No te enojes contigo (5)
Simbiosis gracia pecado.
Domingo 2 de enero de 2005.
Autor: Paulino Quevedo.
Dr. católico, filósofo, laico y casado.
Hola, amigos:
En esta vida no podemos evitar el pecado del todo, y además Dios no nos quiere impecables, sino entregados, abandonados en Él.
Breve preartículo
Simbiosis gracia pecado.
Después de reconocer, en artículos previos, nuestra condición de pecadores y la gran ayuda que en tales circunstancias nos proporciona la virtud de la esperanza, será conveniente ahora entrar al tema de la peculiar simbiosis de gracia y pecado que se da en la vida de los cristianos.
Simbiosis gracia pecado.
En efecto, la forma en que se da la presencia del mal moral —también requerida en la Obra Magna de Dios— junto con el bien sobrenatural de la gracia, en la Iglesia y en la vida interior de los cristianos, es la forma de una peculiar simbiosis de gracia y pecado, de la que trataremos en el presente artículo.
Simbiosis gracia pecado.
Los cristianos debemos aprender a convivir con el pecado —que es la peor forma de mal—, de la mencionada manera simbiótica, y de tal manera salir adelante con el bien. Así estaremos preparados del mejor modo para convivir con el mal, y salir adelante con el bien, en todo tipo de ámbitos, y no sólo en el religioso.
Simbiosis gracia pecado.
Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno si se relaciona con la de los otros, que pueden encontrarse activando el vínculo que se ofrece en seguida:
No te enojes contigo
Simbiosis gracia pecado.
Cuerpo del artículo
Simbiosis gracia pecado.
En los no cristianos, que no han recibido el Bautismo, también se da una peculiar simbiosis entre el bien y el mal, pero no es precisamente la que se da entre la gracia y el pecado. Sabemos que el Bautismo puede ser de agua, que es lo normal; pero que también puede ser de sangre, como en el caso de los Santos Inocentes, o también de deseo, como en los que querrían haber sido bautizados si hubieran conocido bien a Cristo y su doctrina.
Simbiosis gracia pecado.
Nosotros no sabemos quiénes han recibido un Bautismo de sangre o de deseo, ni cuándo lo hayan recibido o lo hayan de recibir. El hecho es que quienes no han sido bautizados, de ningún modo, conservan el pecado original, y no sólo sus malas inclinaciones, y por lo mismo no han recibido la vida de la gracia. En ellos se dan el bien natural y el mal natural, y también el pecado, pero no el bien sobrenatural que es la vida de la gracia.
Simbiosis gracia pecado.
Por tales motivos, lo que se dirá en seguida se refiere a los cristianos, aunque se den paralelismos o analogías entre el bien y el mal en los ámbitos natural y sobrenatural. Y en ambos ámbitos vale, con sus respectivos matices y diferencias, que Dios permite el mal para lograr la realización de su Obra Magna, que es el mejor de todos los mundos posibles.
No podemos evitar del todo el pecado
Simbiosis gracia pecado.
Durante nuestra vida en este mundo los bautizados vivimos la mencionada simbiosis de gracia y pecado porque a la vez somos pecadores y pertenecemos a la Iglesia, y porque en la Iglesia tenemos que pagar por nuestros pecados, corredimiendo con Cristo. Y en ese proceso, que dura toda nuestra vida, nuestros pecados juegan un papel importante en el proceso redentor mismo, ya que nuestros pecados y la gracia conviven simbióticamente en nosotros, podríamos decir, como el trigo y la cizaña de la parábola (cfr. Mateo 13, 24-43). Lo que claramente es cizaña, habría que cortarlo; pero, en la duda, es mejor dejarlos crecer juntos hasta la siega, no vaya a ser que junto con la cizaña se corte también el trigo.
Simbiosis gracia pecado.
Nótese que la intención de los operarios de la parábola es cortar toda la cizaña; y resulta notable que Jesús le dé el favor de la presunción a la duda, y que quiera evitar el riesgo de que, al cortar toda la cizaña, se vaya a cortar también algo del trigo; porque Jesús ama más el trigo que lo que aborrece la cizaña. Y lo mismo sucede en lo moral: lo que claramente es pecado mortal, hay que confesarlo tan pronto como se pueda; pero, en la duda, podemos vivir serenamente, sin por eso dejar de lado la confesión y los propósitos de corregirnos; porque, de hecho, esos pequeños pecados conviven simbióticamente con la gracia que hay en nosotros, ya que aun los pecados aumentan la eficacia redentora de la Iglesia, como hemos visto anteriormente.
Simbiosis gracia pecado.
La Sagrada Escritura claramente dice que "no hay hombre que no peque" (1 Reyes 8, 46). Más aun, dice que "el justo cae siete veces y se levanta" (Proverbios 24, 16). Es indudable, pues, que la gracia convive en nosotros con el pecado, de una forma que analógicamente bien podemos llamar simbiótica, ya que la simbiosis es un modo de vida en la que ambos asociados o simbiontes se adaptan recíprocamente y obtienen un beneficio mutuo, o lo obtiene uno solo de ellos. Así, el pecado pretende vivir en el hombre a expensas de su vida de gracia, y, de otra parte, la eficacia redentora de la Iglesia aumenta debido a los pecados de los hombres. Sin embargo, esta convivencia simbiótica de gracia y pecado adopta en el hombre aspectos verdaderamente dramáticos. Así lo vemos en la experiencia de San Pablo:
"Porque el querer el bien está en mí, pero el hacerlo no. En efecto, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mí. Por consiguiente, tengo en mí esta ley: que, queriendo hacer el bien, es el mal el que se me apega; porque me deleito en la Ley de Dios según el hombre interior, pero siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado, que está en mis miembros. ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor... Así, pues, yo mismo, que con la mente sirvo a la Ley de Dios, sirvo con la carne a la ley del pecado" (Romanos 7, 18-25).
"Si quisiera gloriarme, no haría el loco, pues diría verdad. Me abstengo, no obstante, para que nadie juzgue de mí por encima de lo que en mí ve y oye de mí, a causa de la alteza de mis revelaciones. Por lo cual, para que yo no me engría, fueme dado el aguijón de la carne, el ángel de Satanás, que me abofetea para que no me engría. Por esto rogué tres veces al Señor que se retirase de mí, y Él me dijo: Te basta mi gracia, que la fuerza se perfecciona en la debilidad. Muy gustosamente, pues, continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo" (2 Corintios 12, 6-9).
Hay que aprender a convivir con el pecado
Simbiosis gracia pecado.
En los pasajes anteriores San Pablo nos da a conocer el drama de gracia y pecado que existe en él mismo, y que se refiere a la carne, ya que la ley del pecado está en sus miembros. Los pecados de la carne son típicamente la lujuria, la gula y la pereza. No es muy claro si el Apóstol llama ángel de Satanás al aguijón de la carne mismo, o si se refiere también a algún demonio que lo tienta con las inclinaciones carnales, o incluso a ambas cosas. Desde nuestro punto de vista importa poco, ya que de todas formas las tentaciones se refieren a la carne. San Pablo le pide al Señor, tres veces, que las retire de él; y el Señor le responde algo que puede parecer desconcertante: Te basta mi gracia, que la fuerza se perfecciona en la debilidad.
Simbiosis gracia pecado.
Esta respuesta ha sido usualmente interpretada en este sentido: Te basta mi gracia para que venzas al pecado. Sin embargo, puede tener este otro sentido: Te basta vivir en mi gracia, aunque tengas que padecer la convivencia simbiótica del pecado. En el primer sentido la gracia y el pecado aparecen como incompatibles y autoexcluyentes; lo cual es verdad sólo del pecado mortal. En el segundo sentido, en cambio, la gracia y el pecado —venial— aparecen como compatibles, como dos realidades que pueden convivir simbióticamente en el mismo hombre, al menos en esta vida; y al menos si se trata de pecados de la carne, derivados del pecado original, es decir, pecados que tienen el atenuante de la debilidad.
Simbiosis gracia pecado.
Además, Nuestro Señor añade una explicación: que la fuerza se perfecciona en la debilidad. No dice que la fuerza se perfeccione superando la debilidad, por vencer al pecado, sino que la fuerza se perfecciona en la debilidad o conviviendo con el pecado. De otra forma no se explica que San Pablo termine diciendo lo que dice: Muy gustosamente, pues, continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo. La fuerza de Cristo habita en él, aun cuando sus debilidades continúan, esto es, mientras la ley del pecado sigue estando en sus miembros, y él sigue debatiéndose en la lucha de hacer el bien que quiere, y no el mal que no quiere.
Simbiosis gracia pecado.
Lo notable e importante del asunto radica en que esa lucha deja de ser dramática y se hace confiada, porque San Pablo se da cuenta de que, a pesar de todo, la gracia sigue estando en él, como si dijera: Si Dios habita en mí, ¡poco me importa el aguijón de la carne!, aunque tenga que luchar con él. Si Dios habita en mí, ¡nada me importa tener que convivir con el pecado!
La gracia es más fuerte que el pecado
Simbiosis gracia pecado.
En los que amamos a Dios, la gracia es más fuerte que todo pecado, que por lo mismo es sólo pecado de debilidad o pecado venial. Y finalmente, si Dios permite todo eso, es porque aun el pecado aumenta la eficacia redentora de la Iglesia y la eficacia corredentora de sus miembros. Entonces el siguiente texto se esclarece mucho:
Jul 20, 23 10:59 AM
Jul 01, 23 10:29 PM
Dec 25, 21 12:30 PM
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