No te enojes con la Iglesia (2)
Obra Magna divina.
Domingo 22 de agosto de 2004.
Autor: Paulino Quevedo.
Dr. católico, filósofo, laico y casado.
Hola, amigos:
Nuestra fe en Dios y su Iglesia es tan real y tan firme que resistiría, sin duda, incluso la llegada de extraterrestres.
Breve preartículo
Obra Magna divina.
En el artículo anterior, y primero de esta serie, veíamos que —como consecuencia de que Dios quiera hacer el mejor de todos los mundos posibles usando el criterio magnánimo de maximizar los bienes aun a costa de arrastrar males— surge una nueva forma de acompañarlo, que es precisamente la de acompañarlo en la realización de su Obra Magna, o Creación óptima o perfecta; ésa que pide, justamente, que se arrastren los males que haga falta a fin de que no se pierdan bienes. Se trata de una Creación más amplia que cualquier otra —por eso la llamo Obra Magna—, y sobre todo más amplia que la que resultaría de usar el criterio de evitar males aun a costa de que se pierdan bienes.
Obra Magna divina.
Es muy difícil tratar de imaginar o de conceptuar esa Obra Magna, y tanto más al considerar que no debemos dejar que se nos escapen bienes, sino que hay que procurar incluirlos todos, aunque arrastren males. En el solo intento nos damos cuenta de nuestra incapacidad y de nuestras limitaciones. Sin embargo el intento vale, se permite, y dejamos volar nuestra imaginación y nuestra inventiva. No sólo la ciencia ficción, sino también la ciencia auténtica nos dan algunas pistas.
Obra Magna divina.
La ciencia siempre ha hecho grandes esfuerzos, y quizá hoy más, por conocer el pasado y el futuro remotos, es decir, por prolongarse unidimensionalmente en ambos sentidos a lo largo del tiempo. Y también trata de prolongarse tridimensionalmente en el espacio, hacia los lugares más remotos. Y también nos habla de espacios pluridimensionales y de posibles seres inteligentes extraterrestres. Qué tanto sea verdad y qué tanto sean sólo hipótesis o conjeturas, no lo sabemos con certeza, pues no sabemos qué tanto haya que creerles a los científicos; el hecho es que hoy se habla mucho de todo eso, y que de alguna forma nos ayuda a considerar todo lo que pueda o deba ser incluido en la mencionada Obra Magna de Dios. Hablemos un poco de ello desde el punto de vista teológico.
Obra Magna divina.
Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno si se relaciona con la de los otros, que pueden encontrarse activando el vínculo que se ofrece en seguida:
No te enojes con la Iglesia
Cuerpo del artículo
Obra Magna divina.
Obra Magna divina.
Es tiempo ya de empezar a abordar —en esta época de OVNIS (objetos voladores no identificados)— el problema teológico que presentaría la existencia de seres extraterrestres inteligentes, es decir, la existencia de otro tipo de personas encarnadas, en otras regiones del universo; ya sabemos que existen personas no encarnadas, o espíritus puros, que son los ángeles. Imaginemos que un buen día, y con los debidos signos de seriedad, apareciera la noticia de que se ha logrado contacto por radiotelescopio —o por algún otro medio— con seres inteligentes extraterrestres; o, mejor aun, que han llegado ya a la Tierra de manera pacífica, y que no son humanos ni tienen figura humana, ni figura que sea conocida por nosotros. Los medios de comunicación nos mostrarían fotografías de ellos y nos mantendrían informados de los avances destinados a lograr un lenguaje común; hasta que, finalmente, nos dieran la noticia de que dicho lenguaje ha sido logrado, y comenzáramos a conocer el tipo de vida y costumbres de los extraterrestres.
Obra Magna divina.
Supongamos, además, que los extraterrestres nos dijeran que saben que Dios existe, que creen en Él y que han tenido una Revelación divina; gracias a la cual saben que Dios es personal, y también Uno y ordenadamente Trino, pero no Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino otras realidades desconocidas para nosotros; y que la segunda Persona Divina, asumiendo su naturaleza, se hizo uno de ellos, quien es Dios y Rey de todo lo creado.
Obra Magna divina.
Ya podemos imaginar el revuelo que se levantaría y la forma en que los enemigos de Cristo tratarían de ridiculizar a la doctrina cristiana, a la Iglesia y a Cristo mismo. Sin embargo, todo tendría que terminar en la elaboración de una Teología más amplia, que abarcara la realidad de la naturaleza humana y de otras naturalezas de espíritus encarnados, quienes, indudablemente, serían personas. Por ejemplo, la Moral tendría que ampliarse mediante la inclusión de normas que regularan las relaciones entre los humanos y los extraterrestres. Después de lo cual estaríamos en mejor disposición de aceptar la aparición de ulteriores formas de seres extraterrestres. Aun así, antes de lograr tal apertura de los criterios teológicos y la consecuente ampliación de la Teología, debemos suponer que habrían muchos disturbios teológicos y religiosos, aun entre cristianos y entre católicos, como herejías, cismas, etcétera.
Obra Magna divina.
Nada puede perderse, y es conveniente, por tanto, procurar salir al paso de tal tipo de problemas, tomando en serio la posibilidad de que existan seres extraterrestres. Más aun, tal tipo de estudio tendrá resultados pastorales favorables; porque, ingenuamente o no, crédulamente o no, hay muchas personas convencidas de que existen seres extraterrestres; y es obvio que el solo hecho de que la Teología tome en serio y estudie la posibilidad de su existencia será motivo de que tales personas procuren informarse de esos estudios y así se acerquen a la Iglesia, o al menos dejen de pensar que la Iglesia es retrógrada.
Obra Magna divina.
La investigación teológica referente a la posibilidad de la existencia de seres extraterrestres sería un signo de madurez y responsabilidad de la Teología, porque al ser una medida de prevención de posibles disturbios futuros, de alguna forma viene a ser una especie de dispositivo de seguridad social. Y a la inversa, el desprecio de los dispositivos de seguridad es un signo de inmadurez y de irresponsabilidad, como lo es no usar el cinturón de seguridad del automóvil, no renovar a tiempo el contenido de los extintores de incendios, etcétera. La persona inmadura e irresponsable tiende a burlarse de los dispositivos de seguridad, sobre todo si se trata de dispositivos destinados a prevenir posibles peligros futuros, nunca sucedidos; y sólo dejan de burlarse cuando tales peligros se presentan de hecho y provocan los daños correspondientes. La sabiduría popular lo ha expresado en un refrán: Ahogado el niño, tapan el pozo.
¿Asumirá el Verbo Divino otras naturalezas creadas?
Obra Magna divina.
Obra Magna divina.
Eso es lo que puede decirse del tema de los posibles extraterrestres desde el punto de vista pastoral y de responsabilidad social. Sin embargo, el tema surge por sí solo desde el punto de vista estrictamente teológico. En efecto, podemos saber que todas las acciones de Cristo son redentoras, porque tenemos bases para saberlo y afirmarlo; pero no tenemos bases que nos permitan saber y afirmar que todas las acciones redentoras sean acciones de Cristo. ¿Por qué? Porque no tenemos la seguridad de que no existan seres necesitados de redención que no sean humanos. Si tales seres existieran, y el Verbo Divino asumiera su naturaleza a fin de redimirlos, existirían acciones redentoras que no serían de Cristo.
Obra Magna divina.
La Encarnación del Verbo Divino, en Cristo, en nada disminuye la omnipotencia del Verbo, ni agota las infinitas posibilidades de la omnipotencia del Verbo, sino que el Verbo puede asumir infinitas naturalezas creaturales, si así lo quiere, en caso de que las haya. No tenemos la certeza de que Dios no haya creado seres extraterrestres, que no sean humanos. Es posible que exista vida en otros mundos del universo, incluso vida inteligente, excepto seres humanos que no sean descendientes de los primeros padres de todo el género humano, Adán y Eva. El hecho de que el Depósito de la Revelación que se nos ha dado a los hombres no hable de vida inteligente en otros mundos no significa que tal vida no pueda existir, ni que no exista. Dios nos ha revelado con el objeto de darnos a conocer lo que nos concierne, nuestro camino de salvación, y no con el objeto de satisfacer nuestra curiosidad acerca de los posibles extraterrestres.
Obra Magna divina.
Nosotros conocemos a las Personas Divinas como Padre, Hijo y Espíritu Santo; y sabemos que el Padre es el personamiento del Ser divino o el Ser divino en persona, que el Hijo es el personamiento del Conocer divino o el Conocer divino en persona, y que el Espíritu Santo es el personamiento del Amar divino o el Amar divino en persona. Esto significa que nosotros usamos el término Padre como nombre propio de la Persona Divina que es el personamiento del Ser divino, que usamos el término Hijo como nombre propio de la Persona Divina que es el personamiento del Conocer divino, y que usamos la expresión Espíritu Santo como nombre propio de la Persona Divina que es el personamiento del Amar divino.
Obra Magna divina.
También sabemos que en toda la Creación hay una fuerte semejanza o vestigio trinitario. A nosotros nos resulta muy claro que en los padres humanos hay una semejanza de Dios Padre, que en los hijos humanos hay una semejanza de Dios Hijo, y que en los suspiros amorosos del amor conyugal humano hay una semejanza de Dios Espíritu Santo. Sin embargo, lo anterior podría no ser claro para unos seres extraterrestres entre quienes no hubiera conyugalidad, ni paternidad, ni filiación; es decir, entre quienes no hubiera sexos, ni matrimonio, ni padres, ni hijos.
Obra Magna divina.
De hecho, los ángeles son así: entre ellos no hay sexos, ni matrimonio, ni padres, ni hijos; y todo indica que hablan en nuestros términos sólo en atención a nosotros. En cambio, ni entre las personas angélicas, ni entre las Personas Divinas, ni entre las personas humanas, ni entre personas extraterrestres, ni entre ningún tipo de personas puede dejar de haber ser, conocimiento y amor. Notablemente, el término Padre convierte la paternidad en nombre propio del Ser divino en persona, el término Hijo convierte la filiación en nombre propio del Conocer divino en persona, y la expresión Espíritu Santo convierte la conyugalidad amorosa en nombre propio del Amar divino en persona. Tales términos y expresiones, usados como nombres propios de las Divinas Personas, son máximamente significativos para nosotros, los humanos, y nos mueven a darles la más alta consideración; pero quizá esos mismos nombres propios carecerían de toda significación para los ángeles, y los dejarían completamente fríos, si no tuvieran noticia de nuestra existencia y modo de ser, lo mismo que a unos extraterrestres entre quienes no hubiera matrimonio, ni padres, ni hijos.
Obra Magna divina.
Así, pues, el término Padre es adecuado para nombrar a la primera Persona Divina sólo entre personas que tienen padres, como sucede entre nosotros; el término Hijo es adecuado para nombrar a la segunda Persona Divina sólo entre personas que tienen hijos, como sucede entre nosotros; y la expresión Espíritu Santo es adecuada para nombrar a la tercera Persona Divina sólo entre personas que tienen cónyuges, como sucede entre nosotros. Y esto es así porque la primera Persona Divina ha dejado una maravillosa semejanza en la paternidad, la segunda Persona Divina ha dejado una maravillosa semejanza en la filiación, y la tercera Persona Divina ha dejado una maravillosa semejanza en la conyugalidad. Y a su vez esto es así porque en la paternidad hay una maravillosa semejanza del Ser divino, en la filiación hay una maravillosa semejanza del Conocer divino, y en la conyugalidad hay una maravillosa semejanza del Amar divino.
Análisis de que el Verbo asumiera otras naturalezas creadas
Obra Magna divina.
Obra Magna divina.
Es claro que los nombres de Padre, Hijo y Espíritu Santo han sido usados por Dios para nombrar a las tres Divinas Personas principalmente en atención a nosotros, y no tanto por la significación universal que pudieran tener en sí mismos; porque de hecho no la tienen, como puede comprobarse en el caso de los ángeles. Si quisiéramos nombrar a la primera Persona Divina con un nombre que fuera máximamente significativo universalmente, o para todos, deberíamos convertir en nombre propio el ser, y no tanto la paternidad; y para nombrar a la segunda Persona Divina deberíamos convertir en nombre propio el conocimiento, y no tanto la filiación; y para nombrar a la tercera Persona Divina deberíamos convertir en nombre propio el amor, y no tanto la conyugalidad. Es fácil darse cuenta de que todo intento nuestro de construir tales nombres tendrá el irremediable destino de resultar irreverente. Baste un intento para convencernos de ello. Supongamos que intentáramos nombrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo con los nombres de Serón, Conoción y Amorón... ¡irreverente!
Obra Magna divina.
Dios mismo ha tenido con nosotros la delicadeza —que debemos agradecerle— de revelarnos los nombres de Padre, Hijo y Espíritu Santo porque sabe que son los nombres que significan lo máximo para nosotros, y que nos mueven a tener un elevado concepto de las tres Divinas Personas. La mejor forma de evitar el natural efecto de irreverencia consiste en usar como nombres propios de las Divinas Personas las solas letras iniciales en mayúsculas. De tal manera, los nombres propios de las tres Personas Divinas serían P, H y E, haciendo referencia respectivamente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; o también S, C y A, haciendo referencia respectivamente al Ser, al Conocer y al Amar divinos.
Obra Magna divina.
Ahora podemos afirmar que S, C, y A son nombres propios universales de las Personas Divinas; mientras que P, H y E también son nombres propios de las Personas Divinas, pero destinados a un uso humano, o de personas entre quienes haya paternidad, filiación y conyugalidad. Además, si añadimos el sufijo formador de términos abstractos "dad" a las solas iniciales-nombres, podemos formar los correspondientes términos abstractos, como Pdad en vez de paternidad, y del mismo modo en los otros. Además, de tal modo podremos visualizar de manera compacta los desarrollos que siguen, ya que de otra forma nos perderíamos en una redacción enredada y engorrosa. Desglosémoslo:
Obra Magna divina.
1) P es nombre de la 1a. Persona Divina, referente a Padre.
2) H es nombre de la 2a.Persona Divina, referente a Hijo.
3) E es nombre de la 3a.Persona Divina, referente a Espíritu Santo.
4) S es nombre de la 1a. Persona Divina, referente a Ser.
5) C es nombre de la 2a. Persona Divina, referente a Conocer.
6) A es nombre de la 3a. Persona Divina, referente a Amar.
7) P, H y E son nombres destinados a un uso humano.
8) S, C y A son nombres de carácter universal.
9) Pdad es lo mismo que paternidad.
10) Hdad es lo mismo que filiación.
11) Edad es lo mismo que conyugalidad.
12) Sdad es la universalización de Pdad.
13) Cdad es la universalización de Hdad.
14) Adad es la universalización de Edad.
15) Pdad es una semejanza particular de Sdad.
16) Hdad es una semejanza particular de Cdad.
17) Edad es una semejanza particular de Adad.
18) A partir de la semejanza Pdad se forma el nombre P de S.
19) A partir de la semejanza Hdad se forma el nombre H de C.
20) A partir de la semejanza Edad se forma el nombre E de A.
Obra Magna divina.
En lo que sigue habrá ocasiones en las que no habrá más remedio que proceder de manera del todo abstracta, por no disponer de ningún tipo de ejemplos. Supongamos que una primera naturaleza de extraterrestres no tiene las realidades Pdad (paternidad), Hdad (filiación) y Edad (conyugalidad), sino otras realidades totalmente desconocidas para nosotros, pero que también son semejanzas particulares de Sdad (ser), Cdad (conocimiento) y Adad (amor), respectivamente. Para designarlas usaremos las letras X, Y y Z, calificadas con el número 1 en forma de subíndice (X1, Y1, Z1) a fin de indicar que se trata de la primera naturaleza de extraterrestres, de la siguiente manera, paralela a lo que sucede en los incisos (15) a (20):
21) X1dad es una semejanza particular de Sdad.
22) Y1dad es una semejanza particular de Cdad.
23) Z1dad es una semejanza particular de Adad.
24) A partir de la semejanza X1dad se forma el nombre X1 de S.
25) A partir de la semejanza Y1dad se forma el nombre Y1 de C.
26) A partir de la semejanza Z1dad se forma el nombre Z1 de A.
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Además:
27) X1 es el nombre que estos extraterrestres le dan al Padre.
28) Y1 es el nombre que estos extraterrestres le dan al Hijo.
29) Z1 es el nombre que estos extraterrestres le dan al Espíritu Santo.
Obra Magna divina.
De manera semejante, si hubiera una segunda naturaleza de extraterrestres que no tuviera las realidades Pdad (paternidad), Hdad (filiación) y Edad (conyugalidad), sino otras realidades totalmente desconocidas para nosotros, pero que también fueran semejanzas particulares de Sdad (ser), Cdad (conocimiento) y Adad (amor), respectivamente, las designaríamos usando las mismas letras X, Y y Z, pero ahora calificadas con el número 2 en forma de subíndice (X2, Y2, Z2) para indicar que se trata de la segunda naturaleza de extraterrestres, de la siguiente manera, paralela a lo que sucede en los incisos (21) a (29):
30) X2dad es una semejanza particular de Sdad.
31) Y2dad es una semejanza particular de Cdad.
32) Z2dad es una semejanza particular de Adad.
33) A partir de la semejanza X2dad se forma el nombre X2 de S.
34) A partir de la semejanza Y2dad se forma el nombre Y2 de C.
35) A partir de la semejanza Z2dad se forma el nombre Z2 de A.
36) X2 es el nombre que los extraterrestres de naturaleza 2 le dan al Padre.
37) Y2 es el nombre que los extraterrestres de naturaleza 2 le dan al Hijo.
38) Z2 es el nombre que los extraterrestres de naturaleza 2 le dan al Espíritu Santo.
Obra Magna divina.
De la misma manera podríamos manejar realidades desconocidas para nosotros de extraterrestres de una tercera naturaleza, de una cuarta naturaleza, y así sucesivamente. Tales extraterrestres no le llamarían Padre a la primera Persona Divina, sino X1, X2, X3, etcétera; que serían los nombres que para ellos significarían lo máximo, y los moverían a tener un elevado concepto de Ella. Ni le llamarían Hijo a la segunda Persona Divina, sino Y1, Y2, Y3, etcétera; que serían los nombres que para ellos significarían lo máximo, y los moverían a tener un elevado concepto de Ella. Ni le llamarían Espíritu Santo a la tercera Persona Divina, sino Z1, Z2, Z3, etcétera; que serían los nombres que para ellos significarían lo máximo, y los moverían a tener un elevado concepto de Ella. Sin embargo, todos los extraterrestres, lo mismo que nosotros, estaríamos hablando del mismo y único Dios, y de las mismas Personas Divinas, a las que nosotros llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo; porque Dios mismo ha tenido con nosotros la delicadeza de revelarnos estos nombres suyos, debido a que son los nombres que significan lo máximo para nosotros, y nos mueven a tener un elevado concepto de las tres Divinas Personas.
Obra Magna divina.
El Verbo se encarnó y asumió nuestra naturaleza en Cristo, a quien llamamos Verbo Encarnado, y también podemos llamarlo Hijo Encarnado, H Encarnado o, universalmente, C Encarnado. Si el Verbo Divino asumiera múltiples y distintas naturalezas de extraterrestres, y si conservamos el calificativo de Encarnado para indicar la asunción de cualquiera de dichas naturalezas de parte del Verbo, en la primera naturaleza tendríamos un Y1 Encarnado, en la segunda naturaleza tendríamos un Y2 Encarnado, y así sucesivamente. En tal caso tendríamos lo siguiente:
39) El Verbo Encarnado, Cristo, es Dios y Rey de todo lo creado.
40) El Y1 Encarnado es Dios y Rey de todo lo creado.
41) El Y2 Encarnado es Dios y Rey de todo lo creado.
... Y así sucesivamente.
Obra Magna divina.
No hay ninguna dificultad en ello. Ese Dios y Rey de todo lo creado sería en todos los casos la Persona del Verbo Divino, encarnada en múltiples naturalezas o asumiendo múltiples naturalezas mediante múltiples asunciones. El Verbo Divino, en su omnipotencia, tiene capacidad para realizar todo eso, y mucho más, si así lo desea. En tal caso, el Verbo Divino sería la Persona de una o de muchas estructuras ontológicas con muchas naturalezas, de modo semejante a como hoy sabemos que es la Persona de una estructura ontológica con dos naturalezas, la divina y la humana. Estas afirmaciones, expresadas de una forma simplificada, tienen su fundamento teológico en la teoría de las asunciones, desarrollada en el capítulo sexto de mi obra sobre San José. De hecho, gran parte del presente artículo está tomado de los números marginales 1137-1152 de ese mismo capítulo.
Obra Magna divina.
Cristo, el Verbo Encarnado, junto con el Y1 Encarnado, el Y2 Encarnado, y todos los otros que pudiera haber, y que fueran Dios y Reyes de todo lo creado, no serían más que el mismo y único Verbo Divino, quien, como verdadero Dios, reinaría sobre todo lo creado con su naturaleza divina, y también con todas sus naturalezas creadas asumidas. Aunque en sí mismo sería el mismo Verbo Divino eterno e inmutable, y a quien ninguna creatura ni acción ad extra puede añadirle ni quitarle perfección alguna, al verlo con tantas naturalezas asumidas nos parecería más majestuoso aun.
Obra Magna divina.
Como puede verse, si se tiene algo de interés y de paciencia, la posible existencia de seres extraterrestres no causaría ningún problema serio en la vida o en la Teología de la Iglesia. Ciertamente habría el natural alboroto del primer momento, y no faltarían quienes quisieran hacer de ello una especie de revolución; pero en poco tiempo todo volvería a la normalidad, con la ventaja de que se tendrían nuevas luces y avances en el campo de la Teología. Además, el mandamiento del amor al prójimo sería comprendido con mayor amplitud y profundidad, ya que abarcaría incluso a personas que no serían divinas, ni angélicas, ni humanas. ¡Los ext
raterrestres pueden venir en el momento que gusten! Y sin temor alguno podemos afirmar que no afectarán la solidez de la vida cristiana ni siquiera en un ápice. Lo que ciertamente afecta a la vida cristiana es la falta de amor, con o sin la presencia de extraterrestres.
Vuelta al hilo de nuestra temática
Obra Magna divina.
Obra Magna divina.
Todo lo dicho, aunque irremediablemente pueda parecernos muy extraño o muy abstracto, ciertamente nos ayuda a comprender mejor la amplitud de la Obra Magna de Dios. Si se observa con atención, propuse imaginar que los supuestos extraterrestres saben que Dios existe, y que es Uno y Trino. No propuse imaginar que fueran ateos, o que su Dios no fuera personal, o que no fuera Uno, o que no fuera Trino. Lo que propuse fue imaginar que conocieran al mismo y único Dios de una manera distinta de como lo conocemos nosotros, debido a que su naturaleza fuera distinta de la nuestra. Su naturaleza sería distinta de la nuestra, pero en el fondo su Dios no sería distinto del nuestro, sino el mismo y único Dios, de ellos y nuestro, y también de todo lo creado.
Obra Magna divina.
Lo que propuse imaginar no fue para hacer surgir un posible conflicto respecto a la existencia o naturaleza de Dios, sino para —aceptando su existencia y naturaleza real— hacer surgir un posible conflicto respecto a nuestra quizá pobre concepción de la Obra Magna de Dios. No pretendí poner en duda nuestra fe, sino ayudar a comprender toda la amplitud de lo que la Obra Magna puede ser. Y aun así, supongo, me quedé corto.
Obra Magna divina.
No perdamos de vista que lo que principalmente nos interesa en esta serie de artículos —No te enojes con la Iglesia— es comprender que la Obra Magna se vería disminuida si no abarcara males; concretamente, todos los males posibles que sean compatibles con todos los bienes posibles. Dios no va a dejar de hacer su Obra Magna por temor a los males, porque Él es magnánimo. Y entonces, al volver nuestra consideración desde Dios hacia el mundo, en el camino descendente de nuestro conocimiento teológico, podremos más fácilmente comprender y amar a la Iglesia —Cuerpo Místico de Cristo, Verbo Encarnado—, y comprender que también en Ella hay males, muchos males, sin escandalizarnos por ello.
Jul 20, 23 10:59 AM
Jul 01, 23 10:29 PM
Dec 25, 21 12:30 PM
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