La sexualidad humana es un don divino maravilloso, que hemos de apreciar y ejercer debidamente, y del que debemos estar enormemente agradecidos.
En la actualidad son conocidos para nosotros diversos aspectos básicos de la sexualidad humana. El ser humano es sexuado: hay hombres y mujeres. El ser humano no es el único ser viviente sexuado; también lo son muchos animales y vegetales. Incluso podríamos pensar que en los minerales las atracciones eléctricas positivas y negativas son analogías de cierta “sexualidad” presente en toda la naturaleza. Sin embargo, la sexualidad humana es de una riqueza incomparable, y mucho mayor que la de las otras especies sexuadas.
Sexualidad humana.
También
nos es conocido que el hombre y la mujer, incluidas sus diferencias
sexuales, son de la misma naturaleza humana, y que tienen la misma
dignidad de personas y los mismos derechos derivados de tal dignidad.
La dignidad del ser humano se pone crudamente de manifiesto al
arrojarle al suelo un poco de comida a un perro y a un limosnero. El
perro la come, mueve la cola y vuelve por más; en cambio, el
limosnero nos insulta, justamente porque tiene dignidad.
Sexualidad humana.
También
nos es conocido que el hombre y la mujer, debido a sus diferencias
sexuales –que dan lugar a diferencias psicológicas– son
complementarios; y como consecuencia de tal complementariedad son
también fecundos de diversas formas. La fecundidad principal es la
que, gracias al coito, da lugar a un nuevo ser humano o hijo de un
hombre y una mujer; y en este tipo de fecundidad se apoya el
crecimiento y la perpetuación de la especie humana. Otras
fecundidades son de tipo psicológico, y dan lugar a una diversidad
de más y más fecundidades: mental, artística, emocional,
sentimental, familiar, social, laboral, etcétera.
Sexualidad humana.
También
sabemos que entre un hombre y una mujer puede y suele darse una forma
de amor particularmente intensa, a la que llamamos enamoramiento;
y que lo normal es que los enamorados deseen tener relaciones
sexuales, estar y vivir juntos, tener hijos y formar una familia. El
enamoramiento suele ser exclusivo de un hombre con una mujer. Así lo
pone de manifiesto el fenómeno de los celos, y también el fenómeno
de la favorita en las sociedades polígamas.
Sexualidad humana.
También
sabemos que la mujer ha sido injustamente infravalorada y maltratada
de diversas formas a lo largo de toda la historia humana, y que hoy
lucha con especial fuerza y valentía por su debida consideración.
Semejanza del ser humano con Dios
Todos estos aspectos básicos de la sexualidad humana, y muchos otros, deberán tenerse en cuenta en la búsqueda de una correcta ética o moral sexual. Y en relación con estos aspectos básicos resultan de máximo interés muchos de los pasajes de la Biblia, sobre todo de los primeros capítulos del Génesis. Citemos uno de ellos:
Al
terminar cada uno de los días de la creación vio Dios que lo que
había hecho era bueno. Y al terminar el sexto día con la creación
del hombre y la mujer, y la misión que les dio, vio Dios que “todo
era muy bueno”. Estos textos confirman la opinión del filósofo
Leibniz de que Dios creó el mejor de los mundos, como puede verse
más ampliamente en mi serie de artículos No te enojes con Dios,
a partir del primero de ellos: ¿Por qué Dios permite tanto
mal? Y de estos textos también puede inferirse que la misión
dada por Dios al hombre y la mujer al momento de crearlos, de
procrear y multiplicarse, es la mejor de las misiones que el ser
humano pudo tener, pues vio Dios que era algo “muy bueno”. ¿Por
qué habría de darle Dios al ser humano una misión mediocre?
Sexualidad humana.
Aquí
arriba tenemos, en el versículo 26, la primera vez que en la Sagrada
Escritura Dios habla en plural: “Hagamos al ser humano a
nuestra imagen, como semejanza nuestra”. Este hablar
en plural indica por primera vez en la Sagrada Escritura la Trinidad
de Dios, que se desglosa y describe cabalmente en el Nuevo
Testamento. Dios es Uno, mas no por eso es una soledad, sino una
Familia Divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Mucho se ha dicho de la semejanza del hombre con Dios. En ella se fundamenta principalmente la dignidad humana. Y se ha dicho que tal semejanza es trinitaria, porque así como Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el hombre hay ser, intelecto y voluntad. Sin embargo, esta semejanza trinitaria es pobre, porque a tres Personas Divinas no corresponden tres personas humanas, sino una sola persona y dos facutades humanas.
Para que la semejanza trinitaria sea completa se requieren tres personas humanas, y éstas son el padre, la madre y un hijo (o hija). La completa semajanza trinitaria del ser humano con Dios está en la familia, concretamente en cada una de las ternas familiares: padre, madre y uno de los hijos. En lo cual, además, se fundamenta la teoría pedagógica de la educación personalizada, donde los padres educan a cada hijo conforme a su personalidad única e irrepetible.
Las Personas Divinas son complementarias y fecundas, porque del Padre y del Hijo procede por vía de amor el Espíritu Santo, que es el Amor Divino en persona. Y Dios ha querido que el ser humano le sea semejante justamente en esto, en que cada hijo o hija sea el fruto de la complementariedad y fecundidad del amor de sus padres. Dios no quiso que la especie humana se multiplicara en base a individuos hermafroditas autosuficientes para reproducirse, sino que se multiplicara gracias al amor de personas complementarias y fecundas, que son sus padres; y que son complementarias y fecundas por ser dos personas diferenciadas sexualmente. Éste es el principal aspecto de la semejanza que Dios quiso que el ser humano tuviera con Él.
La sexualidad humana es la clave de la semejanza del ser humano con Dios. La sexualidad humana es uno de los mejores y más sublimes obsequios que nos ha hecho Dios. Él creó al hombre y a la mujer en gracia, y ya sexualmente diferenciados. Y la sexualidad es el elemento humano que hace posible que la especie humana se multiplique por amor. La sexualidad es algo bueno y santo, querido por Dios para el ser humano desde el momento de su creación, y en base a lo cual estableció su semejanza con Él. Desglosemos este importante principio de la semejanza humana con Dios:
Todo amor humano, y más, todo amor creatural es una participación del Amor que es el Espíritu Santo; y en lo humano esa participación es principalmente la del amor complementario, y muhas veces fecundo, entre personas sexualmente diferenciadas: un hombre y una mujer. El Espíritu Santo es un fuego de Amor, como se puso de manifiesto en Pentecostés con las lenguas de fuego y con la pasión que hacía parecer que los Apóstoles estaban borrachos:
No hay
fuego mayor que el fuego de Amor que es el Espíritu Santo. Y en el
ser humano ese fuego de amor se da al máximo en lo espiritual; pero
debido a la unidad de la persona humana se da también en lo corporal
(donde adopta un modo pasional y puede hacer un poco más de
“ruido”). Y por eso el fuego de la pasión carnal sexual es la
participación, en la carne, del fuego de Amor que es el Espíritu
Santo.
Sexualidad humana.
Se
podría objetar –y me temo que muchos lo harán incluso indignados–
que la pasión carnal sexual no es la participación, en la carne,
del fuego de Amor que es el Espíritu Santo; y en favor de tal
objeción se podrá recurrir al hecho de que la pasión carnal sexual
se da también en las relaciones sexuales inmorales o pecaminosas.
Sin embargo, este hecho de ninguna manera significa que en las
relaciones sexuales inmorales la pasión sexual carnal deje de ser
una participación, en la carne, del fuego de Amor que es el Espíritu
Santo. Y para comprenderlo será conveniente analizar la realidad de
la Protoalianza.
La Protoalianza
Llamo Protoalianza a la primera de todas las alianzas que Dios hizo con el ser humano, incluso antes del pecado original y del Protoevangelio (Génesis 3, 15) o primera buena nueva que anunciaba la futura derrota del Maligno. Se trata de una alianza que no aparece de manera explícita en el texto de la Sagrada Escritura, pero que ciertamente está ahí de manera implícita, porque si Dios no creara un alma para cada concepción humana los seres humanos no podrían ser personas ni multiplicarse conforme a la misión que Dios les dio (Génesis 1, 28). En efecto, los seres humanos tenemos alma, un espíritu –inmaterial– que nos da vida espiritual y gracias al cual podemos pensar, ser libres y amar. La Escritura lo describe de la siguiente manera:
El
plan
de
Dios
fue
que
los
hombres
se
multiplicaran
como
fruto
del
amor
conyugal
de
sus
padres.
Y
por
tanto,
tal
como
se
desprende
de
los
textos
del
Génesis,
Dios
se
comprometió
implícitamente
a
crear
un
alma
para
cada
concepción
humana,
gracias
a
la
cual
el
ser
humano
es
persona.
El
compromiso
del
ser
humano
–de
procrear y multiplicarse–
es
impuesto
por
Dios;
el
compromiso
de
Dios
–de crear un alma para cada concepción humana– es
libre,
pero
es
cumplido
por
Dios
en
coherencia
con
el
compromiso
que
le
impone
al
ser
humano.
A este mutuo compromiso es a lo que brevemente llamo Protoalianza.
Y
de
hecho
Dios
respeta
su
compromiso,
cumple
con
él
incluso
en
las
concepciones
pecaminosas
o
logradas
contra
las
leyes
morales,
como
sucede
en
los
casos
de
violación,
prostitución,
etcétera.
Sexualidad humana.
En
su
poema
El
placer
de
servir,
Gabriela
Mistral
–premio
Nobel
de
literatura–
dice
que
a
Dios
“pudiera
llamársele
así:
El
que
sirve”.
Me
parece
muy
bien;
y
yo
añado
que
también
puede
llamársele
así:
El
que
cumple.
Si Dios no creara un alma en los casos de coitos inmorales fecundos, tendría también que evitar la concepción, pues de otra manera se concebiría un monstruo humano, sin alma. Y para evitar la concepción tendría que obrar milagrosamente contra las normales leyes biológicas del cuerpo humano; tendría que estar interviniendo milagrosamente casi a favor o en apoyo de la inmoralidad humana. Por eso la Protoalianza se refiere a toda concepción humana, sea que tenga lugar en circunstancias morales o inmorales, y Dios cumple con tal compromiso y crea un alma humana en todos los casos. El alma de cada hijo humano debe ser creada por Dios, ya que, por ser espiritual, no proviene de los cuerpos de los padres.
De
manera
semejante,
la
pasión
sexual
carnal
no
deja
de
ser
una
participación,
en
la
carne,
del
fuego
de
Amor
que
es
el
Espíritu
Santo
en ninguna de las
relaciones
sexuales,
incluso
en
las inmorales.
Si
dejara
de
serlo,
esa
misma pasión
sexual
carnal
–que
también
se
da
en
las
relaciones
sexuales
inmorales–
se
explicaría
por
otros
motivos;
y
esos
mismos
motivos
explicarían
esa
misma pasión
sexual
carnal
en
las
relaciones
sexuales
morales,
no
pecaminosas,
al
margen
del
Espíritu
Santo.
Y
entonces
el
fuego
del
amor
humano
santo
de
toda
la
persona
humana
–alma y cuerpo– del
que
los
hijos
son
fruto,
no
sería
una
participación
del
fuego
de
Amor
que
es
el
Espíritu
Santo.
Sexualidad humana.
El
Espíritu
Santo
cumple
con
participar
de
su
Amor
en
todo
acto
amoroso
y
en
toda
relación
amorosa,
humana
o
no.
Y
las
relaciones
sexuales
humanas
son
actos
amorosos
por
su
propia
naturaleza,
diseñada
y
querida
por
Dios.
Y
dada
la
unidad
de
la
persona
humana,
las
relaciones
sexuales
son
amorosas
en
lo
espiritual
y
en
lo
corporal,
participando
en
ambos
aspectos
del
fuego de Amor
que
es
el
Espíritu
Santo.
Pero
el
ser
humano,
por
ser
libre,
puede
apagar
el
amor
en
lo
espiritual
y
obrar
inmoralmente;
mas
no
puede
apagar
la
pasión carnal,
porque
no
tiene
un
completo
control
sobre
su
cuerpo,
como
consta
porque
no
puede
evitar
a
voluntad
el
dolor
físico.
Además,
el
ser
humano
no
suele
querer
evitar
la
pasión
sexual
carnal,
aunque
muchas
veces
quiera
y
pueda
evitar
el
amor.
Sexualidad humana.
Aquí
tenemos el principio básico que debe orientar todo el desarrollo de
una adecuada moral sexual cristiana:
Es
importante tener siempre presente este principio en la revisión y el
desarrollo de una adecuada moral sexual cristiana. Y es también
conveniente tener presente que tal revisión y desarrollo de la moral
sexual se debe a, y se justifica por, el hecho de que nos encontramos
en la crisis del incumplimiento:
seguimos divididos en católicos, ortodoxos y protestantes; y después
de dos milenios sólo hemos logrado el 0.4% de lo que Cristo nos
pidió.
Sexualidad humana.
La
Protoalianza tiene otras implicaciones, pero no voy a tratar de ellas
en la presente serie de artículos.
El derecho humano al sexo
El
tema de los derechos humanos se conoce mejor en la actualidad porque
se ha venido estudiando mucho en los últimos tiempos. Los derechos
humanos se derivan de la dignidad de la persona humana creada por
Dios, y son irrevocables,
inalienables,
intransmisibles
e
irrenunciables.
Por
eso
la
dignidad
y
los
derechos
humanos
no
son
gratuitamente
otorgados
por
determinados
seres
humanos,
ni
por
el
Estado,
ni
por
la
Iglesia;
ni
se
adquieren
por
buen
comportamiento
ni
se
pierden
por
mal
comportamiento,
sino
que
son
inherentes
a
la
persona
humana.
Sexualidad humana.
Con
el tiempo se van descubriendo más y más derechos humanos: derecho a
la vida, a la educación, a la asistencia médica, a la vejez;
derechos de los ciudadanos, de los niños, de las mujeres, etcétera.
Y entre tantos derechos humanos podemos identificar algunos que son
básicos o primarios, y describirlos de la siguiente manera.
Lo
dicho en (11) de inmediato resulta atípico, extraño, raro,
exagerado, rigorista, represivo, enfermizo; significa que nadie tiene
derecho de ejercer su sexualidad antes de casarse, ni después de
enviudar. Eso significa que los seres humanos no pueden ejercer su
facultad sexual, dada por Dios, durante años y años, o aun décadas,
o incluso nunca, ¡nunca!, sin excepción, si por algunas
circunstancias el matrimonio no se logra. A efectos del derecho de
ejercer las facultades que Dios nos dio, lo anterior sería como
decir que los seres humanos sólo tienen derecho de hablar con su
cónyuge, y sólo sobre temas muy específicos; y fuera de eso... a
callar... ¡silencio!
Sexualidad humana.
En
el primero de estos artículos, Ética sexual no represiva, dije
que el tema de la sexualidad “es tan complejo, tan complicado, tan
enredoso, con tantas diversas doctrinas y puntos de vista, y con
tantos intereses creados, que es preferible abordarlo completamente
de nuevo, desde el principio, desde cero, o haciendo borrón y cuenta
nueva, como suele decirse”.
Sexualidad humana.
Y
a mayor abundamiento, ahí mismo dije también lo siguiente:
¿Por
qué entonces he mencionado como violación a los derechos humanos,
desarrollados en los últimos siglos, el problemático tema del
rigorismo y la represividad de la moral sexual cristiana vigente en
la actualidad? ¿Por qué no cumplir con lo anteriormente dicho? Lo he
mencionado, excepcionalmente, por ser el motivo principal que
justifica o explica el que yo quiera hacer los desarrollos de la
moral sexual desde el principio, desde cero, como anteriormente dije.
Y podrá ser que más adelante sea conveniente hacer alguna otra
mención excepcional semejante, pero procuraré reducirlas al mínimo.
Sexualidad humana.
Hechas
estas aclaraciones, dejemos de lado lo dicho en (11) y continuemos
aquí con lo dicho en (10), anotándolo como un principio importante
para el desarrollo de una adecuada moral sexual cristiana.
Las
diez facultades mencionadas arriba, que no pretenden ser exhaustivas,
son de suyo buenas y santas, porque Dios se las dio al ser humano al
crear en gracia a nuestros primeros padres, Adán y Eva. Pero claro,
cualquiera de ellas puede ser usada mal debido a nuestra libertad. Y
de hecho ellos usaron mal de su libertad y pecaron, lo que se conoce
como pecado original. Y luego los seres humanos hemos seguido usando
mal de nuestra libertad y hemos pecado de manera ya no original, sino
personal.
Sexualidad humana.
No
sabemos bien cómo habría sido la vida humana si no hubiera tenido
lugar el pecado original; y por eso no vale mucho la pena tratar de
investigarlo aquí. La vida humana se ha desarrollado a lo largo de
la historia teniendo nosotros una naturaleza humana ya dañada por el
pecado original. Aquí será conveniente tratar de desarrollar una
moral sexual habida cuenta de nuestra naturaleza ya caída.
Sexualidad humana.
La
realidad del pecado original es importante desde el punto de vista de
la sexualidad porque debido al pecado original el ser humano comenzó
a tener vergüenza de su desnudez, es decir, de sus órganos
genitales. Y eso dio lugar a que la moral sexual se desarrollara por
rumbos peculiares e incorrectos, con un cierto horror al sexo. En el
siguiente artículo comenzaremos a ver y analizar este tema.
Regresar de Sexualidad humana a la página de inicio (Home)
Jul 20, 23 10:59 AM
Jul 01, 23 10:29 PM
Dec 25, 21 12:30 PM
Este sitio web busca la paz, primero personal y luego social. Procura descubrir y corregir los errores que se han establecido en los principales aspectos de nuestras vidas: política, moral, valores, religión, etc. Esto puede verse como algo agresivo, sin que lo sea en realidad. Importa mucho leer con mente amplia y sin prejuicios, con una actitud crítica y constructiva.