CAMINO A LA TIERRA PROMETIDA
El plan de Dios (9)

Al tratar de la tierra prometida y su conquista, importa mucho considerar las personas que Dios crea. Sabemos que ha creado a muchísimos seres humanos, y a muchísimos ángeles, buenos y malos; todos ellos son personas. Pero también nos interesa mucho considerar las otras personas que Dios ha creado, crea y creará, aunque muchas de ellas nos sean desconocidas, al menos por ahora. 

Sabemos que las personas que Dios crea no son perfectísimas todas ellas, como si todas fueran semejantes a niños mimados en el Cielo, sino que Dios crea personas con una enorme gama de perfecciones que, por ser libres, tienen inclinaciones al bien y al mal:

  1. La inclinación a ser humildes y buscar el bien, debido al hecho de existir.
  2. La inclinación a ser soberbias y buscar su propio beneficio, debido al hecho de ser limitadas.

Dios ha creado, crea y creará infinidad de personas con ambas inclinaciones, y también otra infinidad de creaturas que no son personas; de modo que su creación o decreto sea lo máximo, es decir, su Gran Proyecto, dado que en ese Gran Proyecto tarde o temprano todas las personas se salvan, como vimos en el artículo anterior.

Será muy conveniente analizar esta problemática al comenzar a tratar de la tierra prometida. Por lo cual reproduciremos aquí una vez más, para tenerla a la vista, la lista ya conocida de los principales eventos y desastres que han tenido lugar en lo que llevamos de la historia judeocristiana hasta la fecha (año 2024).

  1. La creación del hombre, el pecado y su difusión.
  2. El diluvio.
  3. La torre de Babel.
  4. La vocación de Abrahán y el inicio del pueblo hebreo.
  5. Los Patriarcas.
  6. Los años vividos por el pueblo hebreo en Egipto.
  7. Moisés y la salida de Egipto.
  8. El Decálogo.
  9. La conquista de la tierra prometida.
  10. El pueblo de Dios no quiso que Dios lo gobernara.
  11. Dios ama mucho a David, pese a haber mandado matar a Urías.
  12. Las 12 tribus de Israel se dividen.
  13. Llegada del Mesías (Jesucristo) y fundación de la Iglesia.
  14. Última Cena y sacramentos de la Eucaristía y del Sacerdocio.
  15. Crucifixión y Resurrección de Jesucristo.
  16. La Ascensión, Pentecostés e inicio de la vida de la Iglesia.
  17. División humana de los sacerdotes en obispos y presbíteros.
  18. La vida familiar cristiana.
  19. Cesaropapismo y papocesarismo.
  20. La sexofobia y el celibato.
  21. Mahoma y el islamismo.
  22. Principales divisiones de la Iglesia: ortodoxos y protestantes.
  23. Fátima y desobediencia de los Papas a la Virgen María.
  24. La Iglesia en la actualidad.
  25. Profecías y futuro de la vida de la Iglesia.

Estos son los principales eventos y desastres, y nos permitirán analizar la actitud de Dios respecto a muchos de ellos en la tierra prometida; de tal forma procuraremos comprender mejor el plan de Dios. Se han destacado en letras negritas los temas que nos parecen más importantes.

Como veremos, a partir de aquí nos resultará importante plantearnos el problema de si la infinidad de creaturas que Dios crea sean aleatorias o no.

Este planteamiento se refiere a todas las creaturas, sean personas o no, pero aquí nos referiremos principalmente a las creaturas que son personas, ya que respecto a ellas es de gran importancia la actitud de Dios.

Nada más pensemos en la infinidad de personas que Dios crea, y las diversas características de cada una: sus inclinaciones al bien y al mal, sus futuras decisiones libres, sus metas y los millones y millones de detalles que Dios ha de considerar en la creación de todas esas personas. Y luego todo lo que Dios habrá de hacer para lograr la salvación de todas ellas.

Al tratar sobre todo eso, que es tanto, nos inclinamos a considerar que todas esas creaturas fueran aleatorias. Pero así como consideramos que en Dios la "imposibilidad" no funciona, también consideramos que en Dios la "aleatoriedad" tampoco funciona. ¿Cómo podría Dios crear personas —o cualquier otra creatura— sin un proyecto previo? ¿De donde provendría la supuesta aleatoriedad? ¿Acaso provendría de la nada? ¡Imposible!

Por tanto Dios decide todo el proyecto previo de toda la realidad de cada una de sus creaturas a fin de lograr crearlas. Y en ese campo de la acción divina nuestra investigación está radicalmente limitada, tan sólo debido a la limitación de nuestra inteligencia de creaturas. Por tanto, en este campo, nuestra investigación debe referirse a la acción divina bajo el necesario supuesto de que Dios conoce a fondo a todas sus creaturas desde antes de crearlas.

Y esto vale también, por supuesto, al tratar de la tierra prometida. Aquí se aprecia la importancia de la investigación tanto del camino a la tierra prometida como la investigación de su conquista; dado que esta temática nos inicia en conocer la necesidad de la omnisciencia divina en su Presente Eterno, ya en la detallada realidad de la tierra prometida.

No teníamos tanto detalle en la creación de Adán y Eva, ni en el pecado original, ni en el diluvio, ni en la torre de Babel, ni en los tres primeros patriarcas israelitas. La tierra prometida es ya muy semejante a la múltiple, variada y cambiante realidad de nuestra vida diaria actual.

En adelante trataremos separadamente, en primer lugar, el inicio del camino a la tierra prometida; y en segundo lugar el término del camino a la tierra prometida. En el siguiente artículo trataremos la conquista de la tierra prometida.


Inicio del camino a la tierra prometida

La apertura del Mar Rojo y la apertura del Río Jordán tienen especial importancia en el camino a la tierra prometida. Al cruzar el Rio Jordán — que se abre— y entrar al espacio de la tierra prometida, termina el camino a la tierra prometida, que no había terminado antes de cruzar el río. En cambio, no hay tanta precisión al inicio del camino a la tierra prometida, en lo referente al cruce del Mar Rojo.

Podemos decir que el camino a la tierra prometida inicia al cruzar el Mar Rojo —que también se abre—, como sucede con el Rio Jordán. Pero también podemos decir que el camino a la tierra prometida inicia cuando Yavé le pide a Moisés que saque de Egipto a su pueblo. Hay un período entre la petición de Yavé a Moisés y el cruce del Mar Rojo. Y en ese período, Yavé hace cosas que nos resultan extrañas, y que es conveniente considerar.

Cuando José —hijo de Jacob— se convirtió en virrey de Egipto, Jacob, con toda su familia y todo lo que tenía se fue a vivir a Egipto. (A Jacob también se le llama Israel, y a los hebreos también se les llama israelitas). Los israelitas vivieron en Egipto unos 430 años (Cf. Éxodo 12, 40) y se multiplicaron mucho. Muerto José, y pasados cientos de años, el nuevo Faraón temía a los israelitas por ser tan numerosos, los había convertido en esclavos y los controlaba con trabajos pesados. Los israelitas querían salir de Egipto pero el Faraón no lo permitia porque trabajaban mucho en beneficio de Egipto.

Llegó el momento en que Yavé le pidió a Moisés que sacara a su pueblo de Egipto, pidiéndoselo al Faraón. Moisés le dijo a Yavé que él no era bueno para hablar. Yavé le dijo que se hiciera acompañar de su hermano, Arón: tú le dirás a Arón lo que Yo te diga a ti, y Arón se lo dirá al Faraón, para que deje salir de su tierra a los israelitas. Yavé haría prodigios en Egipto —10 plagas— para que el Faraón permitiera salir de Egipto a los israelitas. Esas plagas dañaban a los egipcios, pero no a los isrraelitas.

Moisés —sirviéndose de su hermano Arón— le pidió al Faraón que dejara salir de Egipto a los israelitas, pero el Faraón se negó. Entonces Moisés —siempre sirviéndose de Arón— informó al Faraón que, por negarse, Yavé haría venir sobre Egipto una plaga, la de sangre. Resumiré a continuación las 10 plagas y algunas de sus consecuecias.

Plaga 1: sangre. El agua de Egipto se convertirá en sangre. La plaga se cumplió, pero el Faraón se negó a dejar salir de Egipto a los israelitas.

Plaga 2: ranas. Egipto se llenó de ranas, pero el Faraón nuevamente se negó.

Plaga 3: mosquitos. Egipto se llenó de mosquitos, pero el Faraón nuevamente se negó.

Plaga 4: tábanos. Egipto se llenó de tábanos, pero el Faraón nuevamente se negó.

Plaga 5: peste. En Egipto surgió una peste muy mortífera en los animales, pero el Faraón nuevamente se negó.

Plaga 6; pústulas y tumores. Se produjeron en toda la tierra de Egipto, en hombres y animales, pústulas y tumores, y el Faraón se ablandaba. Pero en esta ocasión Yavé endureció el corazón del Faraón, que nuevamente se negó.

Plaga 7: granizo. Yavé mandó a Moisés a decir al Faraón, de su parte, lo siguiente: "Si Yo hubiera tendido mi mano y te hubiera herido con la peste, tú y tu pueblo habríais desaparecido de la tierra; pero te he dejado con vida para que por ti brille mi poder y mi nombre sea celebrado en toda la terra"  (Éxodo 9, 15-16). Una tremenda granizada hizo morir a los que no se retiraban del campo, y también atacó a las plantas. El Faraón dejó salir a Moisés, pero cuando vio que había cesado la granizada, endureció su corazón hasta el extremo y no dejó salir a los israelitas.

Plaga 8: langostas. Yavé dijo a Moisés: "Ve al Faraón, porque yo he endurecido su corazón y el de sus servidores, para obrar en medio de todas estas señales", "para que cuentes a tus hijos y a los hijos de tus hijos cuán grandes cosas hice Yo entre los egipcios, y qué prodigios obré en medio de ellos, y sepáis que Yo soy Yavé" (Éxodo 10, 1-2). Ante la plaga de la langosta el Faraón le dijo a Moises que les permitía salir, pero con  ciertas restricciones. Entonces Yavé lanzó sobre Egipto la langosa de manera terrible. El Faraón llamó a Moises y pidió perdón, y le pidió que rogara a Yavé para que retirara la langosta; y así se hizo. Pero Yavé endureció el corazón del Faraón y éste no dejó salir a los israelitas.

Plaga 9: tinieblas. Entonces Yavé envió sobre Egipto la plaga de densísimas tinieblas durante tres días, en las que no se podían ver unos a otros. El Faraón llamó a Moisés y les pemitió salir, pero con nuevas restricciones. Moisés respondió que no aceptarían ningunas restricciones. Yavé endureció el corazón del Faraón, que no los dejó salir, y además le dijo a Moisés que no volviera, porque el día que volviera a su presencia moriría.

Plaga 10: Yavé mata a los primogénitos de Egipto. Yavé dijo a Moisés: "Sólo una plaga más voy a hacer venir sobre el Faraón y sobre Egipto, y después de ella, no sólo os dejará ir, sino que os echará de aquí. En medio de la noche mató Yavé a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde el primogénito del Faraón, que se sienta sobre su trono, hasta el primogénito del preso en la cárcel, y a todos los primogénitos de los animales. El Faraón se levantó de noche, él, todos sus servidores y todos los egipcios, y resonó en Egipto un gran clamor, pues no había casa donde no hubiera un muerto" (Éxodo 12, 29-30)."

Como consecuencia el Faraón llamó a Moisés y le permitió que todo su pueblo saliera de Egipto. Yavé le pidió a Moisés que dijera al pueblo que cada hombre pidiera a su vecino y cada mujer a su vecina objetos de plata y oro. "Yavé hizo que hallaran gracia a los ojos de los egipcios, que accedieron a su petición". (Éxodo 12, 36).

Salieron de la tierra de Egipto los israelitas. Pero Yavé dijo: "Yo endureceré el corazón del Faraón y él os perseguirá, pero Yo haré brillar mi gloria en el Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que Yo soy Yavé" (Éxodo 14, 4).

Ya estando los israelitas junto al Mar Rojo, Yavé dijo a Moisés: "Tú alza tu cayado y tiende el brazo sobre el mar, y divídelo para que los hijos de Israel pasen por en medio, en seco. Yo endureceré el corazón de los egipcios, para que entren también detrás de ellos, y haré brillar mi gloria sobre el Farón y sobre todo su ejército, sus carros y sus caballeros, y los egipcios sabrán que Yo soy Yavé, cuando el Faraón, sus carros y sus caballeros hagan resplandecer mi gloria" (Éxodo 14, 16-18). 

"Aquel día libró Yavé a Israel de los egipcios, cuyos cadáveres vio Israel en las payas del mar. Israel vio la mano potente que mostró Yavé para con Egipto, y el pueblo temió a Yavé, y creyó en Yavé y en Moisés, su siervo" (Éxodo 14, 30-31).

Aquí se aclara la importancia del famoso "que sepan que Yo soy Yavé". El objetivo de Yavé es: que el pueblo crea en Yavé y lo tema, y que crea en Moisés, su siervo. Lo cual en aquellos tiempos sólo se lograba si Dios obraba de manera tremenda (con mano potente).

El texto completo de lo que hemos comentado —desde que Yavé pidió a Moisés que sacara de Egipto a su pueblo, hasta que su pueblo cruzó el Mar Rojo— está en el libro del Éxodo; desde el final del capítulo 6 (versículos 28, 29 y 30) hasta el final del capítulo 14, en sus últimos versículos (30 y 31), que hemos citado aquí dos párrafos arriba. Es un texto largo, que abarca 8 capítulos completos, desde el 7 hasta el 14.   

La narración de las 10 plagas y su ejecución abarca 6 capítulos (del 7 al 12). El resto del texto comenta las consecuencias y la salida de Egipto como base de la institución de la fiesta perpetua de la Pascua.

Dijimos que en este período Dios —Yavé— hace cosas que nos resultan extrañas, y que es conveniente considerar. Y en efecto, Dios le pide a Moisés que saque a su pueblo de Egipto, hablando con el Faraón, y luego varias veces Dios endurece el corazón del Faraón para que no deje salir de Egipto a los israelitas. Consecuencia de lo cual lleva a que Moisés, y todos los israelitas, lleguen a estar amenazados de muerte. Esta forma de obrar de Dios requiere alguna explicación de nuestra parte a fin de lograr entenderla.

En el artículo anterior mostramos que debido a que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, muchos de nuestros motivos son semejantes a los motivos de Dios; y también al revés, muchos de los motivos de Dios son semejantes a nuestros motivos; y así, podemos entender muchos motivos divinos y modos de obrar divinos, comparándolos con los nuestros.

Sin embargo, esto es sólo una parte de la realidad, porque la semejanza de nosotros con Dios no abarca toda la realidad de Dios. Hay aspectos de Dios con los cuales los humanos no tenemos semejanza. Por ejemplo, Dios es omnipotente, y nosotros no; Dios es omnisciente, y nosotros no; y mil etecéteras.

Veamos un ejempló bíblico. Jesús le dice a Pedro: "¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!" (Mateo 16, 23). Aquí los pensamientos de Dios y los pensamientos de los hombres no se parecen, pero en otros casos ambos pensamientos pueden parecerse, en aspectos peculiares. Por tanto, no se trata sólo de temas peculiares, como los motivos o los pensamientos. Se trata de lo divino y de lo humano, independientemente del tema que se trate.

En lo divino pueden darse temas, aspectos, circunstancias, etcétera, que no tengan semejanza con lo humano. En general es necesario pensar a fondo, a fin de comprender si en lo divino y en lo humano hay semejanza o no. Es una dificultad que se presenta principalmente debido a la riqueza e infinitud de lo divino, (y claro, también en lo humano pueden surgir dificultades, debido a la riqueza humana, aunque ésta sea menor). Sólo cuando las realidades divinas se asemejan a las humanas podemos mejorar el conocimiento de lo divino comparándolo con lo humano.

Por todo eso decimos que Dios escribe derecho con renglones torcidos.

En lo que hemos visto respecto a Yavé, Moisés y el Faraón, hay algo más que semejanzas entre lo divino y lo humano. En esto surge muchas veces el famoso "que sepan que Yo soy Yavé"; para lo cual Yavé fastidió a los egipcios, además de que Yavé mismo se vio como alguien presuntuoso, sin que realmente sea presuntuoso. En el famoso "que sepan que Yo soy Yavé", no hay semejanza entre lo divino y lo humano. 

Cuando un humano, como yo (Paulino), hiciera algo para "que sepan que yo soy Paulino" (dando a entender que yo soy muy inteligente), yo actuaría como alguien muy presuntuoso, y en realidad sería muy presuntuoso, porque mi inteligencia es muy limitada, por el simple hecho de ser creatura. En cambio esto no sucede en Dios, que en realidad es perfectísimo en todos los aspectos. Dios no puede ser presuntuoso, porque no puede exagerar su propia perfección. 

Dios requiere que nosotros sepamos que Él es Dios, el omnipotente; lo cual en aquellos tiempos sólo se lograba si Dios obraba de manera tremenda, de manera omnipotente. Yavé requería que los egipcios supieran que Él es Yavé: "que sepan que Yo soy Yavé"; y que lo supieran con toda claridad también Moisés, Arón y todos los israelitas, y todo el mundo. Por eso se lo explica con claridad a Moisés, y lo explica también en la Biblia.

Dios dice lo que quiere decir, y hace lo que quiere hacer, aunque le parezca presuntuoso a algunos. A Dios en el fondo no lo le importa que algunos piensen que es presuntuoso; lo que le importa es que todos sepan que es Dios, para lo cual en algunas ocasiones quiere que vean a las claras que es omnipotente.


Término del camino a la tierra prometida

Ahora veremos el término del camino a la tierra prometida, lo cual tiene lugar cuando los israelitas cruzan el Río Jordán —que como el Mar Rojo también se abre—, para ingresar al terreno de la tierra prometida. Y será conveniente considerar el período y el trayecto que lleva del Mar Rojo al Río Jordán.

Durante este período Dios también obra de manera extraña desde nuestro punto de vista, pero no debe asombrarnos porque ya sabemos que Dios dice lo que quiere y hace lo que dice (escribe derecho con renglones torcidos), para lo cual tiene motivos superiores, aunque nosotros no los comprendamos del todo, y ni siquiera a nuestra satisfacción.

El trayecto que va desde donde se cruzó el Mar Rojo hasta el lugar donde se cruzó el Río Jordán, es de unos mil kilómetros, no mucho más. Pues bien, los isrelitas, dirigidos por Moisés bajo las instrucciones de Dios, tardaron unos 40 años en llegar a la meta, la tierra prometida. Es mucho tiempo; durante 40 años los isrelitas anduvieron errando por los llanos y desiertos del Sinaí y sus alrededores.

De los israelitas que salieron de Egipto sólo dos personas llegaron a la tierra prometida: Josué y Caleb. Dios no le permitió a Moisés entrar a la tierra prometida. Hay cosas que considerar durante esos 40 años, que nos ayudarán a investigar y conocer mejor el plan de Dios. Todo esto es tema de cuatro libros del Pentateuco: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Durante esos 40 años los israelitas vivieron en tiendas llevando consigo todo lo que tenían en Egipto: animales, ropa, objetos para la vida, para cocinar, etcétera; además de todos los objetos que les pidieron a los egipcios y que éstos les obsequiaron, incluidos objetos de lujo, de oro, de plata, etcétera. O sea que al acampar tenían que organizar todo eso. Y al mudarse de un lugar a otro tenían que transportarlo, a pie, en burros, etcétera; instalar las tiendas, cocinar, etcétera. Era un trabajo pesado.

Cuando Dios hubo librado a los israelitas de la esclavitud de Egipto, durante pocos meses los condujo por el desierto hasta el monte Sinaí, donde acamparon a los pies de la montaña, mientras Moisés subía a la montaña y estaba con Dios a fin de que le diera las leyes que su pueblo había de obedecer.

La promesa (alianza) que Dios había hecho primero con particulares: Abrahán, Isaac y Jacob, la renueva ahora con la nación entera. Israel era su pueblo y Él era su Dios. Él los había rescatado y esperaba que ellos respondieran obedeciendo sus leyes, que no regían solamente en las solemnidades de culto o religiosas, sino que abarcaban todos los aspectos de la vida y se resumian en los 10 mandamientos.

Yavé le dio a Moisé los 10 mandamientos (Decálogo) escritos por Dios mismo en dos tablas de piedra. Moisés hablaba con Yavé cara a cara y pasaba bastante tiempo en la cumbre del Sinaí. En esa ocasión el pueblo se rebeló tanto que se hizo un becerro de oro, al que le dio culto y le pidió que los regresara a Egipto. Al bajar del monte y ver esto, Moisés se enojó tanto que rompió las tablas de la ley. Yavé le hizo otras. Se ve que Moisés también hacía sus berrinches.

Durante esos 40 años, al ir pasando el tiempo y andar los israelitas errando por lugares áridos, los alimentos que llevaban se fueron agotando, se fueron comiendo sus animales y llegaron a tener escaséz de agua y de fuego, y muchas otras dificultades. Debido a lo cual comenzaron a añorar la vida relativamente tranquila que tenían en Egipto a pesar de estar esclavizados. Y todo eso se lo reclamaban a Moisés: "¿Es que no había sepulcros en Egipto, que nos has traído al desierto a morir?" (Éxodo 14, 11). Y también se lo reclamaban a Yavé, a través de Moisés. 

Al tener hambre, Yavé les dio pan del Cielo de ahí en adelante: el famoso maná, manjar milagroso a modo de escarcha. Cuando quisieron comer carne, Yavé les envió codornices. Y así, en las diversas circunstancias, Dios ayudaba a su pueblo. Pero a Dios le molestaba que su pueblo fuera tan rebelde. Es el tema y el problema de nuestra libertad, y de lo mucho que Dios la respeta.

En esos 40 años la rebeldía se hizo muy notable, pero en realidad es algo general en los humanos, debido a lo cual nuestro desarrollo y nuestra educación tiende a alargarse, y tanto más cuando nos portamos de manera muy rebelde. Así se explican los 40 años para el traslado de unos mil kilómetros hacia la tierra prometida.

Pero eso no es todo. Nuetra rebedía no sólo se presenta en las distancias, sino también en otras circunstancias, que se complican más al incrementarse nuestra rebeldía, como sucede incluso en la actualidad.

En el camino a la tierra prometida Yavé le pidió al pueblo que construyera un tabernáculo, que era una tienda grande que los israelitas hicieron de acuerdo con el modelo que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí. Era el lugar donde adoraban a Dios durante su viaje desde Egipto hasta la tierra prometida. Cada vez que acampaban levantaban el tabernáculo en el centro del campamento, rodeado de las tiendas de los israelitas de manera específica.

El funcionamiento del tabernáculo era muy complicado; tenía diversas cortinas, atrio, barreño, mesa de los panes presentados, altar del incienso, altar de los holocaustos, candelabro de oro, arca de la alianza, etcétera. El tabernáculo era transportado y levantado por personas precisas. Y ya en la tierra prometida, en Jerusalén fue suplantado por un templo. Analizar la actitud de Dios en estas complejidades nos ayuda mucho en nuestra investigación.

Es  interesante compararlas con la sencillez de lo dicho por Jesucristo a la samaritana: "Créeme, mujer, que es llegada la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. ... ya llega la hora, y es ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues tales son los adoradores que el Padre busca" (Juan 4, 21-23).

La actitud de Dios ante todas estas complejidades es la de ayudar a que los individuos de su pueblo, teniendo una libertad tan respetada por Él, tenga el tiempo requerido para aprender y para madurar. Y lo mismo puede decirse del resto de los humanos, si dejamos de lado lo del tabernáculo, los templos y demás peculiaridades de los israelitas.

El final del camino a la tierra prometida se logró al cruzar el Río Jordán, después de acampar al este del río frente a Jericó. Moisés dio la ley de Dios a la nueva generación antes de entregar el mando a Josué. Después de bendecir al pueblo, Moisés subió al Monte Nebo, desde donde contempló Canán, el país en el que no se le pemitió entrar, por su propia desobediencia anterior.


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