a la cual le dicen que es preferible no casarse. Y Jesús aclara:
No todos lo entienden, o sea que se trata de algo difícil. Pero lo entienden aquellos a quienes ha sido dado. ¿Qué les ha sido dado? Podemos suponer que les han sido dadas luces para entenderlo, pero Jesús no lo aclara. En vez de aclararlo Jesús menciona lo de los eunucos, como si lo de los eunucos fuera una clave que se nos da para entender: "Porque (enim) hay eunucos...". La palabra latina "enim" significa una comfirmación con lo anterior: porque, pues, en efecto, ...
Todo indica que Jesús quiere que cada uno se considere uno de esos que pueden entender, porque algo le ha sido dado. Y Jesús mismo le ha dado algo: lo de los eunucos. Y por eso quiere que pueda entender, y le pide que entienda. Como lo que nos ha dicho no nos acaba de convencer —"preferible es no casarse"—, quiere que lo pensemos a fondo por nosotros mismos aprovechando la clave de los eunucos, y así nos convenzamos de su doctrina y la llevemos a nuestra vida. La doctrina es clara:
Como puede notarse, la doctrina se simplifica: No importa quién repudie a quién; el que tenga nuevas nupcias comete adulterio. Es como decir:
Nótese que al mencionar el caso de que ella lo repudie a él —en el evangelio según San Marcos— Jesús rompe con el machismo típico de los judíos.
Consideremos ahora este último caso, de que ella lo repudie a él, aun en contra de la voluntad de él;
Y lo mismo puede suceder con cualquiera que repudie o sea repudiado: puede hacerse eunuco a sí mismo para no cometer adulterio, es decir, por amor al reino de los cielos (a la ley de Dios en lo referente al matrimonio).
Nótese que en esta interpretación de los eunucos todo es correcto porque todo queda dentro del tema que se venía tratando, como debe ser; y el celibato no viene a cuento para nada, ni se puede tomar este pasaje para introducir el celibato en la vida cristiana. Y así se logra lo que Jesús quería, a saber:
No vale añadir nada extraño al tema que se está tratando, del siguiente modo:
Tampoco vale añadir esta otra extrañeza, como lo hace la jerarquia:
La interpretación de la jerarquía rompe la unidad del mensaje, porque irrumpe con un tema que nada tiene qué ver con la respuesta de Jesús a la pregunta que se le hacía. Es como si Jesús pensara de repente (haciendo un paréntesis a lo que se estaba tratando) que ya era tiempo de hablar del celibato, y que lo hablara rápidamente de manera oscura y metafórica, para luego continuar y terminar con el mensaje en curso y bendecir a los niños. Todo como si hubiera una falta de secuencia lógica en el pensamiento de Jesús .
La unidad del pasaje queda clara porque al entender de lo que se trata (la unidad indisoluble del matrimonio), las madres disfrutan e impulsan a sus niños a que se acerquen a Jesús, quien les impone las manos, los abraza y los bendice; además de ponerlos de modelo para entrar al reino de Dios.
En nuestro tiempo, pretender que todo fiel cristiano resuelva por sí mismo el problema de la correcta interpretación de los eunucos, es hoy considerado como una utopía.
Es importante considerar y comparar la edad para casarse y para ordenarse como sacerdotes ministeriales, sobre todo de los varones. No tiene sentido considerar la edad para ordenarse ministerialmente de las mujeres, ya que ellas no pueden ser sacerdotisas. La edad para casarse, de los varones y de las mujeres, ya fue considerada en el artículo Familia torpe vs modelo.
Por eso lo que principalmente nos interesa considerar y comparar ahora es la edad para ordenarse ministerialmente, con motivo de las escasez de sacerdotes y de la evangelización.
Ya hemos comentado que la escasez de sacerdotes influye seriamente en la lentitud de la evangelización. Y es notable que dicha escasez tenga como causa las dificultades que la jerarquía les impone a los jóvenes que se interesan por el sacerdocio.
Es claro que los seminarios y la temprana edad para entrar en ellos, de parte de los jóvenes que se interesen por el sacerdocio, tiene como causa el gran interés de la jerarquía de que esos nuevos sacerdotes sean célibes. Porque el celbato ha sido considerado como algo excelente para el sacerdocio; lo cual es otro gran error, como vimos en el artículo Sexofilia y sexofobia.
Casi todas las personas canonizadas han sido célibes. Así, pues, debido a la sexofobia puede parecer que la misión de la Iglesia no es acercar las almas a Dios, sino alejarlas del sexo. Algo contrario a lo que Dios pidió desde el principio.
Si los jóvenes no quieren ordenarse para no tener que renunciar al matrimonio y a formar una familia, ¿que debe hacerse para evitar esta dificultad? Pues, justamnte, evitarla; es decir permitir que los jovenes que quieran ordenarse no tengan que renunciar al matrimonio y a formar una familia. Lo cual implica eliminar el celibato secerdotal, como hoy lo piden muchos sacerdotes.
Pese a todo, quienes defienden el celibato sacerdotal dicen que un hombre casado no tendría el tiempo necesario para atender a los fieles, debido a todo el trabajo requerido para sacar adelante una familia. Además de que si él no lograra sacar adelante exitosamente a su familia o no lograra educar adecuadamente a sus hijos e hijas, eso iría en desprestigio de su sacerdocio. Efectivamente, así es, pero tiene muy fácil solución.
El sacerdote debe ser un hombre maduro y bien probado y que, de tener una familia, debería haberla sacado adelante exitosamente y haber educado muy bien a sus hijos e hijas, ya exitosamente independientes. Esto sólo se podrá saber con seguridad cuando ya se haya logrado, es decir, cuando el matrimonio ya no pueda tener más hijos: ella con algo más de 50 años, y él con un patrimonio que le permita tener tiempo libre.
En tales circunstancias, él puede ordenarse sacerdote y atender debidamente a sus fieles, ya que se trata de un hombre maduro y bien probado, que además tiene la experiencia de la vida familiar y del trabajo profesional. Unos pocos años antes, previendo que le gustaría ser sacerdote el resto de su vida, iniciaría los estudios requeridos para la futura vida sacerdotal. De esta forma se podrían tener muchísimos y muy buenos sacerdotes.
Esto nos indica que la mejor edad para ordenarse es al final de la vida madura o al inicio de la vejez.
Así vemos que lo mejor es que el matrimonio se realice lo más pronto posible después de terminada la pubertad, y que el sacerdocio se realice bastante tarde, al final de la edad madura o al principio de la vejez.
Pero nosotros lo estamos haciendo justamente al revés, casi del peor modo posible: iniciando el matrimonio muy tarde —alrededor de los 30 años—, e iniciando el sacerdocio muy temprano, con un seminario que pueda llevar a la ordenación a los 23 años.
Y todo este desorden se debe al celibato, y finalmente a la sexofobia, que voltea las cosas al revés, que las pone patas arriba.
En nuestro tiempo, pretender que la jerarquía de la Iglesia reconozca estos errores y los corrija, es hoy considerado como una utopía.
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