La vida se nos ha hecho difícil (3)
Perdiendo criterio.
Domingo 18 de febrero de 2001.
Autor: Paulino Quevedo.
Dr. católico, filósofo, laico y casado.
Hola, amigos:
La vida se nos ha hecho difícil, en gran parte también, por la falta de criterio para planearla en su totalidad y darle así un sentido adecuado y cabal.
Breve preartículo:
Cada vez más estamos viviendo al día, inmersos en el trajín de cada momento, sin llegar a tomar las riendas de nuestra propia existencia. Si no nos decidimos a abordar y corregir esta situación las consecuencias podrán ser desastrosas, con la probabilidad de terminar adictos al alcohol, las drogas, las depresiones u otras actitudes evasivas.
Perdiendo criterio.
Parientes y amigos, anteriormente serenos y alegres, de repente pierden la ecuanimidad, la sensatez y el buen juicio. Cada vez son más los matrimonios destruidos, los hijos abandonados o seriamente descuidados, las temeridades empresariales, los negocios turbios o dudosos. Aparecen hábitos compulsivos de comprar y de gastar; las tarjeteas de crédito se saturan; las deudas se acumulan; personas de buena reputación empiezan a esconderse de sus acreedores...
Perdiendo criterio.
Las noticias denuncian el hecho de adolescentes que se suicidan al no ser capaces de manejar el monto de sus deudas, adquiridas mediante tarjetas de crédito que les fueron otorgadas sin que tuvieran un trabajo estable y sin la autorización de sus padres. Se ha dado incluso el cínico caso de que los acreedores y otorgadores de la tarjeta de crédito del adolescente suicida pretendan lograr el pago de la deuda, de parte de los padres del muchacho, diciéndoles que de esa forma podrán limpiar el nombre de su hijo muerto.
Perdiendo criterio.
¿Qué está sucediendo? Estamos llegando hasta el extremo de que algunas personas o grupos se adueñen de nuestras vidas a través de una publicidad y una comercialización sin escrúpulos, a fin de lucrar a costa de lo que sea. Otros casos son menos graves; se da una gran gama de abusos amparados al cobijo de un mal entendido libre mercado. Ante situaciones como éstas se hace notorio que las mejores soluciones están en el campo de la prevención, más que en el de la guerra contra el crimen. Es necesario que tomemos las riendas de nuestras vidas ―con criterio, que estamos perdiendo― y que enseñemos a nuestros hijos a tomarlas, si realmente queremos defendernos de las agresividades del entorno.
Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno si se relaciona con la de los otros, que pueden encontrarse activando el vínculo que se ofrece en seguida:
La vida se nos ha hecho difícil
Cuerpo del artículo:
Me viene a la memoria lo que solía decir mi querida amiga, Emma Godoy, aquella ilustre pensadora mexicana que, además de sus interesantes escritos, habló mucho por la radio en la XEW. Que en paz descanse. Ella decía que suele llegar un momento en que nos preguntamos qué hemos logrado, qué hemos hecho en la vida, y nos preocupa descubrir que hemos hecho muy poco, casi nada. Para esas ocasiones ella recomendaba que miráramos al futuro imaginando tenernos a nosotros mismos en brazos, como si fuéramos un bebé, y que nos preguntáramos: ¿qué quiero hacer conmigo?
Perdiendo criterio.
Es una buena pregunta, porque acelera la madurez del joven, y aun al anciano le da nuevas esperanzas, pues lo ayuda a comprender que todavía hay tiempo de hacer cosas valiosas. Siguiendo tal planteamiento, aquí y ahora, y mirando hacia el futuro, podemos preguntarnos: ¿qué quiero hacer conmigo? En serio, ¿queremos hacer con nosotros lo mismo que hemos venido haciendo? ¿No? ¿Queremos hacer otra cosa?, ¿qué? Más aun, ¿qué hemos venido haciendo con nosotros mismos hasta el día de hoy?
Perdiendo criterio.
Tal vez no lo sabemos bien; tal vez no lo sabemos nada bien; tal vez la pregunta nos toma completamente por sorpresa. Tal vez... después de planear nuestros negocios innumerables veces, nunca hayamos planeado en serio nuestra propia vida. Entonces debemos decirnos a nosotros mismos: Amigo... ¡eso sí que es falta de criterio!
Hay que planear nuestra vida modularmente
Ciertamente es falta de criterio el no tomar las riendas de nuestra propia vida, y en vez de eso permitir que sea “dirigida” por la opinión pública, los medios de comunicación, la publicidad o los caprichos del mercado. A eso llamo dejarse llevar entre las patas de los caballos. Desde un punto de vista personal, casi nada es tan importante como ese escaso recurso que es la propia vida; y por eso es falta de criterio vivirla como si se tratara de un recurso ilimitado que, además, careciera de importancia hasta el grado de poder dejarlo en manos de quienes quieran manejarlo.
Perdiendo criterio.
Lo normal sería planear la propia vida de manera modular, dada la incertidumbre de su continuidad, es decir, de la posibilidad que tenemos de morir en cualquier momento. Bien sabemos lo que es un crecimiento modular, como el de un equipo estereofónico, una computadora y otras cosas más. Se trata de un modo de crecer en que el equipo tiene unidad y funciona incluso con pocos elementos, pero de manera que puede seguir creciendo, incrementando su previa unidad y funcionalidad, si se le añaden nuevos elementos.
Lo mismo puede y debe suceder en nuestras vidas. Al llegar el momento inicial de madurez ―usualmente ya avanzada la adolescencia, o después―, en que nos preguntamos qué hemos hecho en la vida y qué queremos hacer con nosotros mismos en el futuro ―como sugiere Emma―, si no adoptamos un enfoque modular lo más probable será que nuestras metas nunca se realicen.
Perdiendo criterio.
En efecto, de poco serviría planear nuestra vida a veinte años si, aun sin saberlo, vamos a morir el día de hoy, o dentro de un año, o dentro de cinco. Por eso el módulo de un día es tan importante; debo vivir hoy de manera que si muero hoy esté satisfecho con lo que hice conmigo al menos a partir de mi pregunta inicial de madurez: ¿qué quiero hacer conmigo?
Es notable cómo todos los grupos anónimos ―Alcohólicos Anónimos, Neuróticos Anónimos, etcétera― se apoyan en el módulo diario, “un día a la vez”, que, además, tiene raíz evangélica: “Cada día tiene su afán” (Mateo 6, 34). Pero hay que vivir cada módulo cotidiano, el de hoy, de manera que, si seguimos viviendo, lo que hagamos hoy sirva de base modular a lo que haremos mañana, y dentro de un año, y así hasta el final de nuestra vida. Y de ese mismo modo hay que vivir cada día. Éste es el secreto de la eficacia del módulo de un día, que es un módulo natural, porque tenemos que dormir.
Perdiendo criterio.
Otro módulo importante es el de un año ―aunque no nos sea tan natural― porque socialmente vivimos por años, en el clima, lo financiero, lo fiscal, etcétera. Podemos pensar que un año cae dentro del corto plazo de lo que nos queda de vida. Pero hay otros módulos de mucha importancia, como los de terminar carrera, casarse, poner negocio propio, jubilarse y otros más. Y cada uno de ellos, además de tener unidad y funcionalidad propia, deberá siempre ser apoyo de los siguientes, hasta el final de la vida, que es el módulo natural, terminal y cierto, al menos en este mundo: ¿qué quiero hacer conmigo a fin de cuentas, en toda mi vida?
Sería una gran falta de criterio no aceptar la caducidad de nuestra vida presente, con la consecuencia de no poder planearla modularmente, ya que el módulo final se apoya en todos los anteriores, o todos ellos se orientan hacia el módulo final.
También hay que planear el contenido de nuestra vida
Lo modular indica sólo el modo o la forma de planear nuestra vida si queremos que tenga un mínimo de unidad y sentido, termine cuando termine, al menos a partir de nuestra inicial pregunta de madurez. Faltará todavía planear el contenido con el que queramos llenar esa forma o esos módulos.
Perdiendo criterio.
No podemos dejar de hacer ese plan; tenemos que hacerlo incluso si decidimos seguir el proyecto divino para nosotros mismos. En este caso tendremos que hacer dos planes: uno para descubrir ese proyecto y otro para llevarlo a cabo. Por tanto, tomar las riendas de nuestra vida, planearla, es algo que en ningún caso podemos soslayar, si hemos de ser personas maduras.
¿Qué criterio podremos usar para decidir con cuáles contenidos llenar los módulos de nuestra vida? ¡Qué sensata y propia pregunta! Y su propiedad nos indica que lo requerido para responderla es justamente eso: ¡criterio! El término criterio significa juzgar, juicio, discernimiento, norma para conocer la verdad. Tener criterio es tener la capacidad de discernir, sobre todo en el ámbito de los temas y asuntos de verdadera importancia.
Perdiendo criterio.
¿Decidimos bien al elegir estado de vida, carrera profesional, cónyuge? ¿Sí o no?, y... ¿por qué? Podemos elegir la soltería o el matrimonio, la persona que amamos o la que nos conviene, la carrera que nos gusta o la que pensamos podrá darnos una buena posición social.
Perdiendo criterio.
Es obvio que se necesita criterio para tomar buenas decisiones en tales campos; y para que, si algo sale mal, podamos tener la tranquilidad de haber obrado bien; porque el obrar bien depende de nosotros, pero el éxito no, ya que también depende de mil circunstancias ajenas a nuestro control, como incendios, terremotos, guerras, fluctuaciones del mercado y tantas otras. Aquí puede apreciarse la estrecha relación que existe entre el criterio y los valores, como la elección del bien, el conocimiento de la verdad, el aprecio de la belleza, etcétera.
Es falta de criterio vivir exigiendo lo imposible
Nuestra sociedad actual está exigiendo y premiando el logro de los resultados del éxito, y castigando lo contrario; es decir, está exigiendo de las personas justamente aquello que está fuera de su control, sin valorar debidamente lo que ciertamente está bajo su control, como que sus actos hayan sido buenos o razonables.
Perdiendo criterio.
Más aun, hoy hemos hecho que la competitividad sea la norma, y a todos les pedimos o exigimos que triunfen, como si estuvieran obligados a ello, cuando en realidad es imposible que todos triunfen. Violamos así un principio básico: Nadie está obligado a lo imposible. Es en extremo violento, por impracticable, pretender el triunfo de parte de todos. Y luego nos hemos dividido en ganadores y perdedores. Nos hemos hecho la vida difícil con la competitividad insana, que en el fondo es guerra intestina.
Perdiendo criterio.
Este artículo ha mostrado la necesidad de planear modularmente nuestras propias vidas. ¿Lo estamos haciendo así? ¿No es verdad que, más bien, nos estamos dejando llevar entre las patas de los caballos? Si nos detenemos a pensarlo, tendremos que reconocer que nosotros mismos o muchos conocidos nuestros ni siquiera habían considerado o escuchado lo dicho aquí. Es verdad, por tanto, lo que me movió a escribir este artículo: la vida se nos ha hecho difícil, también, porque... ¡estamos perdiendo criterio!
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