El origen del mecenazgo fue anterior a Cristo, más no por eso dejó de tener importancia en la historia. De hecho tuvo mucha importancia en la época del Renacimiento, y sigue teniendo importancia en nuestro tiempo, siglo XXI.
El mecenazgo surgió gracias a Mecenas, quien fue un hombre rico e influyente del siglo primero antes de Cristo, consejero del emperador romano Augusto y protector de las letras y los literatos. A este hombre le gustaba mucho la poesía de Virgilio y la de Horacio; por lo cual le gustaría que estos poetas dedicaran todo su tiempo a su arte, pero no podían hacerlo debido al tiempo que debían dedicar a su propio mantenimiento.
En tales circunstncias, al señor Mecenas se le ocurrió la brillante idea de promoverlos y ayudarlos en todo lo referente a su mantenimiento para que pudieran dedicar todo su tiempo a sus poemas. Así lo hizo, con la consecuencia de que tales poetas florecieron y el señor Mecenas pudo disfrutar de más poemas de ellos. Lo cual se supo y otras personas empezaron a hacer lo mismo que el señor Mecenas. Es obvio que poder dedicar todo nuestro tiempo al trabajo que nos apasiona es algo que nos da paz.
Aunque los artículos de esta serie podrían leerse independientemente, hay entre ellos una relación, debido a lo cual todo se entenderá mejor si la lectura se hace en el orden que aquí se presenta, que puede encontrarse activando el vínculo que se ofrece en seguida:
Así fue como la palabra mecenas pasó a significar no sólo el nombre de personas, sino también la función social de ayudar a poetas, y también a otros escritores, artistas y científicos. Hoy la Real Academia Española define la palabra mecenas como "persona que patrocina las letras o las artes". Y definió la palabra mecenazgo como "protección o ayuda dispensadas a una actividad cultural, artística o científica".
Así pues, el mecenazgo (patronage en inglés) se ha desarrolado como un tipo de apoyo general o patrocinio (preferentemente desinteresado y sin afán de lucro) que una persona poderosa otorga a artistas, literatos o científicos, a fin de permitirles desarrollar su obra. Con lo cual, sin duda, esto ayuda a lograr la paz de unos y otros.
El mecenazgo tuvo su época dorada durante el Renacimiento. Consistía en proveer de alojamiento, comida o vino a un artista, a fin de que éste realizase su obra. En ocasiones, aunque pocas, se les pagaba por ello.
La vinculación del mecenazgo con los artistas geniales del Renacimiento aportaba prestigio social, político y evidentes beneficios a los mecenas que lo ejercían, con lo que el mecenazgo se convirtió en una práctica extendida. Y se extendió también, socialmente, el beneficio de la paz.
Por ejemplo, el Papa Julio II, el gran mecenas de Miguel Ángel, le encargó la decoración de la Capilla Sixtina. Otro ejemplo es el de Ludovico Sforza, quien se hizo famoso por ser mecenas de Leonardo da Vinci y otros artistas.
Italia fue el gran epicentro del movimiento renacentista. Las familias italianas más ricas e influyentes se convirtieron en grandes mecenas, como la familia Médici y algunas otras. Pasado el Renacimiento la importancia del mecenazgo disminuyó, sin desaparecer, pero está resurgiendo en la actualidad.
Hoy tiende a compararse el patrocinio con el mecenazgo, resaltando el carácter casi siempre altruista y sin afán de lucro de este último. Hoy el mecenazgo tiende a ser de menor impacto y volumen que en el Renacimiento. En aquella época un gran mecenas solía ayudar a varios artistas él solo; en cambio hoy, un solo artista suele ser ayudado por varios mecenas menores.
Son dos los motivos principales por los que alguien quiere convertirse en mecenas: el interés por las obras del artista (escritor o científico); y el interés por el artista mismo. Ejemplifiquemos con mecenas, poeta y poesías. El mecenas puede interesarse sólo por las poesías, incluso sin llegar a conocer al poeta; o puede interesarse sólo por el poeta, y no tanto por sus poesías. Y claro, puede interesarse por ambas cosas, como suele suceder casi siempre que las circunstancias lo facilitan. Obviamente, el interés por el poeta se origina por motivos personales.
Al mecenas puede interesarle ayudar a un pariente, a un amigo, a un colega, etcétera, aunque sea con una ayuda económica pequeña. Y puede ser que este mecenas motive a otras personas, amigos, etcétera, para que ellos también ayuden como mecenas a esa misma persona. Y así, entre muchos mecenas menores, el beneficiado podrá recibir una ayuda significativa. Si la ayuda es pequeña, es difícil que alguien se niegue a ayudar como mecenas a una persona querida o apreciada, incluso al margen de las obras que ésta persona realice.
La relación entre mecenas y beneficiado es una relación de ganar-ganar, porque el beneficiado gana algún apoyo económico mayor o menor, y el mecenas gana prestigio, también mayor o menor. En el caso del Papa Julio II y MIguel Ángel, éste ganó apoyo y recursos para pintar la Capilla Sixtina y vivir bien; y Julio II ganó el prestigio de ser mecenas de Miguel Ángel, y también de tener la Capilla Sixtina. Entre nosotros sucede algo de menor nivel, pero la relación es también de ganar-ganar.
Por eso el mecenazgo es bien considerado socialmente, tanto hoy como en el Renacimiento, y en cualquier otra época, como en el Imperio Romano antes de Cristo. Tener artistas, escritores o científicos, es mejor que no tenerlos, aunque no sean muy buenos; y si son muy buenos, pues, tanto mejor.
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