La vida se nos ha hecho difícil (5)
Perdiendo fe.
Domingo 4 de marzo de 2001.
Autor: Paulino Quevedo.
Dr. católico, filósofo, laico y casado.
Hola, amigos:
La palabra dada vale cada vez menos. Cada vez nos creemos menos unos a otros. Y cada vez creemos menos unos en otros.
Breve preartículo:
Lo que hoy importa es la letra pequeña de los contratos, ésa que difícilmente se lee a la hora de firmar. Las palabras, se las lleva el viento; lo escrito, lo descubre el tiempo. Esta forma de pensar y de actuar también nos está haciendo la vida difícil.
Perdiendo fe.
Un amigo ginecólogo me decía que dejó la práctica de su especialidad al ver el mercantilismo que se había introducido en ella. Me comentaba el planteamiento que se hacía uno de sus colegas: ¿No habrá forma de lograr que este parto sea cesárea? Poco a poco vamos perdiendo la confianza incluso en los médicos, hasta el grado de buscar preferentemente al médico honesto, más que al competente. Nos molesta que, además de estar enfermos, nos vean en la cara el signo de pesos. Nos resulta difícil seguir creyendo y confiando en profesionales que están fuertemente presionados para comprar coche nuevo, construir casa en el mar o irse de vacaciones a Europa.
Perdiendo fe.
Y ésas son las presiones que suele tener cualquier profesional prestigioso, independientemente de su profesión y especialidad. Si he mencionado el ejemplo de la medicina es porque resulta más claro, contrastante, indignante; pero en todas las profesiones y oficios se cuecen habas. Esta pérdida de fe es otro elemento que contribuye a hacernos la vida difícil. Con frecuencia nos encontramos ante el dilema de estar siendo demasiado desconfiados o demasiado ingenuos.
Perdiendo fe.
Junto con el deterioro de la estima que tenemos por los otros, se va deteriorando también nuestra higiene mental e incluso nuestra autoestima. Cada vez que cedemos a las presiones del entorno, contra nuestra manera de pensar y nuestras convicciones, algo se derrumba en nuestro interior, porque en realidad nos estamos vendiendo. Una solución, relativamente fácil, sería convertirnos en mártires, en víctimas habituales, de quienes todo mundo abusa; pero al hacerlo nos llevaríamos a la familia entre las patas. Casi siempre hay la posibilidad de encontrar otras soluciones, más ingeniosas y que, sobre todo, no sólo nos beneficien a nosotros, sino también al ambiente social en que vivimos.
Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno si se relaciona con la de los otros, que pueden encontrarse activando el vínculo que se ofrece en seguida:
La vida se nos ha hecho difícil
Cuerpo del artículo:
Si no me crees, me estás diciendo mentiroso. O también: Si crees lo que ella te dijo, entonces la mentirosa soy yo. Innumerables veces hemos escuchado estas formas equivocadas de razonar y de reaccionar, cuyas consecuencias pueden ser desastrosas y dificultarnos la vida, como vivir en medio de conflictos, perder negocios y amistades, irse quedando en soledad, etcétera.
Perdiendo fe.
Es importante ir encontrando formas de prevenir este tipo de conflictos. Se cae en ellos, con todas sus negativas consecuencias, por no entender lo que es creer, por no entender lo que es fe. La fe es una forma humana más, legítima, de conocer; es llegar a conocer algo gracias al testimonio de otro, que sí conoce lo que yo desconozco y deseo conocer. Si no traigo reloj, puedo preguntarle la hora a otra persona; ella mira su reloj, me dice la hora, le creo y... ¡ya sé la hora! En cambio, si no le creo, sigo sin saber la hora.
Creerle a alguien y creer en alguien
La fe tiene qué ver con la verdad y el error, que es algo intelectual; y también tiene qué ver con la mentira y la veracidad, que es algo moral. Por eso decir te creo es distinto de decir creo en ti. Creerle a alguien es tomar lo que dice como verdadero; es algo intelectual, y en su defecto suelen tenerse conflictos inmediatos, a corto plazo. Creer en alguien es tomar a la persona como digna de confianza, como alguien con quien se puede contar, con quien sabe uno a qué atenerse; es algo moral, y en su defecto suelen tenerse conflictos a largo plazo.
Perdiendo fe.
Cuando le creemos a alguien, podemos prever lo que dirá; se trata de algo principalmente intelectual. Cuando creemos en alguien, podemos prever lo que hará; se trata de algo principalmente moral. Lo normal es que cuando creemos en alguien tendamos a creer lo que dice; y que cuando no creemos en alguien tendamos a no creer lo que dice. Pero puede suceder que creamos en alguien y no creamos lo que dice, porque pensemos que está mal informado en ese tema, como pueden ser las cuestiones fiscales. Y también puede suceder que no creamos en alguien y sí creamos algo que dice, porque no tiene motivos para mentir en eso que dice, como puede ser el tiempo de salida de un avión. Creemos en alguien cuando pensamos que no mentirá, aunque tenga motivos para hacerlo.
Verdad, veracidad, falsedad y mentira
La verdad es la adecuación de la mente o de la palabra con la realidad. Si pienso que es de día, y realmente es de día, mi pensamiento es verdadero; en caso contrario es falso, erróneo, porque discrepa de la realidad. Si digo que es de día, y realmente es de día, mi palabra es verdadera; en caso contrario es falsa, errónea. La verdad se opone al error, a la falsedad; es algo intelectual. La veracidad, en cambio, se opone a la mentira; es algo moral. La veracidad es la adecuación de la palabra con la mente; y la mentira es la inadecuación o discrepancia de la palabra con la mente, en lo cual hay intención de engañar, es decir, hay una falta moral.
Perdiendo fe.
Por eso es posible que alguien no diga la verdad, y al mismo tiempo no esté mintiendo, porque simplemente está mal informado, sin que tenga ninguna intención de engañar. Claro que también es posible que alguien tenga intención de engañar y que, de casualidad, diga la verdad, porque le atinó sin querer; pero se trata de un caso menos interesante. Por tanto, podemos no creerle a una persona mal informada en un tema determinado, sin que por eso dejemos de creer en ella, ni de estimarla, ni de amarla; y ella no tiene por qué sentirse ofendida de que no le creamos en ese tema.
Perdiendo fe.
Es fácil saber que alguien no dice la verdad; basta conocer la realidad. Pero no es fácil saber que alguien miente; habría que conocer su mente, sus pensamientos, su conciencia. Sólo Dios puede penetrar en las conciencias. Por eso, en rigor, para nosotros ―y por nosotros mismos― es imposible saber si alguien miente; se trata de algo que únicamente podemos sospechar. Y también por eso nunca debemos aventurarnos a juzgar que una determinada persona miente; eso sería un juicio temerario. Siempre es preferible juzgar que la persona está mal informada, que razonó mal, que algo extraño sucedió en el interior de su mente, y no que tuvo la intención de engañar. Lo cual no impide que procuremos defendernos en el caso de una razonable sospecha.
Importancia de la fe en nuestras vidas y en las ciencias
Es muy conveniente tener claras estas ideas y difundirlas lo más posible, al menos entre nuestros allegados, a fin de no tener conflictos relacionados con los conocimientos logrados por fe, ya que no podemos vivir sin ellos. La solución no es prescindir de la fe, perder fe, porque la fe impregna todas nuestras vidas. Perder fe es perder calidad de vida.
Perdiendo fe.
Todos los conocimientos históricos se apoyan en la fe. Sabemos quiénes son nuestros padres gracias a la fe. Nos sometemos a una intervención quirúrgica porque tenemos fe en el médico. Nos subimos a un avión porque tenemos fe en el piloto. Nos casamos porque tenemos fe en que la otra parte nos será fiel, y porque tenemos fe en que nosotros le seremos fieles a la otra parte. Estudiamos y aprendemos porque tenemos fe en los maestros y en los autores de los libros. Hacemos contratos porque tenemos fe en que los cumpliremos. La palabra dada se apoya en la fe. Sin fe nuestras vidas se derrumbarían.
Perdiendo fe.
Flota en el aire la idea de que la fe se opone a la ciencia. Nada más falso. El avance científico también se apoya en la fe, sin posibilidad de lo contrario. Dicho en otros términos, es de la naturaleza misma de la ciencia humana el apoyarse en la fe que los científicos se tienen entre sí. Unos avanzan sobre lo que los otros hicieron, porque les creen.
Ningún científico rehace todos los conocimientos desde el principio; no es posible; tiene que creerles a los otros. Más aun, un mismo científico sólo puede avanzar si se cree a sí mismo lo que descubrió o demostró en el pasado. De no ser así, la ciencia humana sólo abarcaría lo que un mismo científico puede tener absolutamente claro en su mente, simultáneamente, en un solo momento; la ciencia humana se reduciría prácticamente a nada, o casi a nada.
Perdiendo fe.
También estamos perdiendo fe en Dios, con la consecuencia de que nuestras vidas no sólo empiezan a deteriorarse en calidad, sino que incluso empiezan a carecer de sentido. Estamos empezando a padecer ceguera pneumatológica, que es la ceguera a las realidades espirituales, en contra de nuestras mejores tradiciones. Hay que recordar que el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México es este: "Por mi boca hablará el espíritu".
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