LAS CINCO GRANDES CEGUERAS HUMANAS

No te enojes con la Iglesia (4)



Cegueras humanas.
Domingo 5 de septiembre de 2004.

Autor: Paulino Quevedo.
Dr. católico, filósofo, laico y casado.


Hola, amigos:

Las cegueras de las que hablaremos ahora no son enfermedades, sino actitudes, más o menos libres y advertidas; y como bien dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver.


Breve preartículo
Cegueras humanas.
Después de ofrecer una lista de algunos males que se han dado en la Iglesia, más representativa que exhaustiva, en el artículo anterior de esta serie destaqué el hecho de que Dios hizo defectibles a sus creaturas. Y también comenté que no sabemos lo que sería de nosotros si no fuéramos defectibles; y que no sólo somos defectibles, sino que parece que nos gusta estar en esa situación, como permanecer en la ignorancia, e incluso en diversos tipos humanos de ceguera, que analizaríamos en el artículo presente. Corresponde, pues, que comentemos ahora esas grandes cegueras humanas, que son las siguientes: Cegueras humanas.

  • Ceguera axiológica.
  • Ceguera hipostática.
  • Ceguera escatológica.
  • Ceguera soteriológica.
  • Ceguera pneumatológica.
Las cinco expresiones anteriores son muy sonoras; las palabras usadas son muy domingueras. La más conocida de todas esas expresiones es la de ceguera axiológica; y me aventuro a decir que quizá sea la única conocida. Lo cual ya parece indicar que se trata de verdaderas cegueras. En lo que sigue del presente artículo las iremos comentando una por una.
Cegueras humanas.
Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno si se relaciona con la de los otros, que pueden encontrarse activando el vínculo que se ofrece en seguida:
Cegueras humanas.
No te enojes con la Iglesia


Cuerpo del artículo Cegueras humanas.
Cegueras humanas.
Aquí, en el inicio del cuerpo del artículo, lo mismo en éste que en los siguientes artículos de esta serie, reproduciré, para tenerla a la vista, la lista de 20 males que representativamente se han dado en la Iglesia a lo largo de su historia; lista que fue elaborada en el artículo Algunos males que se han dado en la Iglesia. De esta forma será más fácil referirse a cualquiera de ellos, por el número que ocupa en la lista, siempre que sea conveniente. He aquí la reproducción de la lista: Cegueras humanas.
  1. Ya entre los Apóstoles, Judas traicionó al Señor, Pedro lo negó y todos lo abandonaron en la Cruz, excepto Juan.
  2. Aparecieron las herejías.
  3. Los Pastores adquirieron poder temporal.
  4. Los Pastores adquirieron riquezas y tierras.
  5. Se permitió que el pueblo fiel permaneciera en el analfabetismo, a pesar de que éste no existiera en el pueblo hebreo.
  6. La obra redentora dejó de enfocarse de manera antropocéntrica, porque equivocadamente la fueron enfocando de manera sacrocéntrica, y todo se fue haciendo difícil.
  7. La moral se fue haciendo rigorista y represiva, y también laxa; sobre todo rigorista y represiva en lo sexual, y laxa en lo referente a las riquezas.
  8. Los Pastores provocaron los dos grandes cismas, el de Oriente y el de Occidente.
  9. La Santa Sede adquirió ejércitos.
  10. Se lanzaron las Cruzadas.
  11. Se lanzó la Inquisición y millares de personas murieron en la hoguera.
  12. Los anatemas se usaron profusamente y se confundieron con definiciones dogmáticas, que son infalibles; y por eso se consideraron como infalibles algunas enseñanzas que no lo eran.
  13. Los Pastores implícitamente se declararon superiores a los simples fieles, anatematizando al que dijera que el celibato no es superior al matrimonio.
  14. Las facultades de Teología estuvieron cerradas a las mujeres y a los laicos prácticamente hasta el tiempo del Concilio Vaticano II.
  15. Se abrió la posibilidad de anular matrimonios en cantidades escandalosas; y muchas de esas anulaciones son verdaderos divorcios disfrazados, que han destrozado multitud de familias cristianas.
  16. Se han atropellado algunos derechos humanos, como el de libertad religiosa, el de opinión, el de expresión y el derecho a la información.
  17. Muchos Pastores se han hecho prepotentes, se han otorgado fueros a sí mismos y, entre ellos y el clero en general, han cometido muchos abusos y dado muchos escándalos.
  18. Se ha permitido, y hasta favorecido, la pena de muerte y la llamada guerra justa.
  19. La investigación teológica está en la actitud de "la bien pagada", exagerando el valor del tomismo y arrastrando doctrinas teológicas que hoy son insostenibles.
  20. Consecuencia del inciso anterior es el desprestigio de la Teología en el mundo científico de hoy.

La ceguera axiológica Cegueras humanas.
Cegueras humanas.
El término axiología viene del griego —axios, valor, y logos, palabra o doctrina—, por lo que la axiología es la teoría de los valores; y la ceguera axiológica consiste en ser ciego a los valores. La axiología es una corriente filosófica que se orienta al estudio de los valores, y sus exponentes son llamados axiólogos, como típicamente lo han sido Max Scheler, Nicolai Hartmann y otros más. Interesa ahora saber que se entiende por valor. Subjetivamente, el valor es el carácter que reviste una cosa al ser más o menos apreciada; por ejemplo, valor de uso, valor de cambio, etcétera. Objetivamente, el valor es el carácter de las cosas que merecen mayor o menor aprecio o que satisfacen cierto fin. Los axiólogos suelen elaborar sus propias jerarquías de valores, entre las que se dan algunas discrepancias, pero que casi siempre colocan en la parte superior los valores religiosos, morales, artísticos y científicos; y en la parte inferior acostumbran colocar los valores materiales, económicos, etcétera.
Cegueras humanas.
En un sentido más estricto, filosóficamente hablando, los valores son aquellas realidades máximamente apreciadas, o que deberían serlo, ya que se justifican por sí mismas, como el ser, la verdad, el bien, la belleza y algunas más. Podemos apreciarlo claramente con el ejemplo de un relato. Si nos hacen el relato de algo, un relato cualquiera, ¿lo aceptaremos o no? Es claro que lo aceptaremos sólo a condición de que sea verdadero; en efecto, no aceptaremos un relato que sea falso. Es obvio que el relato no se justifica por sí mismo, sino que se justifica por la verdad. Y si ahora consideramos a la verdad en sí misma, la aceptaremos... ¿a condición de qué? Después de pensarlo un poco, comprendemos que a la verdad la aceptamos... ¡sin condiciones! La verdad se justifica por sí misma. La verdad es un valor. Y lo mismo sucede con los demás valores en sentido estricto, como el ser, el bien, la belleza y algunos más. Los valores no son perceptibles sensorialmente, y eso facilita el fenómeno de la ceguera axiológica, es decir, el que miremos sólo la envoltura material de los valores.
Cegueras humanas.
La ciencia busca la verdad; el arte busca la belleza; la moral busca el bien; la procreación busca el ser, la creación de ese nuevo ser que es el alma del hijo concebido. En todas las épocas de la historia ha habido personas con ceguera axiológica, mas lo normal era que los científicos no tuvieran ceguera al valor verdad, que los artistas no tuvieran ceguera al valor belleza, y que los padres no tuvieran ceguera al valor del nuevo ser que es el alma de su hijo. Lo trágico de nuestro tiempo es que tal normalidad se ha perdido en gran medida: muchos científicos ya no buscan la verdad, sino sólo la tecnología o las estadísticas; muchos artistas ya no buscan la belleza, sino sólo la expresión, la individual satisfacción de expresarse ellos mismos; muchos padres de familia ya no buscan la fecundidad, esa maravilla que es el nuevo ser del alma de sus hijos, sino sólo la compañía conyugal sexual. Hoy vivimos en una época marcada por la ceguera axiológica.


La ceguera hipostática Cegueras humanas.
Cegueras humanas.
El término hipóstasis también viene del griego —hypostasis, lo que subsiste—, que significa el supuesto o la persona; y la ceguera hipostática consiste en ser ciego a la persona. En nuestro tiempo quizá más que nunca se habla de la persona, de la persona humana, de su dignidad y de sus derechos. Sin embargo, son pocos los que entienden de lo que hablan, de eso de que se habla tanto, es decir, de la persona; casi nadie entiende lo que la persona es. Casi todos confunden el concepto de persona con el de ser humano; y por eso muchos piensan que los ángeles no son personas, y que al hablar de las Personas Divinas se les llama personas sólo de una manera especial o metafóricamente. En realidad no se confunden dos conceptos, el de persona y el de ser humano; la verdad es que se tienen los dos términos, pero sólo un concepto, el de ser humano; y el término persona se usa sólo como sinónimo de ser humano. A esto se debe que no se comprenda que el ser humano también es persona, con dignidad y derechos.
    "No sucede con el concepto de persona lo mismo que San Agustín decía del concepto de tiempo, o sea, que sabemos bien lo que significa el concepto de tiempo mientras no tratamos de precisar su noción; y, en cambio, se nos convierte en un concepto escurridizo en cuanto tratamos de definirlo, aunque sepamos muy bien a lo que nos referimos cuando hablamos del tiempo. Con el concepto de persona no sucede eso; el concepto de persona es muy poco conocido, se trate de precisar o no; lo cual quiere decir que muchas personas no saben bien a lo que se refieren cuando usan el término de persona. Esto es así hasta el grado de que no falta quien diga que el perro del vecino es muy mala persona" (Quevedo, P., San José, apéndice A, n. 1).
De hecho, el actual movimiento abortista se debe sobre todo a la ceguera hipostática; es decir, a que son ciegos a la persona, que es sensorialmente imperceptible, y a que sólo son capaces de mirar su envoltura material, que en nuestro caso es el cuerpo humano y sus actividades. Lo que aprecian del ser humano es su cuerpo y sus actividades, su hermosura, su calor, la satisfacción de su contacto y de su compañía, etcétera. Incluso el pensamiento, la libertad y el amor los atribuyen sólo a funciones cerebrales; en verdad, ¡que pequeño cerebro tienen los que así piensan! Y por eso cuando el cuerpo humano pierde su hermosura, por vejez o cualquier otro motivo, o cuando ya no es posible gozar de su contacto, el ser humano deja de ser amado y apreciado, hasta llegar al grado de la eutanasia. Si se comprendiera que el ser humano es también persona, se le apreciaría y amaría en todo momento, tanto en la vejez como antes del nacimiento.
Cegueras humanas.
Por eso los abortistas no matarían a sus hijos después de nacidos, cuando ya ven en ellos un cuerpo humano. Por eso favorecen el aborto cuando el feto todavía no tiene la forma de cuerpo humano. Los abortistas ciertamente matan a sus hijos, pero la verdad es que son más ciegos hipostáticos que asesinos. Bien lo dice, en otro contexto, el aforismo moral: El que mata por robar es más ladrón que asesino.
Cegueras humanas.
En el caso de la eutanasia sucede algo parecido. Al ver un ser humano que sufre, sin captar su persona y dignidad, algunos piensan que es preferible que no sufra, aunque tenga que morir; y a eso le llaman muerte digna; pero en realidad tampoco comprenden el concepto de dignidad, que es propio de la persona, y que sólo analógicamente se predica de otras realidades. Por dignidad sólo entienden algo deseable o aceptable, incluso en su materialidad. Para llegar a entender lo que la persona realmente es, recomiendo la lectura del apéndice A de mi obra sobre San José, titulado El concepto de persona. Sin duda vivimos en una época marcada por la ceguera hipostática.


La ceguera escatológica Cegueras humanas.
Cegueras humanas.
El término escatología también viene del griego —escaton, fin, y logos, doctrina—, por lo que la escatología es la doctrina de las cosas o acontecimientos últimos, de los novísimos o postrimerías; y la ceguera escatológica consiste en ser ciego a la vida eterna. "Comamos y bebamos, que mañana moriremos" (1 Corintios 15, 32) es el grito del escatológicamente ciego, del que piensa que con la muerte todo se acaba, que no hay otra vida después. Es el grito que les reprochaba San Pablo a los que no creían en la resurrección.
Cegueras humanas.
Hay que aprovechar la vida mientras dura; es preferible ser mendigo en el mundo de los vivos que rey en el imperio de los muertos. Así pensaban algunos griegos de la antigüedad. Pero el hombre naturalmente anhela perpetuarse, eternizarse y ser dichoso. Sin embargo, la muerte había sido siempre la destructora de todos sus anhelos, como si fuera su acérrima enemiga, que lo derrota siempre. Bien se decía en la antigüedad que puedes hacer todos los planes y proyectos que quieras, que al cabo se te derrumbarán, se te frustrarán, no los gozarás, porque... ¡morirás! Cegueras humanas.

"Ya puedes enamorarte y declarar fidelidad eterna, e incluso ser bien correspondido; ese amor se apagará... ¡morirás! Otros vendrán a recoger tus despojos y los de tu amada.

"Ya puedes planear una vida que busque el saber en continuo estudio e investigación... ¡morirás!

"Ya puedes dedicarte al arte y a la conquista de la belleza... ¡morirás!

"Ya puedes emprender proyectos empresariales de la mejor calidad en beneficio de la humanidad entera... ¡morirás!".

Quevedo, P., artículo Estamos perdiendo a Dios

.

No hay escapatoria, la muerte nos vence siempre; es la gran burladora de todas nuestras esperanzas; deja que nos entusiasmemos, que nos ilusionemos, que vayamos fomentando la esperanza... para finalmente dar su golpe certero, que corta todo sendero, que ciega todo horizonte. Así se presentaba la muerte a la humanidad antes de que Dios se revelara y de que Cristo viniera a vivir entre nosotros y, resucitando, venciera a la muerte:
    "La muerte ha sido sorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 15, 55-57).
Ésta es la buena noticia fundamental en que consiste el mensaje evangélico: que triunfaremos a la muerte, que resucitaremos, y que nuestra vida futura será dichosa si vivimos bien en la presente. Pues bien, la ceguera escatológica se cierra precisamente a esta verdad, a esta maravillosa realidad, y se aferra a esta vida incluso ante el miedo de que se acabe. El miedo en que se vive hoy es clara señal de que nuestro tiempo está marcado por la ceguera escatológica.

Cegueras humanas.
La ceguera soteriológica
Cegueras humanas.
El término soteriología también viene del griego —soteria, salvación, y logos, doctrina—, por lo que la soteriología es la doctrina de la salvación, cuyo objeto de estudio son las acciones y modos con que Cristo ha efectuado nuestra salvación; y la ceguera soteriológica consiste en ser ciego al proceso salvífico que se lleva a cabo en la Iglesia. Esta ceguera es la que principalmente nos interesa en relación con la presente serie de artículos, y por eso ahora hablaremos de ella sólo brevemente, ya que en otros artículos tendremos oportunidad de analizarla en mayor detalle.
Cegueras humanas.
La ceguera soteriológica ha tenido manifestaciones casi en todas las épocas de la historia, pero en unas con mayor intensidad que en otras, como ha sucedido a partir del final de la Edad Media. Este tipo de ceguera se manifiesta siempre que se piensa que el mundo se le va de las manos a Dios, o que el cristianismo está perdiendo su influencia y tiende a desaparecer, o que la Iglesia se está quedando atrás y no se adapta a las nuevas realidades de lo social, o cuando vienen fuertes desilusiones y decepciones al caer en la cuenta de todos los males que se han dado y siguen dándose en la Iglesia.
Cegueras humanas.
Al leer la lista de 20 males que se han dado en la Iglesia, reproducida aquí arriba, muchos católicos tienden a negarla o a justificar dichos males de modo que las autoridades eclesiásticas queden a salvo o limpias de la responsabilidad de esos males. A veces tendemos, como modernos Pilatos, a lavarles las manos a los Pastores, y al clero en general, de los males que se dan en la Iglesia. Por ejemplo, existen numerosos escritos destinados a justificar las violaciones al derecho de expresión de Galileo y las sanciones que se le dieron, que pertenecen al número (16) de nuestra lista; o destinados a justificar la Inquisición, número (11); y lo peor de todo es que, aunque parezca increíble, ese tipo de "justificaciones" se siguen escribiendo. Pero nada puede hacerse contra el dato histórico de que la Inquisición quemó en la hoguera a millares de personas; se estima que fueron decenas de millares. Las autoridades eclesiásticas pudieron haberlo impedido, pero no lo hicieron, no les importó gran cosa.
Cegueras humanas.
Llega, pues, el momento en que una persona sensata, por católica y devota que sea, tiene que reconocer todos esos males y aceptar el hecho de que las autoridades eclesiásticas han tenido y siguen teniendo gran parte de la responsabilidad, y casi siempre la mayor parte de la responsabilidad. Y entonces puede venir el desencanto, la desilusión, la decepción, y el pensar que la Iglesia no es realmente lo que se creía, que todos esos males no pueden darse en una sociedad de institución divina, y que la Iglesia en realidad no está llevando a cabo la salvación de la humanidad. Y ahí tenemos, en todo su "esplendor", la ceguera soteriológica. No se logra comprender, o no se quiere comprender, que si Dios permite males en su Iglesia, muchos males, es porque quiere lograr la mejor Iglesia posible. Nuestros días están marcados por la ceguera soteriológica.


La ceguera pneumatológica Cegueras humanas.
Cegueras humanas.
El término pneumatología también viene del griego —pneumaticos, relativo al aire, al espíritu, y logos, doctrina—, por lo que la pneumatología se dedica al estudio del Espíritu Santo; y la ceguera pneumatológica consiste en ser ciego al Espíritu Santo, o también a las realidades del espíritu en general. Esta ceguera es de especial gravedad, porque es la causante de las otras cuatro cegueras, mencionadas arriba. En efecto, si no se conocen o no se aceptan las realidades del espíritu, sólo se conocen y se aceptan las de la materia; y entonces no se pueden captar los valores —ceguera axiológica—, ni se puede reconocer la realidad de la persona —ceguera hipostática—, ni se puede creer en la vida eterna —ceguera escatológica—, ni se puede descubrir la obra salvadora y redentora que la Iglesia lleva a cabo de continuo, en todo tiempo, a pesar de todos los males que se den en Ella —ceguera soteriológica—; y esto es así debido a que todas estas realidades son de tipo espiritual.
Cegueras humanas.
La ceguera pneumatológica, que sólo es un nombre elegante del más burdo materialismo, es una deficiencia de tipo gnoseológico, típicamente de estrechez mental, porque no se tiene la actitud de estar abierto al conocimiento de todo lo real. Se tiene, en cambio, el prejuicio —cerrazón mental— de que sólo lo material puede existir. Y en el fondo se le da mayor crédito al conocimiento sensible que al conocimiento intelectual, casi como si fuéramos animales brutos. Tal vez la mejor forma de verlo sea retomando lo que ya había escrito en uno de mis artículos del año 2001; he aquí la cita, aunque sea un poco larga:

"A medida que aumentan los medios de comunicación y la apertura, se popularizan más y más las diversas corrientes de pensamiento, y... nos gusta sentirnos modernos y estar abiertos a todas ellas; pero esto no puede lograrse sin faltar a la verdad y caer en muchos errores. Lo correcto, lo verdadero, y auténticamente moderno, no consiste en estar abiertos a muchas o a todas las corrientes de pensamiento, sino en estar abiertos a toda la realidad. Veámoslo en una tabla sencilla:

Conocimiento sensible Conocimiento intelectual Postura gnoseológica
Abiertos Abiertos Realismo
Abiertos Cerrados Empirismo
Cerrados Abiertos Idealismo
Cerrados Cerrados Escepticismo

"La mayor apertura auténtica consiste en estar abiertos a conocer toda la realidad, para lo cual hay que estar abiertos a todos los modos de conocerla, ya sea con los sentidos o con el intelecto; eso es el realismo. Los que se cierran al conocimiento intelectual se cierran al conocimiento del mundo espiritual, como los empiristas. Los que se cierran al conocimiento sensible se cierran al conocimiento del mundo material, como los idealistas en sentido filosófico, que son en extremo racionalistas. Los escépticos son completamente cerrados. El más abierto es el realista.

"Aquí se ve claramente la tontería de considerar que la apertura mental consiste en estar abiertos a muchas o a todas las posturas gnoseológicas o corrientes de pensamiento: Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas el realismo, cuando tienes otras opciones, como el empirismo, el idealismo y el escepticismo.

  • "Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas la belleza, cuando puedes optar también por la fealdad.

  • "Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas el bien, cuando puedes optar también por el mal.

  • "Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas la verdad, cuando puedes optar también por el error.

  • "Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas la inteligencia, cuando puedes optar también por la estupidez.

"Al querer ser muy abiertos, sin criterio, en realidad nos hemos venido cerrando cognoscitivamente: ¡estamos perdiendo conocimiento! Lo cual nos está haciendo la vida difícil. Anteriormente el hombre común era realista; sólo los filósofos y algunos científicos eran auténticos empiristas, idealistas o escépticos".

Quevedo, P., artículo Estamos perdiendo conocimiento

.

En la cita anterior puede verse con claridad que la mayor apertura mental consiste en estar abiertos a toda la realidad, y no a todas las corrientes de pensamiento. Y esa máxima apertura es la del realismo, que acepta el conocimiento sensible y también el intelectual, por lo que está abierto a las realidades materiales y también a las del espíritu. La ceguera pneumatológica del materialista equivale a la corriente empirista, que se cierra a las realidades del espíritu porque en el fondo se cierra al conocimiento intelectual, o al menos a todas las formas en que el conocimiento intelectual conduce lógicamente a las realidades espirituales. La ceguera pneumatológica no permite el manejo pleno de la Lógica, ni hacer ciencia fuera de lo estrictamente material; y en consecuencia lleva a ciencias parciales, truncadas, artificialmente limitadas por el prejuicio, y que, por lo mismo, son falsas ciencias en el conjunto de todo lo real. Vivimos en tiempos marcados por la ceguera pneumatológica y, como derivación, también por las otras cuatro cegueras. ¡Que Dios nos coja confesados!
Cegueras humanas.

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