ESTAMOS PERDIENDO CONOCIMIENTO

La vida se nos ha hecho difícil (4)


Perdiendo conocimiento.
Domingo 25 de febrero de 2001.

Autor: Paulino Quevedo.
Dr. católico, filósofo, laico y casado.


Hola, amigos:

Mucho de la dificultad de la vida actual radica en darnos cuenta de que algo anda mal, sin lograr saber qué es; se trata de una auténtica pérdida de conocimiento.


Breve preartículo:

Dicha dificultad es en gran parte impotencia, humillación de ni siquiera saber cómo hacer el intento de defendernos. Entre broma y veras se ha dicho que "gastamos dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para agradar a gente que no nos gusta". Si esto es verdad, hoy lo es más que nunca. Tengamos o no el dinero, necesitemos o no las cosas, nos guste o no la gente, hoy se nos impone el "criterio" de que las cosas se logran comprando y gastando.
Perdiendo conocimiento.
Hace algunas décadas era un orgullo que una mujer se hiciera, ella misma, un bonito vestido. Eso mismo sería hoy una vergüenza; orgullo es que lo haya comprado en un lugar de prestigio, que sea de buena marca, que le haya costado mucho dinero y que lo use una sola vez. Se nos impone el "criterio" de que las cosas sean nuevas, de que se ve mal que tengan ya algún tiempo, aunque todavía estén en buen estado: ¡Ya cambia ese coche! Y lo mismo sucede con la ropa, los muebles, las alfombras, etcétera. Es verdad que tales costumbres proceden de las clases acomodadas, pero poco a poco se van infiltrando en todos los estratos sociales.

Es difícil vivir así. Mas lo peor es que no podamos defendernos. Imaginemos que un marido, que es quien tiene que pagar el costoso vestido de su mujer, lograra descifrar el mecanismo social que hay detrás de todo esto y que, contento, intentara explicárselo a ella. Lo probable sería que ella se molestara, lo tildara de tacaño y le dijera que, en el fondo, la realidad es que ya no la quiere. Pues bien, algo semejante sucede con mil cosas más. Todo parece estar tramado de forma que no podamos defendernos, que seamos impotentes.
Perdiendo conocimiento.
Estos son ejemplos palpables, tomados de cosas materiales; pero hoy se estila que se cambie todo, también la cultura —con preferencias orientales—, la orientación sexual —que puede ser ambivalente—, la moral, la religión, los gustos, la familia... ¿Quiénes planean todo esto? ¿Cómo defendernos? ¿Qué está sucediendo? No sólo estamos perdiendo criterio, sino también conocimiento.

Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno si se relaciona con la de los otros, que pueden encontrarse activando el vínculo que se ofrece en seguida:

La vida se nos ha hecho difícil


Cuerpo del artículo:

Una madre de familia me pidió ayuda para explicarle a su hijo —que apenas iniciaba la secundaria— una conocidísima cuestión de álgebra elemental. Al tratar de ayudarlo me di cuenta de que ni él ni su madre lograban entender aquello porque era algo falso. Les dije que se trataba de algo falso, y también les dije cuál era la verdad en cuestión. Esa verdad les pareció razonable, pero el muchachito no entendía que su profesor les hubiera enseñado algo falso. Yo traté de hacerle comprender que quizá le había entendido mal a su profesor, o que tal vez su profesor se había expresado confusamente; pero él insistió en que no era así, sino que su profesor había enseñado claramente lo que yo decía ser falso.
Perdiendo conocimiento.
Después de hacerles ver con detalle la verdad de la cuestión, y de que ambos la comprendieron, me ofrecí para hablar con su profesor. Entonces la madre se negó en rotundo, le dijo al muchacho que se aprendiera las cosas como su profesor había dicho y me pidió que no le enredara la cabeza a su hijo, porque ella quería que él se supiera lo que le enseñaban en la escuela y así pudiera sacar buenas calificaciones. Se le estaba dando más crédito a lo que dijera un tercero que a la evidencia misma, claramente captada con las facultades propias.
Perdiendo conocimiento.
Lo que acabo de narrar es real. Tiempo después, esa mujer caía en depresiones y mostraba disturbios emocionales; nada extraño en quien tiene semejante actitud de desprecio por la verdad. La negación o desprecio de la realidad objetiva, de la verdad, a fin de sostener nuestro subjetivo modo de ver y hacer las cosas, casi siempre termina en trastornos emocionales.

Esta tremenda consecuencia del desprecio de la verdad es expresada en Neuróticos Anónimos de la siguiente manera: "Sin temor a equivocarnos decimos que la depresión —ira congelada— tiene sólo una causa: el egoísmo (frustración) de que las cosas no se hagan a nuestra manera". Cada vez que despreciamos la realidad objetiva perdemos conocimiento.


Graves consecuencias del subjetivismo

Nuestro modo subjetivo de querer ver y hacer las cosas, es algo que nos hace la vida difícil; más aun, es la raíz de los demás elementos que nos dificultan la vida. Esto sucede cuando queremos ver las cosas de modo distinto a como en realidad son, y cuando queremos hacerlas de modo distinto a como en realidad se hacen.
Perdiendo conocimiento.
Por ejemplo, el querer a toda costa verse uno mismo como víctima, y querer ver a los demás como verdugos, hace la vida difícil: se termina en soledad. El querer construir un edificio a prueba de terremotos sin usar las medidas de seguridad y los materiales adecuados, hace la vida difícil: se termina en la cárcel.
Perdiendo conocimiento.
Nuestro conocimiento no altera la realidad, sino que debe adecuarse a ella —¡eso es la verdad!—, y todo intento o pretensión de que nuestro conocimiento determine el modo de ser de la realidad... ¡nos hace la vida difícil! La realidad no nos obedece, porque no somos dioses.


Apertura mental y corrientes de pensamiento

A medida que aumentan los medios de comunicación y la apertura, se popularizan más y más las diversas corrientes de pensamiento, y... nos gusta sentirnos modernos y estar abiertos a todas ellas; pero esto no puede lograrse sin faltar a la verdad y caer en muchos errores. Lo correcto, lo verdadero, y auténticamente moderno, no consiste en estar abiertos a muchas o a todas las corrientes de pensamiento, sino en estar abiertos a toda la realidad. Veámoslo en una tabla sencilla:

Conocimiento sensible Conocimiento intelectual Postura gnoseológica
Abiertos Abiertos Realismo
Abiertos Cerrados Empirismo
Cerrados Abiertos Idealismo
Cerrados Cerrados Escepticismo

La mayor apertura auténtica consiste en estar abiertos a conocer toda la realidad, para lo cual hay que estar abiertos a todos los modos de conocerla, ya sea con los sentidos o con el intelecto; eso es el realismo. Los que se cierran al conocimiento intelectual se cierran al conocimiento del mundo espiritual, como los empiristas. Los que se cierran al conocimiento sensible se cierran al conocimiento del mundo material, como los idealistas en sentido filosófico, que son en extremo racionalistas. Los escépticos son completamente cerrados. El más abierto es el realista.
Perdiendo conocimiento.
Aquí se ve claramente la tontería de considerar que la apertura mental consiste en estar abiertos a muchas o a todas las posturas gnoseológicas o corrientes de pensamiento: Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas el realismo, cuando tienes otras opciones, como el empirismo, el idealismo y el escepticismo.

  • Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas la belleza, cuando puedes optar también por la fealdad.
  • Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas el bien, cuando puedes optar también por el mal.
  • Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas la verdad, cuando puedes optar también por el error.
  • Oye, qué cerrado eres; sólo aceptas la inteligencia, cuando puedes optar también por la estupidez.

Al querer ser muy abiertos, sin criterio, en realidad nos hemos venido cerrando cognoscitivamente: ¡estamos perdiendo conocimiento! Lo cual nos está haciendo la vida difícil. Anteriormente el hombre común era realista; sólo los filósofos y algunos científicos eran auténticos empiristas, idealistas o escépticos.
Perdiendo conocimiento.
Han sido los modernos medios de comunicación los que han ido sacando al hombre común de su natural realismo y favoreciendo que quiera estar abierto a muchas o a todas las corrientes de pensamiento —sin una adecuada preparación filosófica ni científica— y que se convierta en una especie de mezcla de muchas corrientes: en algo amorfo. Lo cual, de otra parte, le ha dado al hombre común la posibilidad de hacerse intelectualmente caprichoso, ya que siempre tiene a la mano argumentos —buenos o malos— a favor de lo que le gusta, y también argumentos en contra de lo que le disgusta.


La paradójica tragedia de la televisión

Tal estado de cosas no ha fortalecido el conocimiento del hombre actual, sino todo lo contrario. Hoy nos lo creemos casi todo, nos lo tragamos casi todo, sólo con que esté presentado de un modo que parezca científico, aunque en realidad se trate de presentaciones seudocientíficas, como las que nos ofrecen muchos programas de televisión. Si hace poco se podía criticar la seudocultura de algunas personas diciendo que tenían una cultura de Selecciones, hoy se las pude criticar diciendo que tienen una cultura de Discovery.
Perdiendo conocimiento.
Bastan una cuantas imágenes de apoyo —que muchas veces son simples dibujos animados modernos— para que nos traguemos casi todo lo que los actuales comercializadores de la comunicación quieran decirnos. En lo demás nos narcotizan con programas deportivos, telenovelas y caricaturas. La fotografía, en cambio, ciertamente es estupenda; eso sí debemos reconocerles.

Ahí tenemos la paradójica tragedia de la televisión, ese medio que nos hipnotiza hasta el grado de hacernos ver lo que sea. ¿Por qué no usarla para educar al pueblo? ¡Pues no! Se usa para hundirlo en una peculiar ignorancia que ni siquiera le permite darse cuenta de que es ignorante. Y todo por intereses económicos.
Perdiendo conocimiento.
La situación es realmente crítica, porque no contamos con la educación necesaria para distinguir lo verdadero de lo falso; lo que está demostrado, de lo que no lo está; lo que es valioso, de lo que no lo es; lo que nos reportará dicha, de lo que nos reportará desdicha; lo que nos hará la vida llevadera, de lo que nos la hará difícil.
Perdiendo conocimiento.
Estamos ciegos a los valores; padecemos ceguera axiológica. Optamos por el dinero, el poder y la fama, antes que por la verdad, el bien y la belleza. La pérdida de conocimiento es la raíz de la dificultad de nuestras vidas y de que ni siquiera nos sea fácil encontrar la forma de defendernos, pues ese solo intento nos haría ver como cerrados, poco modernos.


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