EL GRAN PROYECTO DE DIOS
El plan de Dios (8)

Como vimos en el artículo anterior, el Gran Proycto de Dios consiste en que todos se salven en el mejor de los mundos. Dios elige libremente ese Gran Proyecto suyo, cuya realización de algún modo afecta su estado de ánimo. Es interesante analizarlo.

En el presente artículo trataremos de "que todos se salven", y no de "en el mejor de los mundos", de lo que ya hemos tratado en artículos anteriores y además lo podemos profundizar (Cf. No te enojes con Dios). 

A lo largo de los 7 artículos anteriores y del artículo de entrada —El plan de Dios— hemos visto diversos aspectos que Dios tiene en consideración a fin de realizar su Gran Proyecto. En el artículo presente abundaremos en ello.

Dios quiere revelarse a la humanidad mediante la creación de un pueblo propio, e iniciará su creación un largo tiempo después de crear al hombre; largo tiempo que incluye el diluvio y lo de la torre de Babel, como vimos en el artículo anterior, donde también vimos que para iniciar su pueblo elige a una persona: Abrahán.

Antes de proceder, reproducimos aquí, para tenerla a la vista, la lista ya conocida de los principales eventos y desastres que han tenido lugar en lo que llevamos de la historia judeocristiana hasta la fecha (año 2023).

  1. La creación del hombre, el pecado y su difusión.
  2. El diluvio.
  3. La torre de Babel.
  4. La vocación de Abrahán y el inicio del pueblo hebreo.
  5. Los Patriarcas.
  6. Los años vividos por el pueblo hebreo en Egipto.
  7. Moisés y la salida de Egipto.
  8. El Decálogo.
  9. La conquista de la tierra prometida.
  10. El pueblo de Dios no quiso que Dios lo gobernara.
  11. Dios ama mucho a David, pese a haber mandado matar a Urías.
  12. Las 12 tribus de Israel se dividen.
  13. Llegada del Mesías (Jesucristo) y fundación de la Iglesia.
  14. Última Cena y sacramentos de la Eucaristía y del Sacerdocio.
  15. Crucifixión y Resurrección de Jesucristo.
  16. La Ascensión, Pentecostés e inicio de la vida de la Iglesia.
  17. División humana de los sacerdotes en obispos y presbíteros.
  18. La vida familiar cristiana.
  19. Cesaropapismo y papocesarismo.
  20. La sexofobia y el celibato.
  21. Mahoma y el islamismo..
  22. Principales divisiones de la Iglesia: ortodoxos y protestantes.
  23. Fátima y desobediencia de los Papas a la Virgen María.
  24. La Iglesia en la actualidad.
  25. Profecías y futuro de la vida de la Iglesia.

Estos son los principales eventos y desastres, y nos permitirán analizar la actitud de Dios respecto a muchos de ellos; de tal forma procuraremos comprender mejor el plan de Dios. Se han destacado en letras negritas los temas que nos parecen más importantes.


La vocación de Abrahán y el  inicio del pueblo hebreo

Tiempo después de los tremendos eventos del diluvio y de la torre de Babel (2 y 3 de la lista previa), comentados en el artículo anterior, Dios inició la formación de un pueblo suyo. Dios eligió como cabeza de su pueblo a  Abrahán; le pidió que saliera de su tierra y fuera a la tierra que está al oriente extremo del mar Mediterráneo, y le prometió darle esa tierra a su descendencia.

La humanidad creada por Dios pecó y se portó muy mal antes de la vocación de Abrahán. Dios lo permitió porque siempre respeta la libertad de sus creaturas. En artículos anteriores veíamos que las creaturas tienen inclinaciones buenas y malas:

  1. La inclinación a ser humildes y buscar el bien, debido al hecho de existir.
  2. La inclinación a ser soberbias y buscar su propio beneficio, debido al hecho de ser limitadas.

Tan mal se portaba en aquel tiempo la humanidad —antes de Abrahán— , que Dios decidió eliminarla mediante el diluvio, excepto a 8 buenas personas: Noé, su mujer y su tres hijos con sus esposas; se salvaron del diluvio en el arca que Dios le pidió a Noé que construyera. A partir de ahí se renovaría la humanidad, pues  Dios ha querido que se renueve la humanidad que creó. Y desde entonces, hasta la fecha (año 2023), no ha habido otra eliminación humana tan grande.

El diluvio fue algo tremenado, pero fue una forma natural de eliminar a tanta gente. Luego la humanidad se recupera, pero vuelve a intentar rebelarse contra Dios uniendo sus fuerzas para construir la torre de Babel, que habría de llegar al Cielo. Entonces Dios reacciona para destruir la unidad de la humanidad de un modo muy extraño: confundiendo su lengua —que había sido una y la misma— para que en adelante se confunda y diversifique en muchas lenguas diferentes, de modo que los grupos humanos tengan dificultad para comunicarse y así rebelarse contra Dios.

Volvamos al tema de Abrahán. Él tuvo una Alianza con Dios, quien le prometió darle un hijo, en el que se cumplirían sus divinas promesas. Abrahán tenía por esposa a Sara, que era estéril. Se unían dos deseos, el deseo de Sara y Abrahán de tener un hijo, y el anhelo de Abrahán del hijo prometido por Dios.

Dios le confirma a Abrahán el pacto que tiene con él; Sara, siendo estéril y anciana, dará a luz un hijo, que será llamado Isaac. Pero de modo muy notable Dios le pide a Abrahán que le ofrezca en holocausto a su hijo Isaac. Con gran dolor Abrahán se dispone a obedecerle y ofrecérselo, e incluso llega a alzar el cuchillo, pero un ángel le grita que no lo hiera, y se le proporciona un animal para el sacrificio. Dios queda contento al comprobar que Abrahán le es del todo fiel.

Y resulta evidente que el sacrificio de su hijo, que Dios le pide y le perdona a Abrahán, no se lo perdonará Dios a Sí mismo cuando permita que Su Hijo Jesucristo sea crucificado por amor a nosotros, los humanos pecadores. 

Isaác engendra a Jacob, que tiene doce hijos, uno llamado José, que es el predilecto de Jacob. Los hermanos de José acaban aborreciéndolo por envidia y lo venden a escondidas de Jacob a una caravana que lleva esclavos a Egipto, donde José es vendido como esclavo.

Pero José es muy inteligente, y además tiene el don divino de interpretar sueños, y le interpreta al Faraón unos sueños que le preocupan mucho, y que nadie le puede interpretar. Además, José le explica al Faraón la hambruna amenazada por esos sueños y la forma de prevenirla. El Faraón se convence, encarga a José de que prevenga esa hambruna y lo hace su segundo de a bordo, virrey de todo Egipto. Luego se cumple la hambruna y José lo maneja todo muy bien.

La hambruna tiene lugar también en la tierra de Jacob; éste envía a sus hijos a comprar grano en Egipto y se encunetran con su hermano José. Luego se viene toda la casa de Jacob a Egipto y se quedan a vivir ahí 430 años (Cf. Éxodo 12, 40), multiplicándose en gran manera. Para entonces José murió y el Faraón es otro, que teme al numeroso pueblo de Dios y lo somete a riguroso control, haciéndolo trabajar en su provecho. El pueblo quiere irse de Egipto, pero el Faraón no lo permite.

Entonces Dios se revela a un hombre del pueblo de Dios, a Moisés, y le pide que saque a su pueblo de Egipto. Moisés se lo pide al Faraón, pero éste se niega. Ante su negativa Yavé (Dios) hace caer en Egipto diez tremendas plagas; el Faraón se niega ante las nueve primeras plagas, pero cede ante la décima plaga, que es la muerte de todos los primogénitos de Egipto. Entonces Moisés saca a todo su pubeblo de Egipto, pero el Faraón se arrepiente y sale con su ejército tras Moisés y su pueblo, que queda acorralado frente al Mar Rojo.

Dios le dice a Moisés que tienda su mano sobre el mar. Moisés lo hace y el mar se abre en dos, levantándose como dos grandes olas a derecha e izquierda de donde el pueblo caminará, dejando en el fondo un camino seco por donde el pueblo cruza hasta el otro lado del mar. El ejército del Faraón persigue al pueblo por el mismo camino, y cuando el pueblo termina de cruzar Dios le pide a Moisés que de nuevo tienda su mano sobre el mar. Moisés lo hace, y el mar se cierra a su posición normal, ahogando a todo el ejército del Faraón.

Este evento —histórico e indudablemente milagroso—, para el pueblo hebreo es el hecho que los confirma en que ellos son verdaderamente el pueblo de Dios. Esta es la realidad que encontramos acá abajo, en este mundo, o tejas abajo, como se suele decir. ¿Pero qué es lo que encontramos o tratamos de encontrar tejas arriba, es decir, allá arriba, desde el punto de vista de Dios? Porque esto último es lo que principalmente nos interesa al investigar el plan de Dios. ¿Por qué Dios abrió el Mar Rojo, y tantas cosas más?

Claro que Dios quiere que el pueblo hebreo tenga esta confirmación de que ellos son verdaderamente el pueblo de Dios. ¿Pero por qué quiere Dios que todo esto suceda y que todo esto se confirme? ¿Por qué quiere Dios que todo esto pertenecza o sea parte de su plan?

Parece no haber otra respuesta que el amor. Parece que Dios quiere —planea— amarnos; quiere amarnos a todas sus creaturas que somos personas; quiere que le correspondamos el amor, y que así, amándonos mutuamente, seamos plenamente felices para siempre, sin límites. Eso parece, sin duda, pero debemos analizarlo.

Dios quiere que seamos libres, sin imposición alguna. Dios no quiere que el amor que le tengamos sea impuesto, ni siquiera de manera ínfima. Por eso permite que obremos bien y también que obremos mal, que lo interroguemos, que le llevemos la contra, que lo ignoremos e incluso que lo odiemos. Dios se sabe lo suficientemente sabio y poderoso para lograr atraernos y que finalmente lo amemos con toda libertad y con toda nuestra capacidad.

Dios puede hacerlo todo Él solo. Sin embargo ha querido tener ayudantes, para beneficio de ellos; y también ha permitido tener adversarios. Pero nosotros nos fijaremos sobre todo en en lo que Dios decide y hace —un tanto al margen de sus ayudantes y adversarios—, que es lo que constituye el plan de Dios. 

Este evento de abrir el Mar Rojo nos puede ayudarnos mucho para comprender mejor el plan de Dios. Aquí tenemos un milagro; causalidad primera y causaldad segunda; bienes y males; tenemos agua (sin libertad), y personas (con libertad), y que usan su libertad tanto para el bien como para el mal, como Moisés y como el Faraón.


Problemática que surge del obrar de Dios

Si Dios es tan bueno y nos ama tanto, ¿por qué nos conduce por un camino tan difícil? Se trata de una pregunta difícil. Y para intentar responderla usaremos lo que veíamos al final del artículo anterior. Dado que nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, nuestros motivos se parecen a los motivos de Dios —en cierta medida—; y también los motivos de Dios se parece a nuestros motivos, si magnificamos los motvos divinos y les retiramos nuestros defectos.

Los buenos padres humanos a veces castigan fuertemente a sus hijos, cuando éstos se portan mal o muy mal. Pero usan el fuerte castigo como un medio para educarlos, es decir, para que debido al fuerte castigo ellos reflexionen sobre su mal comportamiento y procuren corregirse. Esos hijos pueden no conocer los motivos que tuvieron sus padres para castigarlos fuertemente, pero aun así siguen confiando en sus padres. Y esos buenos padres terminan perdonando a sus hijos y explicándoles el motivo del fuerte castigo, que suele ser que los hijos no se corregían de otra manera (a base consejos y castigos débiles).

Lo mismo sucede con nosotros y Dios: que solemos ser rebeldes y a veces Dios tiene que castigarnos fuertemente. Pero Dios prefiere educarnos con pocos consejos o mandamientos, y colocarnos en el mundo de manera que gracias a la experiencia de la vida aprendamos a educarnos por nosotros mismos, es decir, de manera que aprendamos a madurar.

Dios crea y continua creando muchísimas creaturas, no todas perfectas, sino con una gran gama de perfección, desde la Virgen María hasta Luzbel, luego convertido en Satanás. Que Dios obra o actúa siempre, Jesús lo afirma en el Evangelio: "Mi Padre obra siempre, y Yo también obro" (Juan 5, 17). Aquí Jesús se refiere al obrar de Dios en su creación, es decir, al obrar de Dios ad extra, creando y conservando en el ser. Dios nunca está inactivo en su creación. Sabemos que Dios crea muchas personas, y que esas personas tienen libertad y también dos tipos de inclinaciomes, buenas y malas:

  1. La inclinación a ser humildes y buscar el bien, debido al hecho de existir.
  2. La inclinación a ser soberbias y buscar su propio beneficio, debido al hecho de ser limitadas.

Dios ama a todas sus creaturas personales, aunque tengan inclinaciones al mal; y también a esas personas ha de salvarlas al final, ya que Él las creó y desde entonces conocía su final, por lo que si nunca pudieran salvarse Dios sería cruel por haberlas creado. En esto parece haber un conflicto entre misericordia y justicia, pero no es así, precisamente por tratarse de Dios.

Para nosotros es muy halagüeño saber que Dios salva a todos al final. Sin embargo puede ser muy poco motivador para que nos portemos bien; nada más pensemos lo que sucedería si lo supiéramos, o lo que habría sucedido si lo hubiéramos sabido mucho tiempo atrás. Por eso es muy clara la conveniencia de que Jesús no nos lo diera a conocer, sino que nos hablara de un Infierno eterno, sin aclarar el sentido que le daba al término eterno, que en realidad es el sentido de que nadie puede salir del Infierno por sus propias fuerzas, pero ciertamente puede salir con la ayuda de Dios.

En qué consista esa ayuda de Dios es algo que hay que investigar y aclarar —si a Dios no le molesta—, ya que es algo muy importante para nuestra investigación del plan de Dios. Todo indica que a Jesús le habría molestado que se aclarara cuando Él estuvo entre nosotros, como lo prueba el hecho de que Él no lo aclaró, o mejor, no quiso aclararlo. En esto se percibe que Jesús es el Gran Pedagogo.

Pero no es nada claro que a Jesús le siga molestando hoy eso mismo que en su vida entre nosotros le habría molestado, como lo manifiesta el hecho de que hoy muchos de nosotros sabemos que todos se salvan al final, y podemos probarlo, como lo hago yo. Hoy a Jesús no le habrá de molestar lo que antes le molestaba, debido a la gran educación actual. Lo malo es que eso que algunos sabemos —y podemos probar— no lo acepte todavía el magisterio de los obispos católicos.

Pero hay más. Dios ama a todas las personas, en todos los momentos de su existencia, con el mismo infinito Amor con el que las amó cuando las creó, y con el mismo infinito Amor con el que las sigue amando al conservarlas en el ser.

Dios ama a todas las personas, incluso hasta el final de su existencia, con el mismo infinito Amor con el que las amó cuando originalmente las creó. Los buenos padres humanos se parecen a Dios en el hecho de amar a sus hijos, pero el amor humano es finito y puede disminuir con el tiempo.

Esta diferencia se debe a que Dios es Amor, y las creaturas no lo son. Por ser Amor, Dios nunca deja de amar, y su Amor nunca disminuye. Las creaturas ni son Amor, ni aman infinitamente, ni conservan siempre sus grandes amores.

Cuando Dios castiga, para algunos de nosotros puede ser conveniente mirar el parecido que los amores divinos tienen con los amores humanos. También los buenos padres humanos siguen amando a sus hijos cuando éstos se portan mal, incluso cuando se portan mal y los castigan, recordando cómo los amaban cuando eran muy nños; y cómo no los dejan de amar, ni los castigan con un castigo tan tremendo como el del mal entendido infierno "eterno".

Entonces se entiende y acepta que al final todos se salven, y que el Infierno real tenga posible salida con la ayuda de Dios. (Se acepta que al final se salve incluso Hitler. En el Cielo todos amaremos a todos, incluso a Hitler, e incluso a Luzbel o Satán).

Esta mención de Hitler, y sobre todo de Satanás, inquietará a muchos. Pero fue bueno mencionarlos porque la realidad es que todas las pesonas finalmente se salvarán —sean humanas o no—, y debemos reconocerlo a fin de aceptar que Dios no es cruel. De hecho Hitler es persona, y también Satanás lo es, porque es un ángel y los ángeles son personas, ya que tienen inteligencia y libertad.

Nosotros tenemos muchas maneras de castigar —y de premiar—, y Dios tiene muchísimas: en eso también nos parecemos. Dios tiene algunas formas importantes de casigar que vale la pena considerar:

  1. Amonestar, que es reprender, o sea el típico regaño.
  2. Imponer castigo, que puede variar de muchas formas y también en su severidad, hasta el extremo de la muerte (con o sin la pérdida de la vida de la gracia).
  3. Dejar al que obra mal en manos de sus enemigos.
  4. Dejar al que obra mal en manos de sí mismo, dejándolo que siga obrando mal y padezca las consecuencias. En el fondo es dejar que siga obrando mal para que comprenda que se castiga a sí mismo. Es algo que puede convenir hacer con los que son muy rebeldes en su mal obrar. Y al dejarlos seguir obrando mal, puede suceder que maltraten a otros, a los que Dios habrá de compensar.

Hay que aclarar que los diversos castigos con que Dios puede castigar no son exclusivos, sino que Dios puede castigar con dos o más simultáneamente.

Al castigar al malvado —él o ella— con la imposición de algún castigo que provoque la muerte, lo normal es que no sepamos —ni ojo vio ni oído oyó— lo que le sucede en el período que va desde que muere hasta que llega a su salvación. Claro que en estricto rigor no sabemos si perdió o no la vida de la gracia, pero podemos sospecharlo y así pretender saber algo, pero muy poco.

Todo esto nos permite entender algo del famoso "ni ojo vio ni oído oyó". En este período peculiar —de muerte a salvación— pueden  darse casos de conocimiento previos al momento de la salvación, como los momentos del juicio particular o del juicio final, y algunos otros momentos. El famoso "ni ojo vio ni oído oyó" es bastante complejo. 

Dios suele castigar de alguna de estas 4 maneras aquí numeradas, aunque tenga muchísimas otras maneras de castigar. Lo importante es comprender que en todos los casos al final Dios siempre salva a todas las personas, pues Dios nunca es cruel. Y para nosotros conocer estas 4 maneras con las que Dios suele castigar, es algo que nos ayuda mucho a conservar nuestra tranquilidad.


Aparente conflicto entre misericordia y justicia

Pese al famoso "ni ojo vio ni oído oyó", a nosotros se nos pueden ocurrir formas con las que Dios podría llevar a los malvados a su salvación (se trata de formas que satisfagan toda justicia). Y al intentarlo, a nosotros nos parece algo muy difícil. ¿Cómo llevar a la salvación —con toda justicia— a Hitler, y peor aun, a Satán? Nos parece algo casi imposibe. Sin embargo Dios lo hace. Por tanto, debe haber algo que justifique eso que Dios hace.

Fue necesario comprobar que el Infierno tiene salida, para no tener que concluir que Dios es cruel. Y ahora será necesario comprobar algo más, para no tener que conluir que Dios es injusto.

Es triste que en ninguno de los dos casos —durante dos milenios— el magisterio de los obispos católicos no haya hecho algo de lo que debe hacer: investigar con toda seriedad y eseñar la verdad en esta temática. Es lo que el pueblo fiel necesita para poder vivir en paz: "La paz os dejo, mi paz os doy" (Juan 14, 27). La cruda realidad ha sido que los obispos nos han dejado vivir en el terror. Han dejado que se pueda concluir que Dios es cruel e injusto. Y a los que corrigen el error se les amenaza con el anatema. La consecuencia es que la Iglesia peregrina está muy desprestigiada.

Avancemos.

En el ámbito de la creación todo obrar requiere un esfuerzo, un empeño, ánimo, vigor, brío, o como se le quiera llamar; le llamaré esfuerzo, sea de tipo material o espiritual, o ambos. Algo es claro:

  • Sin ningún esfuerzo no se hace nada. Quien no se esfuerza en absoluto, no hace nada en absoluto.

Pero hace falta algo más. Quien se esfuerza o se puede esforzar requiere tener una capacidad de esfuerzo, una fuerza o energía en sentido muy amplio (no sólo en el sentido técnico de la física moderna), un poder o potencialidad, o vigor, o como se le quiera llamar; para evitar equívocos le llamaré vigor, sea de tipo material o espiritual, o ambos. Y también aquí algo es claro:

  • A mayor riqueza en el ser, mayor vigor. A mayor vigor, mayor posibilidad de esfuerzo. A mayor posibilidad de esfuerzo, mayor posibilidad de obrar o actuar. Hablaremos, pues, de ser, de vigor, de esfuerzos y de obras, 

Cuando Dios crea algo, lo pone en el ser (fuera de la nada). Y ese ser le da vigor a la creatura. Con su vigor la creatura puede poner esfuerzo. Y si la creatura es libre podrá decidir esforzarse más o menos o nada, y así obrar o no obrar, u obrar de diferentes formas con mayor o menor intensidad, dependiendo de la potencialidad de su vigor, que proviene de su ser, que proviene de Dios.

Respecto a Dios hablaremos de su gloria, que es infinita y la manifestación de su presencia. Dios es el más glorioso de los seres. El hombre y en general la creatura personal puede participar, imperfectamente, de la gloria divina como portador de su imagen. Dios puede manifestar su gloria en mayor o menor medida, y la persona creada puede aceptarla o rechazarla si tiene vigor suficiente para ello.

Comencemos considerando a los malvados. Y para abreviar, consideremos al más malvado del que tenemos noticia: Satanás. Si hubiera alguien más malvado que Satanás, de ese diríamos lo que diremos de Satán. Y eso se aplicará a toda persona creada, que siempre será menos malvada que Satán (o que ese posible más malvado que Satán). O sea que lo que concluiremos valdrá para toda persona creada.

Dijimos que fue necesario comprobar que el Infierno tiene salida, para no tener que concluir que Dios es cruel; y también que ahora será necesario comprobar algo más, para no tener que conluir que Dios es injusto.

Si lográramos comprobar esto último —algo más— para no tener que concluir que Dios es injusto, habremos logrado nuestro objetivo. ¿Qué es eso más que deseamos comprobar?

Lo que deseamos comprobar es eso que justifica lo que Dios hace. Y lo que Dios hace es llevar a la salvación a todos los malvados y condenados respetando toda justicia.

Y ya en concreto, para abreviar, lo que deseamos comprobar es eso que justifica que Dios lleve a la salvación a Satán respetando toda justicia. Y eso es lo siguiente:

  • Que Dios logre que Satán haya alcanzado su justo castigo en el Infierno, que libremente anhele unirse a la gloria de Dios, que se duela de sus pecados, que se arrepienta y que pida perdón.

Luzbel —antes de convertirse en Satán— fue creado por Dios como una persona maravillosa, como un ángel en estado de gracia, que se llamaba Luzbel —Luz Bella—, pero que tenía inclinaciones al mal, como las puede tener toda persona creada. Y como Luzbel era maravilloso, libremente quiso serlo al máximo, pecó y se convirtió en Satán; desarrolló el vicio de la soberbia y le molestaba todo lo que fuera mayor que él.

Conociendo Satán que él era creatura y que Dios era su Creador —mucho mayor que él— ese conocimiento lo llevó a desarrollar aversión a Dios rechazando la gloria que Dios le manifestaba y ofrecía. (Sería conveniente releer ahora lo referente al pecado que convirtió a Luzbel en Satanás, la soberbia).

Desarrollar aversión a Dios rechazando su gloria, fue una acción que requirió un importante esfuerzo de parte de Satán. Además él sabía que no podia eliminar ni disminuir a Dios, y eso lo llevó a convertir su aversión en odio. Al no poder disminuir a Dios, Satán se propuso fastidiar sus obras, sobre todo su Iglesia.

Llegar al odio requirió un esfuerzo mayor de parte de Satán. Pero él disponía del vigor requerido para esforzarse a fin de rechazar la gloria que Dios le mostraba y así ir logrando su aversión y su odio a Dios.

La gloria de Dios es a lo que toda creatura naturalmente tiende sin ningún esfuerzo —para lo que es creada—, a menos que, si es persona, libremente rechace la gloria que Dios le muestra y ofrece. Y ese rechazo es una acción que requiere un esfuerzo importante de parte de la creatura. Esto vale para los humanos y también para los ángeles (también para Satán).

Dios es libre de mostrar o no mostrar su gloria, o de mostrarla en mayor o menor medida. De hecho Dios muestra su gloria a las personas —en la medida conveniente a cada una— al momento de juzgarlas. Así, a la hora de su juicio, las personas comprenden lo que logran o lo que pierden.

Una creatura recién creada es semejante a un niño recién nacido. Y así como los buenos padres humanos aman a su hijo recién nacido, Dios ama a su creatura recién creada.

Y si el hijo al crecer se porta mal rechazando la bondad de sus pades, ellos lo siguen amando —incluso si lo castigan— al recordar cómo lo amaban recién nacido, aunque el amor haya disminuido. Pero el rechazo del hijo fue una acción que requirió un esfuerzo.

Y tambien, si la creatura al crecer se porta mal rechazando la gloria que Dios le muestra y ofrece, Dios la sigue amando —incluo si la castiga— al considerar —no recordar— como la amaba recién creada; y en Dios el amor no disminuye. Pero el rechazo de la creatura fue una acción que requirió un esfuerzo. Y es importante considerar si el esfuerzo de la creatura es suficiente o no para rechazar la gloria que Dios le muestra y ofrece. Si no es suficiente el rechazo no se logra.

Satán es creatura, y por tanto es limitado, en su ser, en su vigor, y en los esfuerzos que puede lograr con ese vigor y ese ser limitados. Cuando Dios juzgó a Satán, le mostró una gloria limitada, como lo hace con todas las personas al juzgarlas. Pero la gloria de Dios es infinita y Él siempre puede aumentarla o disminuirla al mostrársela a las personas, también a Satán.

Si Dios juzga ya concluido el justo castigo merecido por Satán, entonces Dios le muestra a Satán una gloria superior al mayor esfuerzo que Satán puede lograr, y entonces Satán no puede rechazar la gloria que Dios le muestra, es decir, no puede rechazar a Dios.

Y como la gloria de Dios es a lo que toda creatura naturalmente tiende sin ningún esfuerzo —para lo que fue creada—, a menos que, si es persona, libremente rechace la gloria que Dios le muestra y ofrece, resulta que si Satán no puede rechazar la gloria que Dios le muestra, entonces Satán necesariamente la acepta sin nungún esfuerzo, ya que naturalmente tiende a ella.

Así se jusifica ontológicamente —ampliando suficientemente la gloria que muestra a los malvados— que Dios logre salvar a todos los malvados y condenados respetando su libertad y conforme a toda justicia, si quiere hacerlo. Pero Dios quiere hacerlo; luego lo hace.

Aquí tenemos la clave para entender y afirmar que Dios logra su Gran Proyecto. Y también la clave para resolver el aparente conflicto entre misericordia y justicia.

Esto nos permite conocer el origen y el destino de Satán —creación y salvación—, pero no todo lo que "ni ojo vio ni oído oyó". Seguimos sin poder conocer en concreto ni la cualidad ni la intensidad de la gloria que Dios le mostrará a Satán para llevarlo a su salvación.

Sin embargo, Dios quiso mostrarnos algo de lo que "ni ojo vio ni oído oyó",  y ahora lo podremos usar en nuestra investigación. Dios le dejó oír al Papa León XIII, en un éxtasis al final de la Misa, el siguiente diálogo entre Satán y Jesucristo (Satán con voz áspera y Jesucristo con voz suave):

  • Satanás:      Yo puedo destruir tu Iglesia.
  • Jesucristo:   ¿Tú pudes? Entonces sigue adelante, y hazlo.
  • Satanás:      Para ello necesito más tiempo y más poder.
  • Jesucristo:   ¿Cuánto tiempo, cuánto poder?
  • Satanás:      75 a 100 años, y un mayor poder sobre aquellos que                          se entregan a mi servicio.
  • Jesucristo:   Tú tienes el tiempo, tú tendrás el poder, haz con                                   ellos lo que quieras.

Como consecuencia de oír este diálogo, el Papa escribió enseguida la oración a San Miguel que se rezaba al terminar la Misa.

Que Jesús le concediera a Satán todo lo que éste le pedía, claramente indica que Dios estaba castigando a Satán de la manera (4) numerada aquí arriba: Dejar al que obra mal en manos de sí mismo, dejándolo que siga obrando mal y padezca las consecuencias. ... Y al dejarlo seguir obrando mal, puede suceder que maltrate a otros, a los que Dios habrá de compensar.

Ya que Satán es muy rebelde —y procura lastimar incluso a la Iglesia— como puede verse en el diálogo anterior, Dios sabe que Satán sólo se convertirá si lo decide por sí mismo. La consecuencia ha sido que Satán maltrata a muchísimas personas, que Dios habrá de compensar. Y Dios lo acepta quizá como única solución de conquistar a Satán. También es interesante el diálogo que Satán tiene con Yavé con motivo de Job (Cf. Universal voluntad salvífica divina).

La estrategia de Dios es aumentar la gloria que le muestra a Satán hasta un nivel en el que el limitado Satán ya no pueda rechazarla, en cuyo caso tenrdá que aceptarla libremente, pues se trata de la gloria a la que está destinado por naturaleza. Al percbir esa gloria, sin tener capacidad para rechazarla, Satán anhelará unirse a ella, para lo cual libremente se dolerá de sus pecados, se arrepentirá y pedirá perdón.

Hay que considerar lo tremendo del Infierno en el que ha estado Satán, y cómo Dios lo ha seguido amando como cuando lo creó. Con esa estrategia Dios logrará la salvación de todas las personas, con un maravilloso resultado futuro, descrto en la Sagrada Escritura:

  • "Habitará el lobo con el cordero,
    y el leopardo se acostará con el cabrito,
    y comerán juntos el becerro y el león,
    y un niño pequeño los pastoreará.
    La vaca pacerá con la osa,
    y las crías de ambas se echarán juntas,
    y el león, como el buey, comerá paja.
    El niño de teta jugará junto a la hura del áspid,
    y el recién destetado meterá la mano
    en la caverna del basilisco.
    No habrá ya más daño ni destrucción
    en todo mi monte santo,
    porque estará llena la tierra
    del conocimiento de Yavé,
    como llenan las aguas el mar".
    (Isaías 11, 6-9).

Y también:

  • "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.
    Y el que escucha diga: Ven.
    Y el que tenga sed, venga,
    Y el que quiera tome gratis el agua de la vida".
    (Apocalipsis 22, 17).

En el artículo siguiente entraremos a la tierra prometida y su conquista. Por ahora terminaremos el presente artículo y podremos imaginar lo que Dios le dirá finalmente a Satán (y de manera semejante a todos):

Ven acá mi Chiquito. Ven acá mi querido Luzbel.
Ven a mis Brazos. Ven a mi Corazón. Ven a mi Cielo. Ven a tu salvación.


Y lo mismo hará Dios con todos los malvados.

A fin de cuentas Dios es Dios, y los malvados son creaturas.


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